Desconocidos

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-- ¿Qué te pasa, hijo? – dijo Haytham con voz perpleja -- ¿pareces que hayas visto un fantasma?

Y eso fue lo que pensó Connor, no entendía nada de lo que estaba pasando, su padre allí delante de él, hablando como si lo conociera de siempre, como si hubiera crecido con él, como un padre le hablaría a su hijo, y su madre, aquella mujer que perdió a causa del fuego en el asalto a su pueblo, estaban vivos o él estaba muerto ... rápidamente apartó esa idea de su cabeza, eso era imposible pero no recordaba nada más.

-- Es solo que estoy un poco mareado, no es nada. – respondió el joven

-- ¿Entonces quieres ir a cazar? Si no te encuentras bien lo dejaremos para mañana si quieres hijo – intervino su madre.

-- No te preocupes cazaremos hoy, madre – hacía mucho tiempo que esa palabra no salía de su boca, se sentía raro, como si estuviera en un sueño, todo aquello parecía irreal.

Los tres partieron hacia el bosque donde había una amplia variedad de animales a los que poder cazar, pero solo lo justo y necesario para comer o abrigarse con sus pieles, a ninguno de los tres les gustaba cazar por gusto, la caza no era un juego era una necesidad para poder sobrevivir al igual que los osos pescan las truchas frescas de los ríos o los lobos cazan ciervos para alimentarse ellos y sus cachorros.

Al principio del día, Connor estaba confuso por todo lo que lo rodeaba, pero pronto se estaba acostumbrando a ello, a medida que el día transcurría se preguntaba menos que era lo que estaba pasando, como de repente estaba allí con sus padres, mientras pensaba esto no prestó atención a las ramas que pisaba para avanzar de árbol en árbol pisando una media rota, la rama se acabó rompiendo en mil pedazos y Connor cayó, su padre que lo seguía saltó tras él y lo atrapó dándose la vuelta con Connor para que el joven aterrizara sobre su padre y no contra el suelo.

Una vez en el suelo Connor se levantó rápidamente, se quedó mirando a su padre por segundos, no esperaba que lo salvara, pero este no era el padre que conoció en el pasado, era un padre que se sacrificaría por su hijo, el padre que nunca tuvo.

Connor dejó de pensar y se acercó a Haytham que estaba todavía en el suelo mirando hacia el suelo, Ziio al ver lo ocurrido se aligeró en bajar del árbol donde estaba y se fue hacia donde estaba Haytham. Connor llegó a su lado y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse

-- ¿Estás bien, padre? – notaba extraño hacer esa clase de pregunta, pero no podía negar que su padre le había evitado el darse un buen golpe contra el suelo.

-- ¡Haytham! – gritó Ziio mientras se aproximaba corriendo hacia donde estaban ellos.

-- Estoy bien, estoy bien no os preocupéis, es solo que ya no estoy para estos trotes – dijo esto último con una risita mientras Connor lo ayudaba a levantarse, Ziio se acercó a él y le envolvió la cara con sus manos – Estoy bien querida, no te alarmes – el rostro de Ziio se suavizó y la preocupación desapareció de su cara – Ratonhnhaké:ton, ¿tú estás bien?

-- Sí, gracias a ti – Connor nunca pensó en que alguna vez le daría las gracias a su padre por un acto como el que había ocurrido, era extraño para él.

-- Me alegro – le respondió su padre dedicándole una sonrisa.

Mientras se ponían en marcha de nuevo, esta vez por tierra, Connor caminaba tras sus padres, Haytham le estaba hablando a Ziio sobre que se podría preparar para la cena pero la conversación cambió cuando Haytham vio una flor rara pero hermosa y la comparó con Ziio, esta ante el piropo le sonrió y lo agarró del brazo colocando su cabeza en el hombre de su amado.

Para Connor todo aquello era extraño, nunca pensó en qué habría pasado si su padre hubiera abandonado a los templarios para quedarse con su madre, ¿sería como lo que estaba viviendo en ese día? Todavía no tenía claro lo que pasaba pero se estaba empezando a acostumbrar, le gustaba la idea de que su madre fuera feliz después de haberla visto sufrir tanto cuando era pequeño.

El joven recordó lo sucedido hace un momento con la rama y la forma en que su padre le había evitado la caída y no pudo evitar pensar en que esa misma acción la había vivido antes pero él estando en el lugar de su padre, ayudando a alguien ... pero no pudo recordar a quién ... le daba coraje no recordarlo, siguió pensando pero sin resultado, tenía la sensación de que le faltaba a alguien a su lado pero, ¿a quién? Estaba con su madre y su padre a los cuales los creía muertos pero no era así, estaban allí con él.

-- Ratonhnhaké:ton, ¿me estás escuchando? – era su madre, estaba parada justo en frente de él, no sabía en qué momento se habían parado, estaba completamente absorto en sus pensamientos

-- Perdona madre, ¿qué me decías? – le preguntó el joven con mirada de confusión

-- No sé qué te pasa hoy, hijo, pero pareces que tuvieras la mente en otro lugar y no aquí con nosotros. Lo que te estaba diciendo era que fueras a la aldea que está un poco más adelante para que vendas estas dos piezas de pieles que no nos hacen falta, su carne será nuestra cena hoy, no te demores mucho en venderlas y vuelve aquí antes de que anochezca si puedes.

-- Está bien – dijo mientras su madre le pasaba las piezas para vender – No tardaré, volveré antes del ocaso.

Dicho esto Connor se dio la vuelta de donde estaban sus padres y puso rumbo hacia la aldea que le había indicado su madre, no sabía que hubiera una aldea por allí cerca pero allí estaba, no muy lejos de donde se habían parado, se acercó hacia la entrada de la aldea donde había dos siluetas, mientras se acercaba vio que se trataba de un hombre y una mujer.

-- Alto ahí, forastero – dijo la chica mientras se ponía entre Connor y la entrada, alzando una mano señalando que parase -- ¿qué vienes a hacer aquí?

-- Solo vengo a vender dos piezas de pieles – dijo Connor mientras miraba a la chica, raramente le resultaba familiar, no sabía de qué, pero sentía que la conocía, era extraño como esa sensación era tan parecida a la que había sentido cuando pensó que ya había vivido el incidente de la rama.

-- Si solo vienes a vender deja aquí el hacha y el arco, no dejamos que los forasteros entren con armas – le informó la joven a Connor, este obedeció y dejó sus armas junto a un árbol, cerca de la entrada y volvió a dirigirse hacia la joven – bien te acompañaré hacia donde debes venderlas y luego te marcharas.

-- Está bien, no quiero nada más, solo vender lo que traigo – informó Connor.

Una vez dentro de la aldea, Connor vio como los niños correteaban por todos lados jugando, los anciano estaban sentados en círculo hablando, algunos hombres estaban con grandes ollas haciendo de comer y la unas mujeres estaban avivando el fuego para que no se extinguiese, el resto estaba rodeando la aldea con lanzas, arcos o hachas, protegiendo la aldea como si en esta hubiese un valioso tesoro.

Connor miró hacia una de las casetas que estaba abierta y vi como un hombre guardaba un objeto dorado y redondo en una caja, al ver el objeto Connor lo nombró sin pensar

-- El Fruto ... dijo en un susurro – pero lo dijo lo suficientemente alto para que la joven que iba a su lado lo oyera, esta se paró en seco se volvió hacia él y lo apunto con la punta de su lanza

--¿Cómo has dicho? – Connor se quedó perplejo sin entender muy bien que era lo que había dicho, uno de los hombres que estaban por allí se acercó a ambos

-- Nahimana ¿qué ocurre? – Nahimana ... ese nombre atravesó los oídos de Connor como una bala y en ese momento, Connor lo recordó todo.

Memories of DavenportDonde viven las historias. Descúbrelo ahora