Chapter 19: Just for tonight

44 7 4
                                    


"Los finos dedos del más joven danzaban sobre las copiosas teclas del piano, destilando una suave melodía. A su lado, un mudo Yesung escuchaba con pasión aquella pieza. La imagen se distorsionaba a la vez que la música quedaba reducida a un lejano eco. Se abría paso una vieja escena que erizaba el vello del soñador. Ni rastro de la dulce canción, ahora las agitadas voces emanando de su pecho era lo único que se escuchaban. Reclamos que no eran contestados, escudriñó el rostro de Yesung en busca de una silenciosa contestación; sin embargo, el mayor parecía imperturbable. Lo único que delataba su incipiente tensión eran los nudillos blancos por la fuerza con la que presionaba el volante del coche. Se podían apreciar las pupilas dilatadas del conductor, aun así los reclamos no cesaban. Yesung su unió a los gritos, creando un coro in crescendo, como si se tratase del punto álgido de una ópera. Sus miradas se encontraron, quedando todo sumido en una aplastante oscuridad y un punzante dolor en su costado..."

Ryeowook se despertó sobresaltado. Estaba más que acostumbrado a sus asiduas pesadillas, aunque no por eso dejaban de resultarle perturbadoras. Observó al cuerpo que descansaba a su lado para cerciorarse de que por culpa de su sobresalto se hubiese despertado. Sin embargo, el rostro de Siwon lucía sereno, como si estuviese inmerso en un plácido sueño. Echó un vistazo al despertador, aún podía permitirse un par de horas más de sueño; pero no le apetecía volver a tener pesadillas. Se levantó con sumo cuidado y fue hacia el baño para lavarse la cara y así poder despejar su mente. Odiaba soñar con Yesung, pero lo tenía muy presente en su mundo onírico. Era como un hilo musical que no podía sacarse de la cabeza, estaba presente en todas las facetas de su vida: leía poesía y podía recrear las largas veladas de lectura en las que ambos disfrutaban; en las fotografías que hacía por placer encontraba objetos que bien podían recordarle al pelinegro. Aún era incapaz de tocar una sola tecla del piano sin que una catarata de emociones le ahogase. Al principio la poesía había sido su vía de escape, siempre lo fue. Comenzó a escribir cartas con el fin de desahogarse y liberar sus fantasmas, sin embargo se convirtió en parte de su rutina. No tenía intención de que llegasen a manos de Yesung, pero un oscuro sentimiento de rencor fue el motor de dicha acción. Sabía que aquellas cartas estarían perturbando al bajista, sin embargo no podía dejar de regocijarse en aquel placer culpable. Hacía años se repetía a sí mismo, casi como un mantra, una frase que le acompañaría hasta la actualidad: "algún día sufrirás lo que yo sufro". Aquello fue una profecía auto-cumplida. La llegada de Siwon a su vida fue como un soplo de aire fresco, pero al ver que Yesung estaba rehaciendo su vida a la par que él sintió como su ira crecía. No podía pretender que no estuviese con nadie más, aunque tampoco era capaz de dejarlo ir: aún podía hacerle sufrir más. Las insistentes cartas parecían no distanciarle de Kibum, como si su relación fuese más sólida que la que ellos disfrutaron años atrás. Y aquello era más doloroso que un disparo. El mayor había sido todo para él, su gran amor, aunque parecía que Kibum era un buen sustituto. Él mismo se repetía que lo más sano era alejarse de Yesung, hacer su vida como si nunca le hubiera conocido, pero el corazón juega malas pasadas. El sentimiento masoquista de necesitar saber constantemente del otro, aunque le hiriese; el sentimiento auto-compasivo que saboreaba a diario. No le apetecía seguir en aquella casa, sentía como si estuviese siento hipócrita con Siwon y el modelo no se merecía eso. Antes de entregarle su corazón debía sanarlo, y no se le ocurría mejor forma que hacer una catarsis en el ahora abandonado piso de Yesung.

Sabía que su rostro debía estar pálido tras la pesadilla y el cúmulo de pensamientos que le hostigaban, pero no le apetecía ocultarse tras maquillaje. Cogió las llaves de su auto, conducir siempre le resultaba terapéutico, su forma de sanar traumas antiguos. Conducir le hacía sentir que él tenía el control y amaba esa sensación. Condujo hasta el extrarradio donde se encontraba su destino: un modesto bloque de pisos. Subió las escaleras con tedio hasta que dio con la puerta recientemente precintada. Se deshizo de las tiras que le impedían el paso y se adentró en la inhóspita casa. Observó la sobria habitación, sintiéndose diminuto. Se quedó perplejo al ver el montón de cartas que no reconocía como suyas. Pronto entendió de qué se trataba, por lo que decidió ponerse cómodo para concetrarse exclusivamente en su tarea lectora. Leyó cada una de las cartas que Yesung había dejado expresamente para él, luchando inútilmente para no comenzar a llorar. Recogió la fotografía de ellos dos con sumo cuidado a la par que derramaba gruesas lágrimas. ¿Debería dejarlo ir o aferrarse a él como se aferraba a esa vieja fotografía? Inspiró una fuerte bocanada de aire, tratando de deshacer el nudo de su garganta. Con cuidado, recortó las cartas quedando reducidas a un cúmulo de palabras inconexas. Como si de un puzle se tratase, las recolocó dando forma a un nuevo poema. Esparcidas en el suelo, los recortes conformaban una hermosa composición que rezaba una poesía de Yong Tae Min:

Real Wild ChildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora