"Y con un beso, sabrás todo lo que he estado callado. —Pablo Neruda"
Sabía perfectamente que había dañado el ego de Justin Bieber, esperaba que lo suficiente, porque alguien necesitaba enseñarle a ese hombre que tiene suficiente ego para compartirle al mundo entero.
No esperaba unas disculpas de su parte cuando llegamos a la escuela el siguiente lunes. Esas dos palabras no pueden coexistir ...en una misma oración. Peor cuando abrí mi casillero ese día y un sobre cayó en mis manos, lo que menos esperaba encontrarme eran dos entradas para el partido de los Lakers de este viernes, dentro de este.
Justin apareció sonriente a mi lado, levantando un pañuelo blanco en el aire.
— ¿Qué se supone que estás haciendo?—le preguntó confusa.
—Es una bandera blanca, signo de paz. —dijo.
Viré mis ojos antes de decir: —Eso ya lo sé, me refiero a, ¿Por qué la tienes? ¿Vas a irte a la guerra o algo por el estilo? Recuérdamelo para poder celebrarlo—dije sarcásticamente, sacando mi libro de ciencias de mi casillero.
Justin me arrebató las entradas de las manos y las levantó en el aire.
— ¿Tú las pusiste aquí?—pregunto.
—No crea que haya alguien tan genial como yo para conseguir entradas tan buenas para un partido tan importante como este. ¡Son las Lakers!—exclamó—Te las he regalado como forma de disculpa, he sido un verdadero cabrón ese día.
Asentí con la cabeza emocionada, recibí las entradas y las guarde dentro de mi bolso.
—Gracias…supongo. Como sea, le diré a Caleb si puede venir conmigo, espero que sí, no quiero ir a un juego sola.
La expresión de alegría en el rostro de Justin se transformó por una de confusión y amargura, tenía el ceño muy fruncido, como si tratara de unir sus cejas de por vida.
— ¿Piensas ir con Caleb?—pregunta exaltado.
—No creo que a tu hermana le guste ir…
—Mi hermana, mi culo. No vas a ir con Caleb, ¿sabes cuánto me costó conseguirlas? Más de lo que crees, si vas a ir a ese partido va a ser conmigo. —señaló.
—Ni de coña, no quiero ir contigo. Me las has regalado, no decía en ningún momento: “El paquete incluye a un gilipollas”
Justin solo me ignoró, me arrebató mi bolso y antes que me diera tiempo para reaccionar ya me había quitado las entradas guardándolas en su bolsillo trasero de sus pantalones.
—Este es el paquete completo, bunny. Y puedes apostar que estoy todo incluido en él—dijo dándome un beso en la mejilla antes de retirarse por el pasillo, por supuesto no sin dejar de guiñarme un ojo.
{…}
Desearía poder haber rechazado esas dos entradas al partido de los Lakers, pero terminó siendo algo imposible para mí porque ciertamente ese era mi equipo favorito de baloncesto, y siempre había querido ver uno de sus partidos en vivo.
Así que el viernes en la noche, exactamente a las siete, ya estaba lista recostada en el sofá de la sala, jugando con mi teléfono. Una bocina sonó, corrí algo la ventana para ver de quien se trataba. Por supuesto, era Justin, quien era tan perezoso como para incluso acercarse a tocar la puerta como todo caballero.
Recogí todas mis cosas y salí de la mansión. Subí rápidamente al asiento del copiloto del auto. Justin aceleró instantáneamente.
—Me gusta tu perfume—comentó, sin dejar la mirada de la pista. —Combina perfectamente contigo.
— ¿Qué quiere decir eso?—pregunté curiosa.
Justin rió y negó con la cabeza, como si fuera una broma intima, por supuesto, la que yo no entendía.
Me concentré en el auto, el cual estaba pulcramente limpio. En este momento me avergonzaba del desastre que era el mío, aún no había botado toda los empaques que había dejado acumularse en la guantera. Tenía que hacer algo con eso.
El camino fue en silencio, algo raro departe de Justin, ya que el siempre intenta sacar conversación de cada minúsculo tema. Llegamos al coliseo más rápido de lo pensado, fue un milagro encontrar un estacionamiento ya que este estaba totalmente ocupado.
Nos sentamos en nuestros asiento y Justin tenía razón, eran muy buenos lugares. La cancha se veía perfectamente. Las animadoras estaban calentando en el extremo de cada equipo.
—Nunca me dijiste como lograste conseguir las entradas.
—Tengo algunos contactos. —Respondió él, y apoyó su brazo por encima del respaldar de mi asiento. —Puedes estar segura de eso. Pero yo aún no puedo creer que hubieras preferido venir con Caleb que conmigo.
Ignoré ese comentario y me concentré en la cancha pulida y brillante. Habían muchas personas a nuestro alrededor haciendo ruido y listos para ver jugar a su equipo favorito.
— ¿Por qué me diste las entradas?—pregunté. —Dijiste que no estabas arrepentido.
—Mentí. Fui un verdadero cabron, y no quise decir nada de lo que dije. Bueno, la mayor parte.
— ¿Qué parte si querías decir?
—La que quiero tener sexo contigo. —dijo como si tratase de cualquier cosa y no estuviésemos en un sitio público. Me ruboricé al instante. —Vamos, bunny. Sabes que no soy el único chico de la escuela que piensa esas cosas de ti, pero sí soy el único que valdría la pena, créeme.
—Dijo el señor autoestima demasiada alta.
Justin rió y se apoyó sobre sus codos en el asiento.
—Eres todo lo opuesto a lo que siempre he conocido, bunny. —dijo mirándome a los ojos.
Estaba segura que estaba hablando totalmente serio, por cómo me miraba, obligándome a no poder mirarlo a los ojos directamente.
Estaba a punto de preguntarle a que se refería cuando un fuerte grito se escuchó del público. Volteé a ver de qué se trataba, sin entender el momento.
— ¡Y bueno señoras, esta noche tenemos a una joven pareja enfocados, ya saben lo que esto significa!—gritó un hombre por los parlantes del estadio.
Las personas comenzaron a gritar: ¡Beso! ¡Beso! Cuando por fin me di cuenta de que trataba. En la pantalla grande del coliseo, nos encontrábamos Justin y yo, con miradas totalmente aturdidas.
Los aficionados seguían exclamando por un beso, Justin se acercó más a mí, y depositó un suave y fugaz beso en mis labios, separándose al instante.
Los espectadores comenzaron a abuchear, y el hombre del altavoz comenzó a pedir un beso verdadero. Jalé a Justin de su camiseta, acercándolo mucho más a mí. Pasé mi brazo por su espalda, manteniéndola en su cuello. Capturé sus labios, y los de él me dieron una buena bienvenida. Sus manos se quedaron estáticas a la altura de mi cintura, sin moverse para nada. Mi lengua recorrió cada centímetro de su boca, disfrutando cada uno.
Nos separamos segundos después, recibiendo esta vez, un aplauso del público.
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10 things i hate about you.
Lãng mạnElla está rota y esconde varias cicatrices en su corazón. Él tiene varios problemas consigo mismo. «Porque puedes vendar los daños, pero nunca podrás arreglar un corazón»