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Como en el sueño, sucumbí a su voz y a su influjo. Asentí. ¿No hablaba por él una voz que sólo podía salir de mí mismo? ¿Que lo sabía todo? ¿Que sabía todo mejor y con más claridad que yo?
Demian me dio una fuerte palmada en la espalda.

-Entonces, estoy en lo cierto. Ya me lo imaginaba. Ahora, otra pregunta: ¿sabes cómo se llama el chico que se marchó hace un rato?

Me quedé aterrado. Mi secreto, violado, se retorcía dolorosamente en mi interior, no queriendo salir a la luz.

-¿Qué chico? No había ningún chico aquí, solamente yo. Se echó a reír.

-Dilo, anda -dijo riendo-. ¿Cómo se llama?

Murmure:

-¿Te refieres a Franz Kromer?

Asintió satisfecho.

-¡Bravo! Eres un gran chico. Nos haremos buenos amigos. Ahora tengo que decirte una cosa: ese Kromer, o como se llame, es una mala persona. Su cara me dice que es un golfo. ¿Qué te parece a ti?

-¡Oh, sí -suspiré-, es malo! ¡Es un demonio! ¡Pero que no se entere! ¡Por Dios, que no se entere! ¿Le conoces? ¿Te conoce él a ti?

-Tú, tranquilo. Se ha marchado y no me conoce..., al menos todavía. Pero me gustaría conocerlo. ¿Va a la escuela?

-Sí.

-¿A qué clase?

-A la quinta. ¡Pero no le digas nada! Por favor, no le digas nada, te lo suplico.

-No te asustes, que no pasará nada. Probablemente no tendrás muchas ganas de contarme algo más de ese Kromer, ¿verdad?

-¡No puedo! ¡No! ¡Déjame!

Permaneció en silencio un rato.

-Es una pena -prosiguió-, podríamos haber continuado el experimento. Pero no quiero martirizarte. Te darás cuenta de que ese miedo que te produce no es bueno, ¿verdad? Un miedo así nos va destrozando, hay que liberarse de él. Tienes que hacerlo si quieres convertirte en un hombre. ¿Comprendes?

-Sí, tienes toda la razón..., pero no puede ser. No sabes...

-Ya has visto que algo sé, más de lo que tú creías. ¿ Acaso le debes dinero?

-Sí, eso también, pero no es lo más importante. ¡No puedo decírtelo, no puedo!

-¿No te serviría de nada si yo te diera todo el dinero que le debes? Podría muy bien dártelo.

-No, no. No es eso. Y te ruego que no digas a nadie nada. ¡Ni una palabra!

-Confía en mi, Sinclair. Ya me contarás un día tus secretos...

- ¡Nunca! ¡Jamás! - grité violentamente.

-Como tú quieras. Sólo pienso que quizá más adelante me cuentes más cosas. ¡Voluntariamente, por supuesto! ¿No irás a creer que yo voy a actuar como el mismísimo Kromer?

-¡Oh, no! ¿Pero no sabes nada de todo esto?

-Nada. Unicamente pienso sobre ello. Y nunca haré lo que hace Kromer, puedes creerme. Además, a mí no me debes nada.
Nos callamos un rato y me tranquilicé un poco. Pero lo que sabia Demian cada vez me parecía más misterioso.

-Me voy a casa -dijo, y se apretó más su abrigo bajo la lluvia-. Aún quería decirte otra cosa, ya que hemos ido tan lejos: deberías librarte de ese tipo. Si no puedes de otra manera, mátalo.

Me impresionaría y me gustaría que lo hicieras. Yo te ayudaría. El miedo me asaltó de nuevo. Recordé de pronto la historia de Cain. Aquello empezaba a ser terrible y empecé a llorar silenciosamente. Había demasiados enigmas a mi alrededor.

-Bueno, bueno -sonrió Max Demian-, anda, vete a tu casa. Ya lo arreglaremos. Aunque matarlo sería lo más sencillo. En estos casos, lo más sencillo es siempre lo mejor. No estás tú en buenas manos con tu amigo Kromer.

DEMIAN - Hermann HesseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora