Capítulo 29: Adiós, Miami.

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Abby.

Ocho y media de la mañana.

Y ya estoy de pie mirando mis dos maletas listas con la ropa necesaria y zapatos. Además de otras cosas necesarias para mi higiene y accesorios. Bueno, casi listas, me falta la de la ropa.

Sé que me iré unos cuatro o tres meses pero sin duda extrañaré estar aqui en Miami. A mis amigas y a mis padres. A Ann y... No, Mike, no.

Sí, sigo molesta con él.

Pero los extrañaré a todos, no verlos todos los días ya será algo nuevo y tendré que vivir con eso al menos unos meses. Y también aprender a convivir con otras personas, nuevos rostros, en un nuevo instituto. Que prácticamente es un internado según mamá. Genial, de todos modos estaré encerrada.

Ese internado lo pude buscar en Google cuando tuve la oportunidad, y adivinen, descubrí que llueve y bastante en Inglaterra.

Otra cosa a la cuál deberé adaptarme.

No sé porqué diablos me quejo, osea, es eso o irme a un psiquiátrico. No quiero volver a ese lugar ni tener que aguantar que me forcejeen para cedarme.

En Inglaterra supongo que tendré la oportunidad de estar con mis abuelos, terminar mis estudios y asistir a terapias para que me ayuden con este maldito trastorno.

Dejando eso de lado, aun no me olvido de ese sueño raro que tuve ayer. Soñar con Samantha es algo que no sucede todos los días, es más nunca me habia pasado y por eso estoy tan desconcertada.

Verme ahí con una sonrisa macabra diciendo que siempre estará en mi cabeza me da escalofríos y mucho miedo. Tengo miedo de que ella se apodere de mi y le haga daño a las personas que más quiero. Tengo miedo de no saber controlarlo.

Controlar suena a que debo controlar algún poder mágico, solo que yo debo controlarme a mi misma.

—Abby, te traje el desayuno.

La voz de Ann entrando a mi cuarto hizo que saliera de mi trance y pegara un pequeño susto.

Ella está parada en la puerta viéndome extrañada sosteniendo un plato con hotcakes y un vaso de jugo de naranja.

Verla ahí me recuerda bastante a mi sueño de anoche.

—¿Te sucede algo? —pregunta.

Pestañeao repetidas veces y respondo.

—No, nada, sólo me asustaste —acomodo el hoodie color violeta que me regaló Lucy para mi cumpleaños número 17.

Ella no muy convencida deja el plato y el vaso encima de mi escritorio. Puedo ver lo guapa que se ve, mi hermana es muy preciosa, es una persona muy dulce pero irritante cuando quiere serlo. Ese conjunto color blanco se le ve muy bien. Lleva un jogger y un poleron del mismo color.

Se cruza de brazos mirandome fijamente y buscando algun rasto de mentira en mi rostro.

Se me es inevitable no entornar los ojos, detesto que me miren asi.

—¡Ajá! —me señala con su dedo índice.

Frunzo el ceño.

Escuadrón Anti-Chicos© (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora