¡Iré contigo!

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Narrado por Andrés.

Me siento agobiado, preocupado, desesperado; dentro de dos días me iré y aún no he tenido el valor de decírselo a Manuela.

Todo estaba marchando bien, pero parece que la vida no esta satisfecha con tanto dolor y decepciones que hemos vivido.

Manuela todavía sigue en el baño, por lo que decido tomarme la pastilla como lo indico el doctor hasta el día del viaje.

Mi madre se enteró de mi estado de salud y contactó a uno de los mejores médicos y cirujanos de Estados Unidos.

Dentro de dos días me someteré a una cirugía y no sé si pueda volver, solo quiero pasar estos últimos días con ella.

Levanto mi puño a la altura de mi mandíbula, abro la mano e introduzco la pastilla a mi boca, la trago y tomo aire.

-Andrés, ¿para qué era esa pastilla?- pregunta Manuela con el entrecejo levemente arrugado y la toalla alrededor de su definido cuerpo.

-Son anticonceptivos- respondo torpemente. Fue lo más estúpido que pude decir.

-¿Anticonceptivos?- pregunta.

-Sí- afirmo aún sabiendo que no me cree, porque es ilógico lo que he dicho.

Muchas veces me considero la persona más estúpida del mundo, he aquí un ejemplo del por qué.

Le doy la espalda y me preparo mentalmente porque sé que preguntará muchas cosas y no dudaré en decirle la verdad, ella tiene derecho a saberlo, confío en que me apoyará.

-Andrés, hay algo que no entiendo todavia- dice, no puedo ver lo que hace, pero por el tono de su voz deduzco que está ávida por preguntar y obtener respuestas.

-¿Qué?- pregunto mientras giro mi cuerpo para mirarla.

-¿Por qué te desmayaste si no te golpearon?, ¿por qué estuviste dos días en el hospital si no te hicieron nada?- pregunta arrugando su entrecejo como tratando de recordar.

-Para revisiones, sí, eso... Revisiones- soy un cobarde, no tengo el valor suficiente para pronunciar aquellas amargas palabras.

-Quiero saber la verdad, Andrés-

Mis ojos pican, no sé como lo vaya a tomar, pero lo tengo que decir.

Paso mis manos por mi rostro, ella se sienta a mi lado y acaricia mi espalda dándome consuelo y fuerza.

-Manuela yo... Tengo un tumor y si no lo tratamos con tiempo, se puede convertir en algo más grave- confieso por fin- vine a tu casa porque en dos días tengo que viajar, me operarán y no sé si volveré, por eso vine a disculparme contigo- termino de hablar.

La miro, pero parece no estar escuchándome, el asombro y la duda al mismo tiempo plasmados en su rostro.

-No, no llores- le ruego cuando veo sus ojos llenarse de lágrimas y su expresión cambiar a una de terror y desespero.

Manuela se desploma entre mis brazos. La levanto y la acuesto sobre la cama, abro la puerta y bajo la escaleras hasta llegar a la sala.

-Señora, Manuela se ha desmayado- le informo a su madre que se encuentra sentada en el sofá con una taza de café entre sus manos.

Ella se levanta con prisa dejando la taza a un lado, me repara por unos segundos y niega con la cabeza mientras sube las escaleras.

Bajo la mirada y me percato que tengo el torso desnudo y que la cremallera de mi pantalón está abierta.

Me organizo un poco y subo de nuevo por las escaleras.

Manuela se encuentra aún recostada sobre la cama, su madre moja una pequeña bola de algodón con alcohol y lo acerca a su nariz.

-Si no despierta la llevaremos al hospital y vístete por favor- habla sin mirarme.

Busco mi camisa por toda la habitación y cuando la encuentro, me la pongo. Manuela abre los ojos y toma una bocanada de aire como si le faltara.

-Andrés-

Me acerco y ella me estrecha entre sus delgados brazos como si estuviera decidida a no soltarme nunca.

La abrazo vuelta y escucho como su madre se levanta, sale de la habitación y cierra la puerta.

-Iré contigo- musita y me abrazaba con más fuerza- no creas que me quedaré aquí sabiendo que puedo estar allí contigo, si quieres nos podemos ir hoy para que estemos más tiempo juntos y te prepares para la operación- propone mientras se separa de mí, corre hasta su guardarropas y saca una maleta.

Me acerco rápidamente a ella y la tomo del brazo.

-Manuela, no creo que...- decia pero me interrumpe con su fuerte exclamación.

-¡IRÉ CONTIGO TE DIGO!- grita segura de sus palabras mientras estampa su puño contra la pared.

-Esta bien, irás conmigo- cedo y beso la coronilla de su cabeza.

Se aleja de mí y deja caer la toalla que llevaba alrededor de su cuerpo dejándome contemplar su desnudez.

De un pequeño cajón saca unas bragas y se las pone, ella se percata de mi mirada y su rostro se tiñe de un rojo vivo. Me doy media vuelta y me siento en la cama dándole la espalda.

-Empacaré e iremos a tu casa a recoger tus cosas- la escucho decir a mis espaldas.

Asiento lentamente y de cierto modo me siento tranquilo, porque ella me demuestra con cada acción, expresión y palabra que en realidad me ama.






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Maldito Andrés °Sin Corregir°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora