Libro VII. El Libro de los Recuerdos

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Como a menudo el resplandeciente sol
persigue a la pálida, reacia luna,
impulsándola hacia su cueva sombría,
Donde ella también se retira, furtiva,
buscando la singular balada de un ruiseñor,
Así tu belleza me impulsa,
En mis labios fracasando,
Y donde todo mi dulce canto
pierde su melodioso color.

Y como al amanecer, cruzando el velo del licor,
en alas impetuosas arremete el viento,
quebrando los juncos con su furioso beso,
el cual ha sido su único instrumento:
Así mi tormentosa pasión me ha extraviado,
silenciando mi sentimiento por exceso de amor.

Pero es seguro que ante tí mis ojos no revelarán,
porqué soy silencioso y porqué mi laúd ha muerto.
Hacia nuevas tierras deberíamos partir:
tú hacia unos labios de dulces melodías,
y yo hacia el refugio de mi estéril memoria,
donde yacen besos apenas insinuados,
Y canciones nunca cantadas.


Silentium Amoris.
Oscar Wilde

Lazarus IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora