XXIII

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Peiskos:
Nos cambiamos por nuestra ropa ambigua y nos secamos el pelo con una toalla.
Encendemos la fogata y nos sentamos delante de ella.
Extiendo mis manos saboreando el calorcito que emana del fuego.
—Mirad las estrellas—Dice sorprendida y emocionada la morena.
Miro arriba y mis ojos se abren de la impresión.
Estamos acostumbradas a ver un cielo estrellado, ¿Pero aquello? Aquello es un cielo completamente cubierto por estrellas, se veía claramente la vía láctea.
Nos tumbamos, nos tomamos de la mano y miramos el cielo.
—Todo va ha cambiar cuando volvamos ¿Verdad?—Dice la azabache a mi izquierda
—No puede ser igual—Dice la morena a mi derecha.
—No debe ser igual—Recalco yo.

Suspiramos y como en un cuento, agarradas de las manos, y en una playa paradisiaca y desértica escondida en un punto donde nadie conoce. Las tres dormimos

Mi último veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora