Demian lo sostenía entre sus manos; unas veces era pequeño y gris, otras imponente y colorido, pero, según me explicaba él, siempre era el mismo. Al final me instó a comer el escudo. Cuando lo hube tragado, sentí un temor terrible de que el ave heráldica reviviera en mi, me llenara del todo y empezara a devorarme las entrañas. Lleno de terror, me desperté. Era aún noche cerrada. Me despabilé y oí que la lluvia caía dentro de la habitación. Me levanté a cerrar la ventana y pisé algo blanquecino que había caído en el suelo. Por la mañana vi que era mi pintura. Estaba en el suelo, mojada, y se había arrugado. La puse a secar entre dos secantes dentro de un libro pesado. Cuando fui a verla al día siguiente, se había secado y también había cambiado. La boca roja había palidecido y parecía más fina. Era la boca de Demian. Me puse a hacer un nuevo dibujo del ave heráldica. No recordaba muy bien su verdadero aspecto; sabía que muchos detalles ya no se reconocían, porque el escudo era viejo y había sido pintado varias veces. El pájaro estaba posado sobre algo: una flor, un cesto, un nido o una copa de árbol. No me importaba demasiado y comencé a pintar lo que recordaba claramente. Por un impulso indeterminado comencé en seguida con colores fuertes. La cabeza era en mi dibujo amarilla. Fui pintando según el humor que tuviera y acabé al cabo de unos días. Resultó un ave de rapiña con una afilada y audaz cabeza de gavilán, con medio cuerpo dentro de una bola del mundo oscura, de la que surgía como de un huevo gigantesco, sobre un fondo azul. Mientras más miraba mi obra, más me parecía que era el escudo coloreado que había visto en mi sueño. No me hubiera sido posible escribir una carta a Demian, aunque hubiese sabido su dirección. Pero, guiado por la vaga intuición que determinaba todos mis actos, decidí mandarle el dibujo del gavilán, llegara o no a sus manos. No puse nada encima, ni siquiera mi nombre; recorté cuidadosamente los bordes, compré un sobre grande y escribí sobre él la antigua dirección de mi amigo. Luego, lo eché al correo. Se aproximaba un examen y yo tenía que estudiar más que de costumbre, para el colegio. Desde que había abandonado aquella conducta despreciable, los profesores me habían acogido otra vez con benevolencia. Tampoco era ahora un buen alumno; pero ni yo ni nadie se acordaba ya de que medio año antes todos habían dado como probable mi expulsión del colegio. Mi padre volvió a escribirme en el tono de antes, sin reproches ni amenazas. Pero yo no sentía la necesidad de explicarle a él o a quien fuera cómo se había producido aquel cambio. Era pura casualidad que hubiera coincidido con los deseos de mis padres y profesores. El cambio no me acercó más a los compañeros; no me acerco a nadie: sólo me hizo más solitario. Pero me impulsaba hacia Demian, hacia un destino lejano. Yo mismo no lo sabia, pues me encontraba en el centro de la corriente. Todo había comenzado con Beatrice; pero desde hacía tiempo vivía con mis dibujos y mis pensamientos sobre Demian en un mundo tan irreal que la había perdido totalmente de vista, incluso en mis pensamientos. No hubiera podido contar a nadie una palabra de mis sueños, esperanzas y transformaciones interiores, aunque hubiera querido. Pero, ¿cómo lo iba a querer?

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DEMIAN - Hermann Hesse
Acak•HERMANN HESSE "Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil? " ❗❌ Esta obra NO ME PERTENECE, el autor original es Hermann Hesse. La publique en esta app para la personas que no cue...