Capítulo V.
«El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros»
(Orgullo y Prejuicio)
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Hermione estaba sentada en una de las graderías del cercado que se había organizado para la primera prueba. Ginny, Luna y Theodore Nott estaban junto a ella, ansiosos por la función que ofrecerían los dragones, pero principalmente, por ver cómo saldrían los tres campeones de la aquella batalla y en especial el amigo de Nott que todavía permanecía en la tienda de los campeones.
Draco, por su parte, estaba sentado sobre uno de los taburetes puestos dentro de la tienda en la que un nervioso Cedric Diggory paseaba de un lado a otro mientras Fleur Delacour casi terminaba de cortarse las uñas con los dientes.
Minutos antes Ludo Bagman y Barty Crouch les habían enseñado a sus contrincantes (o por lo menos una réplica miniatura de ellos), haciéndole saber que el suyo era el más feroz de todos. A su lado el galés verde y el hocicorto sueco de sus compañeros eran un juego de niños.
Pero su cabeza parecía no cooperar.
Estaba sumamente distraído viendo las figuras que se formaban en el suelo, mientras en su mente la recurrente imagen de una chica de ojos avellana que no temía decirle unas cuantas verdades en la cara, volvía a aparecer una y otra vez.
Hermione Granger era la primera mujer que demostraba abiertamente no encontrarse maravillada por el renombre de su apellido y mucho menos por la gran fortuna que ostentaba su familia. Estaba muy seguro de que a los ojos de la chica aquello era motivo de agravio más que de simpatía.
Esa sin duda era una de las razones por las cuales había mejorado ante sus ojos desde la primera vez que había tenido la oportunidad de tratar con ella y a pesar de que no fuera ni el momento ni el lugar para pensar en eso, no pudo evitar sonreír para sí mismo ante aquel pensamiento. Sabía que debía estar ideando la forma de enfrentar al colacuerno húngaro que le habían sorteado, pero su cerebro no podía dejar de reproducir aquella conversación que tuviera lugar días antes en la biblioteca.
Ella era toda una Gryffindor. Su osadía y su manera de decir las cosas, lejos de ofenderlo, le habían permitido ver de lo que estaba hecha Hermione Granger. Y eso le agradaba e incomodaba en partes iguales.
Pero tenía que ubicarse de una vez por todas. Por suerte, Cedric Diggory era el primero en batirse contra su dragón porque de seguir con la cabeza en donde la tenía, de seguro terminaría rostizado con la llamarada de la criatura.
—¡Ya es hora de ver algo de acción! —escuchó decir Ludo Bagman a todo pulmón, un minuto antes de que sonara el silbato para anunciar al campeón de Hogwarts, quien, vestido con el amarillo y negro de los tejones y tomando una profunda respiración, salió al encuentro del feroz hocicorto sueco.
Hermione lo había pensado mejor y estaba algo indispuesta en relación con ver a los tres chicos luchando contra las enormes criaturas escamadas. Los dragones eran tan fascinantes como mortíferos y estaba convencida de que no se encontraba preparada ni física ni psicológicamente para la posibilidad de que alguien muriera a causa de uno de ellos y peor aún, frente a sus ojos.
Sabía que estaba siendo extremista, pero contemplar a Cedric Diggory moverse con dificultad frente a aquella criatura mágica, la ponía nerviosa igual que las apreciaciones de Ludo Bagman que había empezado a incomodar incluso al mismo participante con sus apuntes entusiastas y sin filtro.
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Pride, prejudice and a little magic
RomanceDisclaimer: Todo lo que reconozcan aquí le pertenece a J.K. Rowling y a Jane Austen. Summary: Es una verdad universal que un mago de linaje y gran fortuna debe relacionarse con personas de su mismo nivel haciendo honor a su apellido, su familia y pr...