Nunca había dicho Pistorius nada que me llegara tan hondo. No pude contestar nada. Lo que me había impresionado vivamente era la coincidencia de estas palabras con las de Demian, que yo llevaba en mi alma desde hacía años. Los dos no se conocían y los dos me decían lo mismo.
-Las cosas que vemos -dijo Pistorius con voz apagada- son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos vive tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Sinclair, el camino de la mayoría es fácil, el nuestro difícil. Caminemos.
Unos días más tarde, después de haberle esperado dos veces en vano, le encontré por la noche en la calle. Apareció por una esquina solo, empujado por el frío viento nocturno, dando traspiés y completamente borracho. No quise hablarle. Pasó junto a mí sin verme, con ojos alucinados y muy solos, como si siguiera una llamada misteriosa desde lo desconocido. Le seguí hasta el final de una calle. Pistorius se alejaba, como arrastrado por un hilo invisible, con paso fanático y a la vez descoyuntado como un fantasma. Entristecido, volví a casa, a mis sueños sin remedio. «¡Así renueva él el mundo en su interior...!», pensé; pero en seguida me di cuenta de que aquel era un pensamiento bajo y moralizante. ¿Qué sabía yo de sus sueños? Quizá caminara en su borrachera por un camino más cierto que yo con mis miedos. En los recreos entre las clases había advertido que un compañero al que nunca había hecho mucho caso buscaba mi compañía. Era un chico pequeño de aspecto débil, delgado, con pelo fino y rojizo, que tenía algo especial en su mirada y en su comportamiento. Una tarde, cuando yo volvía a casa, me esperó en la calle, me dejó pasar, corrió detrás de mí y se quedó parado delante de la puerta de mi casa.
-¿Quieres algo de mí? -le pregunte.
-Quería solamente hablar contigo -dijo tímidamente-. Por favor, acompáñame un poco.
Le seguí y noté que estaba muy excitado y expectante. Sus manos temblaban.
-¿Eres espiritista? -preguntó de golpe.
-No, Knauer -dije riendo-. Ni por asomo. ¿Cómo se te ha ocurrido?
-¿Pero eres teósofo, verdad?-Tampoco.
- ¡Oh, no te cierres así! Intuyo que en ti hay algo especial. Se te ve en los ojos. Estoy seguro de que tienes trato con los espíritus. ¡Y no pregunto por curiosidad, Sinclair! Yo mismo estoy buscando, ¿sabes?; ¡y me siento tan solo!
-Anda, cuéntame -le animé-. Desde luego, no sé nada de espíritus; pero vivo en mis sueños y tú lo has notado. El resto de la gente también vive en sueños, pero no en los propios. Ahí está la diferencia.
-Sí, quizá -murmuró-. Lo que importa es qué clase de sueños se vive. ¿Has oído hablar de la magia blanca?
Tuve que responder que no.
-Pues consiste en aprender a dominarse. Así se hace uno inmortal y adquiere poderes mágicos. ¿No has hecho nunca ejercicios de esos?
A mis preguntas interesadas sobre esos ejercicios contestó con evasivas misteriosas, hasta que decidí marcharme. Entonces empezó a hablar.
-Verás, cuando, por ejemplo, quiero dominarme o concentrarme, hago uno de esos ejercicios. Pienso en algo: una palabra, un nombre o una figura geométrica. Pienso intensamente, con todas mis fuerzas, e intento imaginármelo dentro de la cabeza hasta que lo siento dentro. Me lo imagino en la garganta y así sucesivamente, hasta que estoy saturado de ello. Entonces me siento firme y ya nada consigue sacarme de mi equilibrio.

ESTÁS LEYENDO
DEMIAN - Hermann Hesse
Aléatoire•HERMANN HESSE "Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil? " ❗❌ Esta obra NO ME PERTENECE, el autor original es Hermann Hesse. La publique en esta app para la personas que no cue...