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Connor se despidió de Myriam tan pronto como le dió el mensaje de los casacas rojas, se dirigió hacia su casa y bajó al sotano donde tenía todas las armas necesarias para la batalla que iba a librar.

Se armó con todo lo que pudo llevar encima, dagas pequeñas, una espada y una pistola, aunque no le gustara mucho usarlas, cogió también tanto su hacha nativa como la de la hermandad de los asesinos, en su espalda se colocó su arco y bastantes flechas, se colocó su capucha y salió de la casa.

Según Myriam eran bastantes casacas rojas, Nahimana era dura en la lucha, pero con su brazo herido no podría haber hecho mucho para defenderse, "malditos bastardos" pensó Connor. Llevaba el Fruto encima también, pero despues de haber visto lo que hace nunca se lo daría a nadie y mucho menos a los casacas rojas, además le prometió a Nahimana que la ayudaría a ocultarlo.

Tenía que pensar en algo y rápido para rescatar a Nahimana y a la vez quedarse con el Fruto, pero no se le ocurría nada, no podía pensar con claridad y estaba bastante cansado, era como si no hubiera dormido nada con todo lo de la otra realidad y cuando despertó en esta había buscado a Nahimana por todas partes y ahora ahí estaba, en mitad del bosque siguiendo las pisadas que había seguido desde que salió de la hacienda.

Los casacas le habían dicho, el Fruto por la chica, pero la verdad era que no le habían dicho un lugar exacto en el que hacer el cambio, y conociendo a gente como esa, no estarían dispuestos a dejar a la chica en libertad y a él tampoco.

Connor se llevó horas recorriendo el bosque, sin encontrar nada, las huellas desaparecienron en un punto casi a la salida del bosque, a partir de ahí no había rastro que seguir, se sentía impotente de no poder hacer nada tan rápido como el quería, deseaba poder ver que Nahimana estuviera sana, sin otra herida causada por esos bastardos, deseaba poder abrazarla y tenerla entre sus brazos.

Al dejar las huellas atrás, Connor pensó en que el lugar podría ser la aldea de Nahimana, pero retiró ese pensamiento ya que la aldea era abierta y los casacas no se sentirían seguros luchando en tierras que no conocen, "podría ser un fuerte" pensó, tendría que ser un fuerte no muy lejos de allí donde se encontraba, así que decidió buscar todos los fuertes que se encontraban por los alrededores del bosque.

De camino hacia uno de los fuertes vió un grupo de casacas rojas haciendo guardia por esos alrededores, Connor se encontraba subido en un árbol, donde nadie podía verlo, era raro ver como un grupo de casacas hacían guardia en el bosque, ellos siempre iban por los senderos o caminos pero no entre el bosque, esto hizo que Connor pensara que tal vez podría estar más cerca de Nahimana de lo que él pensaba.

-- Odio hacer rondas por el bosque -- decia un casaca a otro, este era alto y se veía robusto no como su compañero que se veía mucho más delgado

-- No podemos hacer otra cosa, es lo que nos han ordenado -- dijo el más delgado con resignación

-- Antes teníamos nuestra ruta, pero ahora por culpa de esa maldita indigena tenemos que estar así -- dijo el casaca más robusto con voz enfurecida

Al escuchar "maldita indigena" Connor quiso derramar toda las sangre del soldado por el suelo del bosque, pero se aguantó las ganas, esos casacas eran su única oportunidad para encontrar a Nahimana.

Con mucho cuidado y sigilo de no alertar a ninguno de los soldados de la guardia, Connor los siguió por los árboles, ninguno de ellos se percató del asesino que los seguia, pasada media hora o icluso una, los soldados se adentraron en un fuerte, Connor se quedó parado en un árbol cercano a este, antes de entrar tenía que tener algo planeado, si hubiera estado solo habría entrado sin más, pero esta vez había alguien a la que quería proteger y no se perdonaría que por su culpa le pasara algo.

Rodeó con cuidado el fuerte sin que lo vieran, no quería alertar a los soldados, antes de entrar tenía que estar seguro de que allí se encontraba Nahimana, porque si no lo era y lo atacaba sin más, podría poner en alerta a los fuertes cercanos haciendo que doblaran la guardia, y de esta manera todo sería más complicado para él y para la joven.

Connor subió a lo más alto de un árbol, cerca del fuerte, el árbol era lo bastante alto como para poder ver todo el fuerte desde arriba. Contempló cómo se ditribuían los soldados para hacer las guardias, donde habían más y donde menos, también vió una caseta que era donde descansaban los que no estaban de guardia, y cerca de esa caseta estaba ella, Nahimana.

El joven no pudo evitar sentir más odio hacia los casacas, no podía creer que todavía le siguiera arrebatando las personas a las que quería, ellos fueron los causantes del incendio de su aldea y de la perdida de su madre y ahora también tenían a la mujer que amaba, pero a ella no la perdería, no se lo perdonaría nunca.

Nahimana estaba casi en el centro del fuerte, estaba sentada en el suelo, con las manos hacia arriba, las tenía amarradas a un poste, su aspecto era lamentable pero su en su rostro no había el más mínimo signo de miedo, al contrario mostraba un odio y valentía del que podía estar orgullosa, ella nunca le mostraría debilidad a nadie y aún menos a unos casacas rojas.

Connor comenzó a bajar poco a poco del árbol, había localizado un sitio por el que entrar donde no habían muchos soldados, solo dos o tres, si era rápido nadie se percataría de su presencia, tenía que ser así de lo contrario podrían matar a Nahimana. El joven se quedó escondido por unos matorrales cercanos, a la caída del sol, se dispondría a entrar al fuerte.

Memories of DavenportDonde viven las historias. Descúbrelo ahora