Capítulo 4

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Me encanta pasar mi sábado libre haciendo mudanzas.

No costó mucho encontrar la casa perfecta. Y tampoco costó mucho poder empezar a hacer la mudanza, en un par de semanas ya estábamos pasando nuestras horas libres habitando la casa nueva.

Pero no me quejo, la verdad es que me gusta bastante ya que no tendré que oír más a mi madre roncando por las noches; a Dario chocando con cada esquina y maldiciendo en lo que él considera "voz baja"; Es grande, adaptada y cada miembro de la familia tiene su espacio propio.

La mudanza fuerte la hicimos el fin de semana pasada y hoy solo estamos trayendo las últimas cajas.

Voy con la última caja de mis zapatos de invierno en las manos camino a mi nueva habitación.

Ignoro a mi madre en la entrada y me encamino a las escaleras del fondo, donde veo a Dario en su habitación de la planta baja que está justo al lado de las escaleras. En la planta de arriba solo hay una habitación, que es la mía. Igual que en la subterranea, donde dormirán mis padres. En la planta baja, la que da acceso a la calle, está la habitación de Dario, la cocina, un lavabo, un comedor inmenso, que comunica con el patio, y una habitación que usamos de lavadero-trastero.

Cuando llego arriba dejo la caja encima de mi cama y admiro mi nueva habitación, me falta mucho para poder llamarla mía pero está cogiendo forma.

-¡Zoe!-Grita Dario desde abajo.

-¡Dime!-Respondo a gritos.

-Necesito tu ayuda-Responde.

-Ya bajo.

Aparto un poco la caja y bajo saltando de dos en dos los escalones, una vez abajo giro a la izquierda y me cuelo en su habitación desde la escalera.

Las escaleras quedan justo al lado de su puerta por lo que si paso por debajo de la baranda llego a su habitación de un salto sin tener que bajar hasta abajo y dar la vuelta.

-Dime.

-Se me ha caído esa caja y no puedo cogerla.

Miro la caja que descansa en el suelo con su ropa tirada por todos lados.

-Ya te ayudo.

Me acerco y lo primero que hago es recoger la caja vacía y dársela, más bien se la coloco en las piernas. Luego voy recogiendo una a una sus camisetas y voy encestandolas, fallando de vez en cuando y dándole en la cara.

Así entre risas tardamos menos en recoger sus camisetas y las colocamos bien. Después de eso le pongo la caja vacía encima y salimos de allí en dirección al comedor donde ahora está su padre.

Ahora acostumbrada a ver a Dario día a día le veo cierto parecido a Alonso. De espaldas son idénticos, altos, de complexión fuerte, con el pelo castaño algo oscuro. Aunque Alonso tiene los ojos más claros y la piel más bronceada.

-No uses a Dario de carretilla-Protesta Alonso cuando nos ve.

Ambos nos reímos y freno en seco dándole la vuelta y saliendo a la calle.

-Perdona-Grito alargando la a-Pero él se ha prestado.

-Eso es cierto-Responde él.

Y nos reímos saliendo a la calle en busca de las pocas cajas que aún quedan en la calle. Y ahí es donde me encuentro a Alberto cogiendo una caja en la que pone "cocina".

-¿Qué haces aquí?-Pregunto.

-Ahora somos vecinos, he venido a ayudar con la mudanza.

Me río y niego con la cabeza mientras cojo otra caja que va para la cocina.

No te vayas nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora