Capítulo 15. El Juego

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El rey sentado en su trono, solo piensa en la manera en que Abdías y Ella jugaban juntos, la sonrisa de sus rostros aquellas miradas, mientras más pensaba en esto más se enfurecía, no soportaba que Abdías tuviera tal felicidad con ella, no sabía cuándo ni como pero la quería con él, deseaba que ella lo mirase de la misma manera, que sonriera con él de la misma forma que con Abdías.

Se levantó de su trono dándole un golpe, caminaba de ambos lados pensando, necesitaba una manera de ganar ventaja, sabía que sería difícil pero permitiría que Abdías tuviese lo que quería o por lo menos que se quedase con Ella

Ella fue quien se probó la zapatilla siguiendo la orden real, ella debería terminar de cumplirla, es la que debería ser mi esposa sin oponerse

Pensó furioso. Tenía que idear un plan o perdería algo que realmente deseaba, tal vez Abdías tenía razón en cuanto a sus caprichos, pero este era uno que anhelaba con el alma cumplirlo y satisfacerlo hasta cansarse. Entre tanto pensamiento se le ocurrió un plan para poder llegar hasta ella y entrar en el juego.

Anastasia paseaba por toda la ciudad en busca de algún empleo o algo que pudiera hacer pero por desgracia era rechazada en todas partes por no saber hacer absolutamente nada. Frustrada divagaba por las calles de los poblados hasta encontrar una tienda un poco grande, había zapatos y vestidos por doquier, todos muy hermosos y algunos con el estilo de Ella cuando fue arrestada.

Aquel trágico recuerdo regresó a su mente clavándose de manera voraz, por lo que se apartó un poco, sacudió su cabeza para deshacer aquel horrible recuerdo.

-¿Buscaba algo señorita?- escuchó la voz de un hombre detrás de ella, por lo que volteó al origen de la voz

Aquel hombre alto, blanco, atractivo, de barba bien cuidada y unos ojos azul intensos que te intimidan con solo observarlos, la miraba con curiosidad y gran amabilidad

-S...sí. Buscaba algo que pudiera hacer para ayudar- habló tímidamente a lo que el hombre sonrió

-Claro que sí señorita ¿qué sabes hacer?- le preguntó con curiosidad a lo que ella silenció y bajó su cabeza con vergüenza –Entonces eres aprendiz. Descuida, mi esposa y yo somos excelentes maestros. Acompáñame por acá- continuó el hombre con entusiasmo para que ella sonriera y lo siguiera –Soy el zapatero real, mi esposa es costurera, diseña los mejores vestidos del reino. Estarás con los dos para saber cuál de las dos cosas es tu don ¿Cómo dijiste que era tu nombre?- seguía hablando mientras la dirigía hasta la casa donde estaba el taller

-Anastasia- respondió con una sonrisa

-Bueno Anastasia, te presento tu nuevo hogar y escuela, como desees llamarlo- dijo mostrándole el gran taller de zapatos

Rápidamente se colocaron a trabajar, el zapatero la enseñaba a como coser y diseñar unas zapatillas para un baile, le dijo que si lograba aprender esto, lo demás seria sencillo. Anastasia emocionada escuchaba y observaba con atención las explicaciones de su maestro, ya que después iría con la esposa para aprender a diseñar un vestido para un baile. Ambos compartían la misma manera de pensar, si empezaba por lo difícil lograría aprender lo demás más rápido de lo que pensaba. Anastasia se sentía bien y muy agradecida de haber sido aceptada por ellos y por ser los únicos que no se negasen a ayudarla

Mientras en el palacio, Abdías discutía con el ministro de alimentos del reino por la falta de comida en las caridades. Había descubierto las razones de que estas no llegasen a estos lugares, por lo que la ira lo consumía

-¿Cómo es posible que sus graneros y mercados estén repletos de alimentos mientras en las caridades las personas mueren por esperar una fruta al menos por día?- habló serio e indiferente pero sin levantar la voz

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