Capítulo 26

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Maratón: 3/Hasta el final



Las tres chicas estaban sueltas, cada una en su casa. Sakura decidió que la segunda generación iría a Suna, junto a Gaara. Por suerte, él le debía un favor a Naruto, y Naruto a ella por haberle mentido durante mucho tiempo.
La cuestión era cómo se tomó el tener que hacer de canguro, aunque sonrió, porque si trataba de ayudar el Kazekage siempre estaba dispuesto. Además... ¡trataba de sus sobrinos y de sus amigos! Y Sakura también los ayudaría a ellos, ya que no sólo Konoha estaba en peligro.

—¿Estás cansada?—le preguntó el Uchiha con una voz algo suave. Su corazón usualmente comenzaba a latir fuerte al verla. No era sólo amor, también preocupación. Sabía que, en cuanto despertara, quizás ella ya no estaría. Sentía que si parpadeaba la perdería... de nuevo—. ¿Puedo hacerte un té?

—¿Eres Uchiha Sasuke?—siseó la Haruno mirándose en el espejo. Estaba sentada en el tocador, pensando en qué maquillaje utilizar el día siguiente. Aquel concurso idiota. Al final se decantó por no usar maquillaje. Natural quedaba mejor, tuvieras el rostro que tuvieras—. Jamás me habías-

—Mentirosa. Muchas veces te he hecho tés.

—Quiero una infusión, por favor.

El Uchiha caminó hacia la cocina. Sacó de su cajón un sobre que lo dejó encima de la encimera. Rápidamente, comenzó a hervir agua.

Sakura apareció por detrás, observando la espalda de aquel muchacho.

—¿Estás nervioso?—le preguntó a Sasuke.

Quería saber la respuesta, pues ya era bastante extraño su comportamiento.

—Posiblemente más que tú.

—Jamás te había visto tan nerviosa.

—Mentirosa.

En cuanto el agua hirvió, la retiró para servirle a la pelirosa. Le entregó el vaso ignorando lo que quemaba. La pelirosa lo tomó, pero de seguida lo soltó haciendo que el cristal se rompiera en cuanto contactó con el suelo de una manera chocante. Se agachó para recoger los cristales esparcidos, pero una mano la detuvo. Al elevar la vista, los ojos ónix de Sasuke estaban demasiado cerca que los de ella. Aun estando agachados se notaba la diferencia de altura.
Respiró su aroma a lavanda y notó su masculinidad. La bola en su garganta, el cabello corto que tenía... incluso notó un leve corte en su barbilla, probablemente de haberse afeitado.
Qué ironía. Sasuke controlaba la espada pero no la maquinilla de afeitar.

—Yo me encargo. Ha sido culpa mía. Debí de haber avisado.

La Haruno cayó ante su voz varonil. Mordió la parte inferior de sus labios observando las facciones del Uchiha mientras sentía un hormigueo recorrer todo su cuerpo.

—Sasuke.

Sasuke inclinó una de sus cejas.

—¿Qué?

—Si algo me ocurre... dime que cuidarás de Sarada-

—Nada te ocurrirá—interrumpió el azabache—. No lo permitiré.

—Sabes que no dependeré de nadie, Sasuke.

—Lo sé.

—Pero aun así necesito depender de tu promesa. Prométemelo. Prométeme que la cuidarás.

Sasuke comenzó a recoger cada pedacito de los cristales rotos que estaban esparcidos por la cocina, cerca de la pelirossa.

—Te lo prometo—aunque en el fondo sabía que nada pasaría.

El perdón de la flor de KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora