Capítulo 6

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Soy la primera en levantarme en mi casa a la mañana siguiente.

Hoy hay comida familiar en mi casa, pero no madrugo por eso.

La verdad es que no he podido dormir mucho.

He de decir que estoy algo nerviosa desde que anoche Dario me soltara la bomba. Tal vez antes no sentía nada por Dario, o puede que si lo hiciera y no fuera consciente, pero ahora las cosas están cambiando en mi cabeza. He estado toda la noche pensando en si siento algo por él o no, puesto que me alteró tanto la "declaración". Pero la única conclusión a la que he llegado es que a lo mejor sí que sentía algo por el Dario amable y cariñoso que era ahora. Pero aún me repelía su parte idiota. Y era esa parte idiota a la que yo le había gustado. Por lo que ahora que ambos somos otras personas no sé que pasará. Y eso me ha quitado el sueño durante gran parte de la noche.

Me visto y bajo saltando de dos en dos las escalereas. A mitad de ellas, me asomo a ver si Dario esta despierto. Pero su puerta aún está cerrada así que sigo bajando hasta la cocina.

-¿Hola? ¿Buenos días?-Grito en medio de la cocina vacia.

Pero no responde nadie.

-¿No hay nadie?-Pregunto de nuevo.

Pero la respuesta es la misma de hace unos segundos: nignuna.

-Bueno, pues me voy a casa de Alberto-Grito como despedida a la nada y me encamino a la libreta imantada que está pegada en la nevera para dejar una nota.

No he avisado a Alberto, pero estoy casi segura que espera mi visita. Anoche no le llamé.

Salgo de casa y voy caminando los pocos metros que me separan de la suya. Soy consciente de la hora que es para presentarme por sorpresa en su casa, pero sí él lo hace en la mía yo tengo el mismo derecho de hacerlo en la suya.

Sin pensármelo mucho toco al timbre y sonrío esperando ver a su madre, que es la que siempre abre la puerta a esta hora. Por la tarde suele ser su padre, ya que es el que está en casa a esa hora por sus horarios de trabajo, pero en vez de eso me abre su hermano pequeño.

-¿Qué haces aquí a estas horas?-Es lo primero que dice después de un largo bostezo.

-Hola-Respondo sonriente.

Kevin, el hermano de Alberto es un niño maleducado de catorce años. Está en la edad de eructar, no ducharse y meterse con toda persona mayor de dieciseis, lo cual nos incluye a todas las amistades de su hermano.

-Está dormido-Responde muy seco sin necesidad de que pregunte.

-Lo sé, vengo a despertarlo. ¿Prefieres con agua o con un grito?

Pero yo sé como llevarme bien con los adolescentes que solo aguantan a adolescentes. Al fin y al cabo sigo siendo una, aunque él ya me vea como una adulta.

Sonríe maliciosamente y me invita a pasar.

Le sigo y subimos en silencio las escaleras de su casa hasta la habitación de Alberto. Kevin me detiene con la manos a pocos centímetros del picaporte de la puerta y me pide en susurros que le espere. A continuación, en completo silencio como si fueramos un par de espías, entra en su cuarto y cuando sale me da una bocina de fútbol y saca su móvil, dejandome claro el plan a cumplir: Yo despierto a Alberto con la bocina y él lo graba con el móvil.

Simple. Asiento dando mi consentimiento al plan y abro, con todo el sigilo posible la puerta de la habitación colandome dentro.

La habitación del chico perfecto es, como no podría ser de otra manera, perfecta. Es limpia, armoniosa y da una sensación de amplitud y tranquilidad que incluso un grupo de budistas llegaría al zem (o al rem...no entiendo de budistas) en esa habitación.

No te vayas nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora