Extra.

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*Manuela*

Siento un leve cosquilleo en mis piernas y las sacudo un poco.

Estoy agotada y no he hecho nada en todo el día. La vejez me ha alcanzado.

Andrés está trabajando, Aiden está encerrado en su habitación y Violet comparte una tarde con su grupo de amigas.

Muchas veces me siento inservible, algunos días estoy con la capacidad de hacer lo que quiero. Pero otros días no puedo hacer absolutamente nada porque me puedo romper hasta la madre.

Tengo dos hermosos hijos, un esposo maravilloso y un lugar tranquilo en donde habitar.

Todo ha pasado demasiado rápido, mis hijos crecen y me siento como la Suprema. Mis fuerzas se debilitan y la de mis brujitos se fortalece. Solo que yo si quiero lo mejor para ellos.

Pienso en todo lo vivido y sonrió. No me arrepiento de nada.

Decido levantarme de la cama con cuidado y me dirijo al baño, tengo que visitar a mis viejos padres y mi joven hermano. Debo salir ahora mismo, si pasó por mi cabeza quedarme en casa, pues perdóname señor, porque esta mami se va pa' la calle.

Camino y algunos huesos traquean, pero aquí no me quedo ni un minuto más.

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-Madre- llama mi hijo a la puerta dos veces.

-Pasa mi cielo- le pido.

La puerta se abre y puedo apreciar el precioso semblante de mi hijo. Es idéntico a su padre.

-Vengo a decirte algo- notifica.

-Pues dimelo- fijo mi mirada en él.

-Me haré una expansión-

-¿Sí?- pregunto fingiendo asombro.

Él me me mira confundido y responde.

-Sí-

-Mijo, ¿y por qué no se expande el culo mejor?-

Rueda los ojos, pasa la mano por su rostro y la otra la mantiene apoyada sobre su cintura. Niega con la cabeza y ríe entre dientes.

-Te amo madre, eres la mejor- me abraza.


*Violet*

-Pruébate éste, te quedará mucho mejor- le sugiero a mi amiga.

-No sé, siento que este azul no combina con el contraste de mi piel- dice.

-No seas tonta Kendall, al contrario, el azul te hace ver más llamativa. Al fin eso es lo que te gusta, sobresaltar, ¿no?- opina Alix con un poco de rudeza, ella es la menos femenina de todas, pero tiene buen gusto.

-¡Joder!- exclamo mientras llevo mis manos a la parte baja de mi abdomen. Los cólicos me quieren matar.

Según mi app me bajaría en cuatro días, pero ya siento humeda mi vagina.

Corro hacia el vestíbulo y quito el costoso pantalón que me probaba.

El pantalón se ha alcanzado a manchar y no sé que hacer.

Pongo mi pantalón y mi blusa. Mis amigas me preguntan cosas que no logro entender a causa de la desesperación. No tengo dinero para comprar el pantalón y ahora lo he manchado.

Una descabellada idea se cruza por mi cabeza, estoy segura que con esta me salvaré.

Meto el pantalón manchado en mi colorida mochila. Sigo sangrando y el pantalón que llevo puesto está notablemente rojo en la parte trasera. Hago lo posible para que me baje más y cuando ya estoy lista, pongo mi mejor cara de horror y salgo del vestíbulo.

-¡Ayuda!, estoy sangrando, ayuden a mi bebe por favor, estoy embarazada- grito como loca y todos fijan su mirada en mí. Algunas vendedoras se acercan, me piden que me calme y me acompañan a la salida. Me suben a un taxi con mis amigas y le indican al conductor que me lleven al hospital.

Llegamos al hospital más cercano y el conductor me ayuda a bajar, Alix paga y un hombre se acerca y me ayuda a sentar en una silla de ruedas.

Me ingresan por urgencias y me piden que espere. ¿Qué diré ahora?

El enfermero desaparece por una de las puertas y yo aprovecho para salir corriendo.

Tomo a mis amigas de las manos y las jalo. El vigilante reacciona y corre tras nosotras, los cólicos son cada vez más fuertes pero no me puedo detener. 

A lo lejos diviso una droguería, acelero el paso y entro en esta con mis amigas. El aire me falta y mi garganta está totalmente seca. Mi corazón late con furia y mi respiración es pesada e irregular.

Mis amigas se dejan caer al suelo agotadas. Me río, no se por qué, pero todo esto me causa gracia. Observo a mis amigas y empezamos a reírnos con fuerza. Me detengo y miro a mi alrededor.

Hay aproximadamente diez personas y todos nos miran como bichos raros.

Un chico de ojos color miel me observa y luego el piso. Él está detrás del mostrador, toma algo de una caja y lo eleva.

-¿Necesitas una?, manchas mi piso- dice. Fijo mi mirada en el objeto y me doy cuenta que es una toalla sanitaria.

Miro el piso y veo un pequeño charco de sangre.

Tragame tierra.








Maldito Andrés °Sin Corregir°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora