Le pedí que no dijera nada y subí. En el perchero, junto a la puerta de cristal, colgaban el sombrero de mi padre y la sombrilla de mi madre; el hogar y la ternura me salían al encuentro en aquellos objetos, y mi corazón les saludó agradecido y suplicante, como el hijo pródigo a las viejas estancias de la casa paterna. Pero todo aquello ya no me pertenecía; era el mundo claro de los padres y yo me había hundido profunda y culpablemente en el torrente desconocido. Me había enredado en la aventura y el pecado, me amenazaba el enemigo, y me esperaban peligros, miedo y vergüenza. El sombrero y la sombrilla, el viejo suelo de ladrillo, el gran cuadro sobre el armario del pasillo, y desde el cuarto de estar la voz de mis hermanas mayores: todo aquello me resultaba más querido, más delicado y valioso que nunca, pero ya no era un consuelo y un bien seguro, sino un vivo reproche. Esto ya no era mío; yo no podía participar más de su alegría y tranquilidad. Llevaba en las botas barro que no podía limpiar en el felpudo, y traía conmigo sombras de las que el mundo del hogar nada sabía. Cuantos secretos y temores había yo tenido, habían sido un juego y una broma comparado con lo que traía hoy a estas habitaciones. El destino me perseguía; hacia mí se tendían unas manos de las que mi madre no podía protegerme y de las que nada debía saber. Que mi delito fuera hurto o mentira -¿no había jurado por Dios y mi salvación?- importaba poco. Mi pecado no era esto o aquello; mi pecado era haber dado la mano al diablo. ¿Por qué había ido con ellos? ¿Por qué había obedecido a Kromer en vez de a mi padre? ¿Por qué había inventado la historia del robo? ¿Por qué me había vanagloriado de un delito como si se tratara de una hazaña? Ahora el diablo me tenía agarrado por la mano; ahora el enemigo me perseguía.
Por un momento no sentí miedo por el día siguiente sino la terrible certidumbre de que mi camino iba cuesta abajo, hacia las tinieblas. Sentía claramente que a mi delito seguirían forzosamente otros, que mi presencia ante mis hermanas, mi saludo y mis besos a mis padres eran mentira porque yo llevaba en mí un destino y un secreto que escondía ante ellos.
Durante un instante tuve un destello de confianza y esperanza al ver el sombrero de mi padre. Podía decirle todo y aceptar su sentencia y su castigo; podía hacerle mi confidente y mi salvador. Esto sólo significaría una penitencia, como lo había hecho muchas veces, una hora difícil y amarga, un pedir perdón arrepentido y contrito.
¡Qué dulce me parecía aquello! ¡Cómo deseaba hacerlo! Pero era imposible. Sabía que no lo haría. Sabía que ahora guardaba un secreto, una culpa que tenía que llevar yo solo. Quizá me encontraba ahora en un momento crucial; quizás iba a pertenecer desde ahora al mundo de los malos, a compartir secretos con los malvados, a depender de ellos, a obedecerles y a convertirme en uno de ellos. Había jugado a ser hombre y héroe y ahora tenía que soportar las consecuencias.
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DEMIAN - Hermann Hesse
Acak•HERMANN HESSE "Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil? " ❗❌ Esta obra NO ME PERTENECE, el autor original es Hermann Hesse. La publique en esta app para la personas que no cue...