Cap. 43 - Ravenclaw

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Así pasaron los días, Saly parecía ser una normal muggle, Tom la acogía en su casa sin saber todavía por que ayudaba a la hija de su padre, simplemente no podía dejar su sangre en medio de un asesinato y completamente huérfana como él lo había estado, sin embargo no le daba atención a la niña, ella se pasaba el día con alguno de los elfos o con Ambar, ya que era muy pequeña, luego conoció a Nagini quien extrañamente no le causo temor alguno, Sal sabía leer y le encantaban los reptiles, además de que ese último mes su sala favorita de la enorme mansión en la que luego supo que pertenecía a su padre era la biblioteca. Otro mes después Ambar empezó a explicarle que ellos eran magos, cosa que al principio esta no creyó, pero después de varias demostraciones terminó por aceptarlo completamente sorprendida. Luego conoció a la pequeña Lolanthe, quien demostró su magia a muy temprana edad. La castaña estaba acostumbrándose a esa casa extraña, aunque no dejó de llorar a sus padres.

Era domingo 13 de febrero por la noche, Ambar y Tom estaban en su cuarto

-¿Qué harás con la niña? – pregunto la rubia sentándose en el regazo del mago

- Aún no lo sé, es mi hermana, no puedo mandarla a un orfanato – explicó Tom con cierta verdad

-Deja que se quede, es una Muggle pero es tu sangre Tom, les arrebataste a sus padres justamente pero ella no tenía la culpa de nada –pidió la rubia luego de que el la besaba con deseo como hacía mucho no lo hacía

-Tendrá que fingir ser un bruja, si algún mortifago se entera lo verán como una debilidad, aunque tampoco me importa si la niña muere – dijo él quitándose la camisa dejando ver 19 años de trabajo en su cuerpo, haciendo que su reina se sonroje notablemente –Ambar – llamó el ahora besando su cuello

-Ahm? – chillo

- Mañana iré a Hogwarts, con la excusa de buscar empleo, en realidad necesito una diadema, una que no sé dónde encontrar, simplemente sé que está en el castillo, y sé quién puede saber dónde este - explicó el

-Iré contigo, puedo ayudarte, además de que Dumbledore no te fía en el castillo –

-Tienes razón, bien –aceptó él para seguir besando el cuerpo de la bruja con cariño y deseo.

Al otro día fueron a Hogwarts, pidiendo a Dipper empleo, pero este se negó por ser el mago muy joven, y Tom fingiendo tristeza. Empezaron a caminar por los pasillos cuando se encontraron con Slughorn

-Muchachos ¿Qué los trae al castillo? – pregunto este sonriente

-Profesor, Tom solicito empleo, Dipper cree que es muy joven – explicó la rubia con un tono de indiferencia mientras rodaba los ojos

-Queríamos pasear por última vez los pasillos del colegio señor, este ha sido mi hogar – pidió este con unas sonrisa creíble mientras veía a los ojos al hombre cuando Ambar lo imito

-Oh claro, es natural que sientan aprecio por el hermoso castillos, claro que pueden pasear un rato, tal vez en vacaciones los salude así que los dejaré ahora-

-Nos vemos profesor Slughorn – saludo Ambar con otra sonrisa poco real

-Hasta luego señorita Peverell, hasta luego Tom – saludo ya empezando a caminar con una clásica risita

-Adiós señor – se despidió Tom agitando su mano y sonriendo falsamente. Siguieron recorriendo el colegio sin hablar mucho, el tiempo pasaba rápidamente, Ambar se preguntaba qué era lo que el chico tramaba y este rompió el silencio

-Necesito hablar con la dama gris – explicó el sorprendiendo a la chica quien habría levemente los ojos, el fantasma de helena ravenclaw (dama gris) era muy tímida, y no le gustaba hablar mucho con desconocidos

-¿Helena Ravenclaw? No creo que lo logres Tom, ella es muy desconfiada, una vez trate de conocerla y en el intento de decirle hola me atravesó causándome el peor de los escalofríos - el tono de frialdad de la rubia era notable, no tenía mucho entusiasmo por estar en el castillo o hablando con helena

- Yo sé dónde encontrarla y cómo manipularla - después de esto ella asintió y comenzaron a caminar hacia la torre de Ravenclaw, la noche ya estaba entrando, los pasillos oscurecían y se enfriaban. Llegaron a dicha torre, Tom se posó sobre un barandal, cuando la figura de una mujer que se transparentaba en el aire se acercaba lentamente, su cabello caía por sus hombros, su rostro era la belleza perfeccionada, llevaba un vestido largo y notablemente antiguo, y flotaba en el aire con una postura derecha sosteniendo sus manos entre ellas

-Dama gris... - Susurro Ámbar cuando la mujer se volteo a mirar a ambos chicos

-No respondo a ese nombre - hablo una voz suave y dulce, pero también seria mientras seguía moviéndose cuando Tom la siguió

-Discúlpenos, ¿usted es Helena verdad? Helena Ravenclaw, hija de Rowena – se disculpó Tom educadamente y el fantasma giró nuevamente a verlo

-¿Qué es lo que quieren de mí? - preguntó ella manteniendo su postura seriamente cuando el peli oscuro le sonrió causando simpatía en Helena

-Señorita Helena, estoy buscando un objeto, necesito su ayuda – Ámbar se mantenía atrás del chico, no se movía, no hablaba, dejaba que él se encargue – Sé que será difícil lo que le pediré -

-Sé que buscan, buscan la diadema de mi madre, pero yo no puedo ayudarlos - explicó ella marchándose pero este salió detrás

-Por favor – pidió Tom –Yo sé que si puede, sé que la robo por una buena causa y la escondió antes de escapar, quiero destruirla – hablo el chico haciendo que la muerta se detenga sin voltear

-Mejoraba la sabiduría, mi madre no la necesitaba, con el tiempo se volvió una obsesión yo... ¿Por qué quieres destruirla? – pregunto aun seria pero con dolor, ella tenía razón, a su madre no le era necesaria dichas joyas, Helena quería la sabiduría que la diadema entregaba, sin embargo no cayó en la tentación y la escondió

- Porque te entiendo, no usaría jamás esta diadema para obtener lo de Rowena, quiero destruirla antes de que caiga en malas manos, se de gente que quiere poseerla con desesperación – mintió él, haciendo que la bella mujer gire a verlo y sonriera con confianza

-En donde todo se esconde, en donde no se esconde nada, en la sala que viene y va – susurraba marchándose cuando se escondió entre los muros hasta desaparecer. Tom miró a Ambar quien había entendido a la perfección

-¡Yo lo sé! – casi gritó la rubia cuando comenzó a correr por los pasillos con el chico persiguiéndola

-¿Adónde vas Ambas? – preguntaba el cuándo llegaron a un muro vacío en un pasillo luego de varios minutos y Ambar se detuvo -¿Ambar que... - comenzó a preguntar, pero en ese momento noto como en el muro aparecía una puerta y la chica le sonrió –La sala de los menesteres... -

-Y sé dónde está la diadema, la he encontrado hace un año - explicó mientras entraban y Tom admiraba el enorme salón con los interminables pasillos de objetos y ella comenzó a correr cuando este le siguió deteniéndose luego de varios giros en una caja oscura claramente de una joya

-Muy bien querida – sonrió él. Así se fueron del castillo.

Tom Riddle: La MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora