Capítulo dieciocho.

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"Puedes cerrar tus ojos a las cosas que no quieres ver, pero no puedes cerrar tu corazón a las cosas que no quieres sentir"

Esto se había vuelto tan malditamente incomodo.

Después de que tuviéramos la mejor de la suerte del mundo, y que la “Kiss cam” del partido nos enfocara, un silencio absoluto se había apoderado de nosotros. No hablamos por todo lo que duro el partido, y ambos estábamos ...como si estuviéramos intentando descubrir algo importante en el suelo de la cancha.

Así que cuando llegamos al estacionamiento, y ambos estábamos dentro del auto, no me di cuenta cuando Justin tomó el camino opuesto a mi casa.

—¿Dónde estamos yendo?—preguntó, hablando por primera vez después del beso.

Se aclaró la garganta antes de decir:

—Ya veras—las cuales fueron las únicas palabras que salieron de su boca hasta que el auto se detuvo enfrente de un enorme y gran mansión.

Tal vez están a punto de tomarme como exagerada, peor hombre, esto duplicaba el tamaño de mi caso, que tampoco es tan pequeña que digamos. Justin bajó del auto e hizó su camino hasta la puerta principal, él estaba a punto de entrar cuando volteó y frunció el ceño al no verme detrás de él. Me hizo una señal con la mano y me bajé de su auto rápidamente.

Le di el alcance rápidamente, y cuando lo logré al fin ambos entramos dentro del lugar.

—¿Vives aquí por lo menos?—preguntó.

El asiente con la cabeza, mientras un señor adulto se acercaba a nosotros.

—Joven Bieber, ¿lo puedo servir en algo?

Por la forma en la que hablaba y vestía, podría adivinar que era el mayordomo de la familia.

—¿Mi padre ya llego?—pregunta Justin.

El mayordomo rápidamente niega con la cabeza: —No, él acaba de hacer su camino al aeropuerto. Dijo que le avisara que no va a poder acompañarlo esta noche.

Justin automáticamente se tenso, frunció el ceño, y paso la palama de su mano por su cabello despeinandolo.

—Puedes irte, Kridten.—murmuró Justin.

El hombre se fue rápidamente, como si le asustara la reacción que estaba a punto de tomar Justin.

—¿Para que demonios me tra…

—Puedes decirle a los de servicio o al hombre que acabamos de hablar, que le indiquen al chofer que te lleve a casa, diles que es una orden de parte mía.—una lagrima rodó por su mejilla, pero Justin ni siquiera la dejo llegar hasta la altura de sus labios cuando ya la había retirado.

—¿Qué pasa, Justin?—preguntó, acercándome más a él.

—Nada. Puesdes irte a casa—dijo, dándose vuelta.

No lo deje dar un paso más, cuando llegué hasta donde estaba él, pasé mis brazos por su cintura atrapándolo e impidiéndole dar un paso más. Lo abracé fuertemente, como si mi vida se fuera con eso. Justin se quedó paralizado un segundo, hasta que etendió la situación y sujeto mis brazos.

—No me voy a ir, puedes estar muy seguro de eso—le dije, aun sosteniéndolo.—No soy de las personas que dejan a otras.

—Estoy bien, bunny—dijo soltando una risa nerviosa,—pero si quieres ir a mi cama, no tienes que poner excusas como estas.

—Un infierno si estas bien.

Justin bajó sus brazos hasta apoyarlos a la altura de mi trasero, y estaba a punto de darle un buen golpe por aprovecharse de esta situación, pero antes de darme tiempo el ya se había inclinado y me había alzado en su espalda. Por supuesto, sujetándome y asegurándose que no me cayera gracias a sus manos posadas en mi trasero. Lindo.

Caminó hasta llegar a una de las miles de puertas por las que habíamos pasado, y me soltó en la cama.

—¿Cuál es el drama con tu padre?—preguntó, mientras el se tiraba en la cama a mi lado.

—Nunca tiene tiempo para mi y…me importa una mierda eso, pero solo le pido un día de todo el año para que se quede en casa y esté conmigo. Lo único que consigo es que haga lo mismo, y te puedo jurar que se acaba de ir a echar un polvo con cualquier puta.—se quejó.

—¿Por qué hoy es especial Justin?—preguntó, esperando que la respuesta no sea que es su cumpleaños.

—Hoy se cumple cuatro meses desde que mi abuela falleció—dijo, como si lo estuviera masticando.

Supe que era algo duro para él, y lo confirmé cuando sus ojos comenzaron a brillar y las lagrimas comenzaron a rodar rápidamente por sus mejillas.

Me acerqué más a él, sin saber realmente que hacer a parte de darle un abrazo, que fue lo que volví hacer. Nunca había sido buena consolando. No me gustaba.

—Esta bien—le dije, intentando calmarlo, pasando mis manos por su sedesoso cabello.

—Solo le pido un maldito día, es su madre y ni siquiera puede ir a verla hoy. Lo odio, bunny, realmente lo hago.

—Podemos hacer algo con eso—le digo.

—¿Qué?—pregunta quitándose las lagrimas de los ojos.

—Vamos al cementerio.

Sus ojos se abrieron, totalmente sorprendido. —¿Realmente quieres ir?

Asentí con la cabeza.

—Pero deberíamos apurarnos, esta a punto de anochecer y cuando se vuelve oscuro voy a gritar como una bebé.

Justin se rió y se levantó de la cama, y antes de que abandonáramos la habitación me rodeó con sus brazos. Inclinó sus cabeza quedando a la altura de mi cuello, antes de separase de mi depositó un beso en mi cuello.

Y eso era todo, era mantequilla derretida en el suelo.

Cuando siguió su camino saliendo de la habitación, un retorcijón me apretó el estomago.

Oh santos cielos, no, no podía estar enamorándome de Justin Bieber.

10 things i hate about you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora