Cap I

1.4K 70 2
                                    

Entonces...me acompañaras ¿no?-. Suspiré, después de la décima vez que lo preguntó deje de responderle, pero parecía que no quedaría más remedio que aceptar.

Vamos, ya tengo el dinero, solo quiero que me acompañes-. Me volteé viendo su cara iluminarse.

¿Entonces para qué quieres que te acompañe?-. Volvió a fruncir el ceño lanzadome una mirada suplicante.

¿Que tal si me roban...o...me pierdo?-. Levanté una ceja en su dirección y rodé los ojos.

Tami, si te robaran estoy seguro que ni siquiera te conservarían un día-. Recibí un golpe de su parte haciendo que me riese por lo bajo, aun riendo un poco seguí-. Y creo que ya estas muy grandecita  para perderte.
Además, en serio Tami, llevas una hora tratando de convencerme, no sigas, no lograras que entre de nuevo a esa tienda que apesta a aceite y plástico.-

Podrías haber utilizado esta hora para llevarme-. Ya frustrado, y después de mucho tiempo escuchando los balbuceos de ella, sabiendo que no se rendiría. No me quedó más remedio que aceptar. No había más opción.

Está bien, tu ganas-. Suspiré-. pero te prometo que si alguien mancha mi ropa de pintura de nuevo, no lograras que vaya, así llores, patalees o...-. Me quede sin ideas-. ya sabes, cualquier cosa.

¡Es por eso que te amo!-. ¿Por obligarme a hacer lo que quiere por medio de mi desesperación? Bastante lindo-. ¡Vamos!

Hace una hora habría jurado que Tami no me convencería, hace media que prometí que no me convencería, y ahora me pregunto como llegué a aceptar entrar a esa apestosa tienda de nuevo.
Tami me arrastró por aquel pequeño callejón hasta llegar a la vieja pero amplia tienda llamada Canvas.
Justo cuando entramos el olor a plástico y aceite llegó a mis fosas nasales como si fuera una bofetada en mi rostro. Me quede encogido sobre una esquina viendo como Tami revoloteaba por los estantes y me recosté en una columna cercana desbloqueando mi celular.

¿¡Cual crees que es mejor, este amarillo-. Me mostró uno que se parecía al de los limones-. O este?!-... era completamente igual.

Tami-. Sobé el puente de mi nariz-. Ya estoy aquí, y no importa cuantas veces te digo que no se diferenciar entre los tonos de los colores que me muestras, siempre lo haces, es desesperante ¡solo elige uno!-. No intenté que saliera en ese tono, pero no pude evitarlo, después de trabajar diez horas seguidas, con una sola comida de por medio, cualquiera estaría de mal humor.

Ella simplemente rodó los ojos mostrando su cara molesta y se fue a el estante por el que había venido. Recorrí el primer viejo y opaco estante de colores neutros ¡todos eran jodidamente iguales! Tome uno entre mis manos y lo abrí sin medir la presión que le había puesto haciendo que se derramara en mi saco. Maldición. Quite el exceso de pintura en mi saco con el dedo y traté de meterlo de nuevo en el tubo de pintura. Joder. Joder.
Finalmente había logrado meterlo... casi. Busqué el baño sabiendo que si le preguntaba a Tami no me diría donde estaba y observando como un chico entraba a una puerta en el segundo nivel decidí seguirlo.
Abrí la puerta corriendo hacia el lavamanos donde comencé a verter un poco de agua a la mancha de pintura, pero mientras más lo sobaba, más se corría.

¿Qué demonios crees que haces? Eso es  óleo-. Lo observe sin saber a que se refería.- eso no se quita con agua, solo lo empeorarás-. Oh. En mi mente fruncí el ceño de manera frustrada y con un poco de vergüenza. Gruñí.

A ver dame eso-. Me arrebató el saco-. Ven-. Salimos del baño dirigiéndonos hacia el mostrador donde sostuvo una botella de aceite. Observé con miedo como comenzaba a inclinar la botella en dirección del saco sobre sus manos....no iría a...

¿¡Pero que carajos?!-. Le arrebaté el saco. El precioso saco que me había costado más de la mitad de mi sueldo y adoraba con locura. Lo miré tristemente pensando en que ahora apestaría a aceite por siempre.

Estoy quitándole la mancha, devuélvelo-. Me arrebató el saco de nuevo frotando el aceite de forma ferviente. No sabía si en verdad se estaba quitando o simplemente se estaba volviendo transparente.

¡Solo lo estas empeorando!-. Gruñí y el me gruñó de vuelta restándome importancia.

Deja de ser un bebé llorón-. Lo frotó unas cuantas veces más hasta que me lo tendió y no pude evitar tapar mi nariz disgustado por el olor que este tenía-. ¿Qué? ¿Quieres que lo lavé por ti también?

No te pedí que lo hicieras-. Me dió una sonrisa socarrona.

Lo hubieras hecho de todas formas, solo agradéceme-. Rodé los ojos ante la exasperación que este chico causaba en mi.

No-. Le fulminé con la mirada.

¿Que haces aquí de todas formas?, no pareces alguien que disfrute de lugares como estos-. Le miré con una ceja alzada preguntándome si se refería a mi forma de ser o a mi forma de vestir. De igual forma solía observar a personas muy extrañas salir de la tienda en múltiples ocasiones, por lo que opté por no responder. 

Que te importa-. Bufé molesto, antes de voltearme, decidido a buscar a Tami.

Creo que alguien no recibió una buena educación-. Canturreó haciendo que lo observara de arriba hacia abajo con las cejas alzadas, después de voltearme furioso y caminar a zancadas hacia donde él estaba.- Ow, vienes a disculparte-. Me cruce de brazos intentando controlar mis ganas de soltarle un golpe sobre su rostro de manera brusca.

No vine a disculparme idiota, pero te advierto que una más y no me voy a contener-. Silbó entretenido mientras levantaba las manos con rendición mientras reía.

Chico difícil eh.- rió negando con la cabeza. ¿Que se supone que significa eso?.- Soy Aeglos.- levanté una ceja confundido por su nombre. Aglos. No, era Eglos. No no¿como era su nombre? Eaglos. No, no eso suena a iglú, uh...-

Ehh...tierra llamándote-. Observé su mano pasar enfrente de mi rostro y salí de mis pensamientos-. Te dije mi nombre... ¿o no entiendes?-. Hizo cara de burla mientras yo sentía ponerme rojo de rabia-. Yo Aeglos, tu-. Hizo un movimiento con sus manos mientras yo comenzaba  a darme la vuelta ofendido ¿quién se creía para tratarme de esa forma?

Recorrí mas de la mitad tienda tratando de encontrar a Tami pero no estaba por ningún lugar. Bufé frustrado. Traté de concentrarme en buscarla y no en el asqueroso olor que seguía perforando mis fosas nasales. Recorrí la tienda abriendo y cerrando puertas de manera al azar sin tener éxito en ninguna de ella. Cuando estaba a punto de abrir otra de ellas sentí una mano colocarse sobre mi hombro y dí un pequeño respingo.

¡Adrián!-. Salté colocándome la mano en el pecho-.

Por Dios niña, me vas a matar-. Suspiré, y luego de recomponerme la tomé de la mano y comencé a dirigirme hacia la salida.- Llevo horas buscándote-. Exageré-. ya es tarde, y tengo sueño Tami, creí habértelo dejado claro-. Suspiré molesto mientras mi cabeza comenzaba a punzar y mi estómago también.

Lo siento Ad, se que necesitas descansar-. Se disculpó. Suspiré cansado pues sentía fatiga y también comenzaba a marearme. Tami lo notó y sosteniendo mi mano me guió hasta el final del ahora sombrío callejón para después entrar a su auto.
Me recosté en el sillón del auto con un suspiro y observé como una figura se iba acercando en una de las ventanas de la tienda. Observé con curiosidad hasta que la figura se hizo cada vez más perceptible y al instante la reconocí. Rodé los ojos.
Aeglos.

SaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora