Capítulo 6

3.9K 329 103
                                    

Y el rubio juntó sus pequeños labios con lo de la Uchiha a traición. Fue solo un momento, pero para él bastó. Bastó para confirmar sus sentimientos hacia la chica de cabellos azabache y bastó para averiguar que no quería solo permanecer a su lado. Quería algo más. Inojin quería que Sarada fuese solo para él, quería poder dibujar ese hermoso rostro de porcelana en el lienzo y que todos admiraran aquella obra de arte. En cuanto separó sus labios de los de ella, sonrió.

—Lo siento, Sarada-chan—se disculpó—. Quizás no te guste lo que acabo de hacer, quizás incluso si te enterases no me volverías a hablar... pero siento haberte arrebatado tu primer beso. Pero, por una parte, me alegra de que sea mío y no de Boruto. Al fin soy primero en algo, ¿verdad?

La Uchiha, con una respiración bastante regular, siguió durmiendo sin percatarse de nada mientras Inojin se colocó a su lado, mirando las estrellas.

—Son tan bellas...—y sacó un pequeño papel de su bolsillo. Lo desdobló, y con un lápiz portable comenzó a dibujar a Sarada, aquella bella durmiente del árbol.

Intentó contrastar sus labios carnosos, sus largas pestañas, el efecto de la luz de la luna en su hermoso cabello azabache, sus mejillas sonrojadas por el frío, y su cuello, aquel cuello que tenía mucho que desear.

Sonrió al ver que clavó el dibujo, el dibujo de una princesa.

Después de haberlo hecho, inclinó su cabeza para apoyarla en el árbol e intentó no cerrar los ojos, pero qué demonios, él también estaba cansado así que, cedió.

***

La pelirosa no dejó de caminar por su casa impaciente a un mensaje. O una pista. Algo que le dijera que su hija estaba bien, pero no, en vez de eso llamó al teléfono de Ino.

—¡Ino-cerda!—gritó algo desesperada—. ¡Mi hija! ¡No está!

Ino no se sorprendió nada, tan solo bufó.

—Inojin tampoco está.

—¿Por qué no pareces preocupada?—inquirió la amiga de la rubia.

—Eso es porque sé que Inojin es muy fuerte, así que, no debes de preocuparte tampoco, frentona. ¡Tu hija está en buenas manos!

Sakura intentó no perder los nervios en ese momento, pero decidió seguir hablando.

—¡Te quiero mucho, lo sabes, pero eso es una idiotez! Además, con lo del folleto no puedo estar aquí, Ino-cerda. ¿Y si las mismas personas que tomaron la fotografía quieren a mi hija? Además, ¡¿dónde coño están?!

—Están fuera de Konoha, Inojin tenía planeado algo ahí.

Sakura comenzó a tranquilizarse. Solo porque confiaba plenamente en las habilidades de su hija y de su sobrino Inojin, aunque, a pesar de todo, realmente lo hacía porque sabía que perdiendo la cabeza nunca podría conseguir algo.

—Vayamos a buscarlos.

—Volverá, frentona, confía en mí.

Y la pelirosa gruñó colgando el teléfono. Lo dejó en la cómoda y comenzó a andar de forma desesperada de nuevo.

Por suerte para ella algo la distrajo de sus pensamientos pesimistas, y no fue nada más y nada menos que el sonido del timbre. En cuestiones de segundo ya estaba al otro lado de la puerta viendo por el rabillo un rostro bastante familiar para ella: Rock Lee. Rio en cuanto lo vio y de seguida lo dejó pasar.

—Lee-san—saludó la oji-jade—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine por ¿aburrimiento?—rio él de forma alegre pasando al recibidor. Se sacó los zapatos y observó a la Uchiha, quien le lanzó una mirada de sospecha—. Está bien—declaró—. Estoy preocupado por los folletos.

El perdón de la flor de KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora