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Apenas pasamos la puerta de su departamento me acorraló en la pared besando mi cuello, asustada por su reacción mis manos se aferraron a su pecho en un intento de alejarlo, sus besos ascendieron a mi quijada y al llegar a mis labios me besó con fuerza, cerré los ojos prometiéndome a mí misma que todo sería rápido.

Su cuerpo se pegó al mío y cada vez me costaba más respirar, con ambas manos tomando mi cara profundizó el beso, comenzaba a sentirme extraña conforme su lengua acariciaba la mía, retiré mis manos avergonzada cuando volví a la razón, mis manos estaban subiendo por su cuello.

–Elige, el sofá, la cama o de pie justo aquí.

–N–No lo sé.

–La cama será —con su mano en mi antebrazo me llevó por el pasillo hasta una habitación, pude ver de reojo el resto de su departamento, era pequeño por lo que supuse que vive solo.

¿Por qué lo seguí, para empezar?

Pude haber gritado en la calle, saliendo del colegio, en el tren mientras me tocaba sin importarle que alguien nos viera, por suerte nadie lo hizo. Pude correr, buscar ayuda. ¿Tan fácil me rendí?

–Quítate el uniforme.

– ¿Q–Que? —exclamé, me miraba con seriedad sentado en la cama.

–Puedo hacerlo yo, si quieres —dijo levantándose.

–N–No... —murmuré retrocediendo— puedo sola.

Mi estómago cosquilleaba cada vez que me daba cuenta como el me miraba mientras me desvestía con lentitud, se acercó cuando quedé en ropa interior.

–Recuéstate.

Los segundos pasaban y seguía sin moverme, Gaara chasqueó la lengua y me empujó sentándose sobre mí con sus manos en mi espalda las cuales bajaron a mis glúteos. Sentía escalofríos por estar solo en ropa interior y mi piel se ponía de gallina cuando Gaara rozaba sus dedos en mi cintura.

–Estira tus brazos —dijo retirándose, buscaba algo en su clóset.

Obedecí con desconfianza y estiré mis brazos frente a mí en la cama, puso en mis muñecas unas esposas negras.

Se sentó en la cama y con su dedo apuntó su regazo, tragué saliva, me arrodillé y avancé hasta sentarme en sus piernas, acaricio mi cintura con ambas manos.

–Bésame.

–P–Pero... —tartamudeé nerviosa.

Estiró su mano acercando la correa negra con la que me había golpeado en la azotea, tragué saliva y bajé la mirada.

Me acerqué hasta que mis labios rozaron los suyos, el pelirrojo pasó su lengua y entreabrí los labios, mis manos subieron hasta sus hombros y detuve su camino cuando Gaara mordió mi labio con fuerza.

–E–Eso duele —dije alejándome, besó mi cuello mientras acariciaba mi espalda.

–Dolerá más lo que haré ahora —susurró en mi oído.

Mi estómago se revolvió cuando me levantó entre sus brazos para recostarme en la cama.

– ¡E–Espera! —exclamé cerrando mis piernas luego de que se deshiciera de mi ropa interior, frunció el ceño dándome su atención— ¿t...tienes un preservativo?

Gruñó alejándose de la cama para buscar en el cajón de un mueble.

–Solo esta vez —habló con un sobre cuadrado entre sus dedos.

Desvié la mirada cuando lo vi bajar sus pantalones, acerqué mis manos a mi boca para morder la punta de mis dedos por lo nerviosa que me encontraba.

Me sobresalté cuando pasó su miembro por mi intimidad.

– ¿Lista? —preguntó.

–N–N..

Gemi adolorida, sentía mi intimidad estirarse y una presión dolorosa hasta mi vientre. Mordí mi labio sollozando, fijé mi vista en los ojos inexpresivos de Gaara, el desvió la mirada y salió de mi interior.

Tomando mi cintura me volteó, me apoyé en mis codos y gemí cuando volvió a penetrarme con fuerza, el dolor seguía ahí pero no tan intenso como la primera vez.

Comenzó un vaivén y a cada segundo se volvía más placentero, mordí mis labios con fuerza tratando de disimular un poco mis gemidos, golpeó con fuerza mis glúteos lo que pareció excitarlo aún más, con una mano en mi cintura aumento la velocidad de sus penetraciones, por primera vez ignore el hecho de que los vecinos podrían escucharnos al golpearse la cama contra la pared.

–Gaara... me duele —dije cuando el dolor volvía a mi intimidad.

No le importó. Mi estómago volvió a revolverse cuando fui llamada por la voz ronca del pelirrojo.

Sacó su miembro por un momento para voltearme y volver a estar frente a frente, me levantó entre sus brazos y rodeé su cintura con mis piernas.

Me besó de una manera diferente a las otras, no era agresivo ni desesperado, bajó de la cama y caminó conmigo en brazos hasta la pared donde seguimos besándonos, por ese momento olvidé todo, solo por un momento.

–N–No —dije corriendo la cara y cortando el beso.

Gaara gruñó y volvió a penetrarme con fuerza contra la pared, enterró su cara en mi cuello y sentía sus jadeos en mi oído haciéndome sentir más acalorada, no debería disfrutarlo y me sentí sucia por hacerlo.

Me hacía sentir extraña, apoyé mi cabeza en la pared y deseé que fuera Naruto en vez de Gaara el que me hiciera sentir así.

Gemí cuando su brazo en mi cintura me apretó con fuerza, su mano libre estaba apoyada en la pared y bajó hasta mi pierna enterrando sus uñas en mi piel. Mi cuerpo estaba tenso, no pude evitar gemir y creía saber lo que estaba pasando, estaba a punto de tener un orgasmo.

–D–Dios...

– ¿Qué pasa? —dijo rozando mis labios— ¿No creíste que lo disfrutarías tanto?

Fruncí los labios y desvié la mirada para no ver la sonrisa burlesca de Gaara, empuñé mis manos y gemí cuando mi cuerpo comenzaba a jugarme una mala pasada, suspiré mientras una corriente placentera recorrió mi cuerpo, Gaara apoyó su cabeza en la pared y jadeo extasiado penetrándome a fondo.

Respiré con fuerza al sentirme ahogada, bajé de su cintura con lentitud, pero su mano seguía sosteniendo mi pierna y su miembro seguía en mi interior, algo aturdido la soltó y se alejó para adentrarse al baño dejándome sola.

Mis piernas no soportaron más y caí.

Solo quería irme a casa y decidir cómo sentirme por esto.

Ya estaba hecho, mi virginidad no volvería y estaba frustrada por la manera en que tuvo que suceder, chantajeada y tratada sin amor, como casi la mayor parte de mi vida.

En algún momento Gaara volvió y mantenía su mirada en mí, sus pantalones aun estaban desabrochados dejando ver su ropa interior. Se acercó y me encogí de hombros avergonzada. Tomó mi brazo con fuerza obligandome a ponerme de pie. Me llevó hasta el baño donde hace unos minutos había estado el, me dejó en la bañera y sacó las esposas de mis muñecas para luego irse y cerrar la puerta.

Inmediatamente me puse de pie para ponerle el seguro, me senté en el suelo abrazando mis piernas y ahí estuve por varios minutos hasta que decidí ducharme, al salir vi mi uniforme doblado sobre un canasto, me apresuré para salir de ahí, quité el pestillo y respiré hondo antes de abrir la puerta.

Él estaba sentando en la cama, con sus codos apoyados en sus rodillas y la cabeza gacha, levantó la mirada y decidí irme de ahí de una vez por todas.

No me detuvo ni esperaba que lo hiciera.

SubmissiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora