En la mansión de Ella, Lady Tremaine se encontraba leyendo un libro mientras sus dos hijas Drisella y Anastasia practicaban canto y piano, juntas formaban una hermosa melodía a pesar de que de vez en cuando desentonaban un poco.
Isabella, la nueva sirvienta de la mansión tocó la puerta para entrar y entregarle la nueva carta a la madrastra de Ella y luego se retiró con el permiso de la misma. Lady Tremaine leyó atentamente la carta y a medida que lo hacía, colocó expresión de asombro y un poco de tristeza, pero luego sonrió con satisfacción. Sus dos hijas se dieron cuenta del estado de su madre así que sin más Anastasia preguntó
-Madre ¿sucede algo? Parece importante-
-El dueño de esta mansión falleció hace tres días pero la heredad se la dejó por completo a Cenicienta, ahora todo está a nombre de Ella- habló con una sonrisa de satisfacción
-Eso es malo ¿o no?- habló Drisella sin entender
-Claro que no, Ella no volverá y si lo hiciera no se enterará nunca de que todo esto le pertenece. Será como una intrusa en la casa que trabaja para sobrevivir- dijo, maquinando todo en mente y haciendo que sus hijas sonrieran con ella
Para Drisella y Anastasia mientras les aseguraran las riquezas y una buena vida no les importaba lo que su madre hiciera, les gustaba su vida como para arriesgarse a perderla
Después del palacio, Abdías y Ella caminaban lentamente y sin ánimo alguno por el pueblo, Abdías estaba completamente ido en sus pensamientos, sus ojos llenos de lágrimas que luchaban por salir, la tristeza lo inundaba por completo al recordar los pocos momentos que disfrutó al lado del rey y que compartió con él. Ella sentía que caminaban sin rumbo alguno pero eso no le preocupaba sino el estado de Abdías, ella quería tomarlo de la mano y abrazarlo, sin embargo se abstenía de hacerlo, el silencio reinaba entre ellos.
-¿Quieres ir a visitarlo?- preguntó ella en medio de un susurro
-No, no estoy preparado para eso- le respondió volviendo en sí para que el silencio volviera
Él estaba reprimiendo todos sus sentimientos, le dolía demasiado pero no quería demostrarlo, ni que Ella se preocupara más de lo que ya estaba
-No quiero ir a casa todavía- Ella rompió el silencio, provocando que se detuviesen y él se concentrara en el momento
-¿A qué te refieres?- preguntó él con duda, mientras que por dentro una pequeña llama de alegría se empezaba a encender
-A que no quiero ir a casa aun. Nunca había salido de casa, desde que te conocí he disfrutado mucho por fuera y no quiero perder eso tan pronto ¿tienes algún lugar a donde ir?- dijo suavemente y con una pequeña sonrisa a lo que él correspondió
-Desde luego, claro que lo tengo, sé exactamente a donde ir- dijo con emoción
No sabía cómo ni cuándo, pero Ella había conseguido que él sonriera y se olvidara por un momento de lo sucedido. Abdías estaba emocionado por escuchar aquellas palabras de parte de ella, que rápidamente la tomó por la mano y caminó rápido adentrándose en medio del pueblo, las personas, algunos puestos de mercaderes y evitando a algunos soldados, hasta que se detuvieron en una casa bastante grande, no era una mansión pero si era una casa enorme delante de las otras.
Abdías la soltó y tocó emocionado la puerta mientras sonreía, al ver que nadie salió a su encuentro, observó por la ventana y volvió a tocar para que un hombre con una barba bien cuidad, vestido de forma casual, cabello negro y ojos azules intenso saliera a su encuentro.
-Muy Buenas Tardes Señor Matías- dijo con respeto, su típica sonrisa y una pequeña reverencia al verlo al igual que Ella.
-Abdías ¿por qué tantas modestias muchacho?- habló el hombre alegremente mientras lo abrazaba con una carcajada de alegría y los invitaba a entrar
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Cenicienta
FanfictionTodos conocemos la historia de la doncella que bailó con el príncipe y desapareció para que él la buscase gracias a una zapatilla y ella se casase con su príncipe soñado. Pero nadie sabe que fue lo que ocurrió con ella durante los días de búsqueda d...