{EDITADO} Cap. 47 - Consecuencias

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Ambar apareció en el Valle de Godric, no entendía qué hacía en este lugar, pero estaba lejos de Tom y debía pensar. Comenzó a caminar, la nieve caía esa noche de viernes, vio por las ventanas familias riendo y disfrutando, cuando se dio cuenta de lo mucho que le gustaría tener un hijo, pero tenía a sus hermanas, y por el momento eso la calmaba. Llegó a un cementerio, entró para seguir su paseo, pero en una de las tumbas vio un signo que le pareció familiar, era la marca de las reliquias de la muerte en la tumba de Ignotus Peverell, su antepasado. Fue cuando comenzó a pensar *¿Debo buscar la piedra? Así le haría honor a Ignotus, ni Voldelmort podría contra mí.* *El rayo de luz impactando en el pecho Zabinni apareció en la mente de la rubia* cayeron más lágrimas, helando aún más el rostro de Ambar *El me obligo, lo odio, seguro estaba en sus planes, lo odio tanto por manipularme a su juicio! Pero no puedo odiarlo, no, lo amo, él es... mi rey, lo amo* una mano se posó en el hombro de la rubia, esta se asustó y giro sacando su varita

-¿Cómo me encontraste? ¿Cómo llegaste? – dijo bajando su mano y abrazando a quien la asustó

- Tuve una visión donde le decías a mi hermano que aquí habías estado, le pedí a Ighor que me aparezca – Hablo Saly –Lo que hizo fue por amor y lo sabes, eres suya –

- Odie ver a Zabinni morir – lloro la rubia abrazando aun a su hermanita

-Ambar, él te beso, sabiendo que eras de Tom, mató a su propia mujer- Saly hablaba como su hermano, parecía ser el en realidad, pero era normal en la niña. Ambar recordó lo que había dicho el castaño

-Ti-tienes razón, él debía morir, él bebe... - vio a los ojos de la pequeña – regresemos, el frío es demasiado fuerte – hablo en hilo de voz, Saly sonrió asintiendo y desaparecieron, reaparecieron en la sala de la mansión.

-Ambar – dijo Tom al verla, este tenía su rostro humano, ella lo ignoró

-Nagini – llamó ella, cuando la serpiente quien estaba en la sala recostada a hombros de su amo bajo para acercarse a ella, sin subirse ya que la rubia no aguantaba el peso. Comenzó a caminar a las escaleras

-Ambar por favor – suplico Tom parándose y tratando de alcanzarla, pero ella siguió sin darle atención

-Déjala - dijo Saly tomando la mano de su hermano –Déjala descansar Tom - él asintió entendiendo y se sentó con su hermanita. Ambos hermanos quedaron en la sala mientras ella le explicó sobre su magia. Ambar llegó a su cuarto

-¿Por qué tuvo que hacer salir eso de mi Nagini? – se acostó en su cama, la serpiente se apoyó a su lado demostrando cariño. Minutos después la rubia se quedó dormida, con el rostro lleno de lágrimas y Nagini a su lado. Pasaron las horas y Tom entró a su cuarto encontrándose a sus reinas dormidas

-Nagini – susurro intentando no despertar a la rubia. Esta alzó la cabeza y vio al mago cuando comenzó a apartarse. El miro a Ambar nuevamente, se fue a cambiar y volvió para acostarse a su lado, por mucho que trato mantenerse alejado no pudo, terminó por abrazarla, ella despertó. –Disculpa – Dijo él apartándose y dando la vuelta para que ella no le vea las lágrimas, aunque ya las había notado -¿Dónde estabas? – preguntó él intentando ocultar su voz quebrada

-En el valle de Godrig, me mantuve pensando – contestó recordando lo que Saly le había dicho, se dio vuelta dándole la espalda al peli oscuro cuando el volteo a verla

- Te amo, solo entiéndelo – Dijo Tom, pero Ambar fingió dormirse. Pasaron unos minutos o quizás horas, y el chico se durmió. La rubia giró a ver a Tom, notando su humedecida piel por las lágrimas

-Te amo – y lo abrazo, quedando dormida de esta forma.

Pasaron los días, Tom debía desaparecer por semanas nuevamente para seguir reclutando mortifagos y arreglar los desastres que algunos causaban en los ataques a impuros. El y su reina no hablaron mucho, ella lo perdonó, entendió que lo que Tom había hecho fue por su posesividad, sus celos, aunque de igual forma no se permitió hablar con él. Ambar comenzó a pensar en todo lo que había hecho Zabini, no comprendía en qué momento había tomado la decisión de conjurar aquel imperdonable, sin embargo no podía mentir y sollozar como si aquel acto no la hubiera hecho sentir muy distinta, poderosa.

Tom Riddle: La MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora