Capítulo 6. ENOJOS

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En la foto: Luca Galván.

Enojos.


O no.

— Listo — la voz de Josh dispersa mis pensamientos —. Vamos a la habitación de huéspedes, saquemos algunas almohadas y sábanas.

Él comienza a subir las escaleras conmigo pisándole los talones.

La habitación de huéspedes se ubica al final del pasillo, a la derecha de la habitación de Josh.

Entramos, él comienza a buscar lo que necesita y yo pienso en cómo podría colaborar.

— Si quieres pásame algunas almohadas para ayudarte.

Lanzó en la cama todo lo que había recolectado, apoyándose de la pared, cruzado de brazos.

Ese suéter negro le queda bastante bien.

Me mira expectante.

— ¿Qué? — pregunto incómoda de tener toda su atención.

— He sido abierto contigo, no te he mentido nunca y no estoy recibiendo de vuelta lo que esperaba — dijo, con total seriedad, revolviendo mi estómago.

Con él siempre tuve la sensación de que podía ver más allá, a través de mí.

— No entiendo a qué te refieres, Josh.

Sé a qué se refiere, eso no significa que desee conversar.

— ¿No vas a contarme qué sucedió hoy?

— Ya te lo he contado.

— No te creo, tampoco a Amanda — perdió su postura al acercarse para quedar cara a cara —. Sé que has llorado, tus ojos rojizos te delatan — tomó mi brazo izquierdo corriendo la manga del vestido —, te aprietas las muñecas al rodear tus piernas con los brazos, pero no eres consciente de ello, yo sí — se separó un poco de mí, soltándome y señalando mis piernas —. Tienes las rodillas rojas, eso no sé por cuál motivo será, todo en ti dice “no estoy bien”.

Abrí la boca para decir algo que me sacara de apuros, inmediatamente la volví a cerrar notando su expresión carente de humor.

— Si vas a soltar un montón de mentiras, no necesito escuchar nada — dándome la espalda recogió de la cama las cosas que había esparcido.

Lo tomé del brazo deteniéndolo, deseando borrar el enojo.

— Lo siento — suspiré —, en algún momento te contaré, por ahora confórmate con saber que estoy bien.

Su rostro se arrugó al escuchar mis palabras.

— No confías en mí — sonó herido.

— No se trata de eso.

— Es algo grave lo que pasó, me pides que me conforme con saber que estás bien, tal vez físicamente lo estás, mentalmente no. No sólo tú, Amanda sonríe sin la sinceridad que la caracteriza, ¿crees que no sé cuándo mi hermana está triste? Lo sé perfectamente, la he visto sufrir durante años — hizo una pausa cargada de frustración —. Déjame ayudarte, ayudarlas.

— Josh, por favor, no ha pasado nada. Olvídalo — supliqué —. Amanda está bien, yo estoy bien, ambas lo estamos.

Se alejó hasta detenerse en el marco de la puerta.

— Piensas que soy un imbécil que no ve lo evidente.

Atravesó la puerta. Ahora sólo somos mi culpa y yo en estas cuatro paredes.

Carga liberada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora