Cap V

385 44 8
                                    

Beeeeep

Mis ojos se abrieron abruptamente y miré sobresaltado a mi alrededor. Estaba en mi habitación pero no recuerdo como pude regresar aquí después del extraño suceso del bosque y ni si quiera podía recordar que había pasado después de que el ave naranja hubiera incendiando el bosque.
Sonaba demasiado irreal como para poder haber sido verdadero ¿sería un sueño? Muchos sueños frecuentemente parecen reales, sin embargo, este era demasiado irreal como para incluso considerarlo.

Me levanté apresurándome pues llegaría tarde al trabajo, y después del incidente de la siesta no quisiera seguir tentando mi suerte. Omití el desayuno porque realmente no tenía apetito y me apresuré a salir.

Hola Adrian-. Volteé a ver a... ¿Samanta? Creo que así se llama. Sostuve todas las carpetas que llevaba intentando que no se me cayeran de mis brazos. ¿Necesitas ayuda?-. Asentí rapido mientras ella venía corriendo hacia mi observando el posible desastre que estaba apunto de provocar.

Gracias-. Le sonreí mientras ella tomaba las carpetas y me caminaba conmigo hasta mi oficina.

¿Y como has estado? Escuche que el jefe te esta presionando demasiado-. Bufé rodando los ojos, esta era explotación, no presión.

Me dejo más de diez carpetas para un solo día, es cansando y aburrido estar por aquí solo haciendo eso.- abrí los primero gabinetes de mi escritorio pero el ultimo tenía llave y sinceramente no tenía ni idea de donde la pude haber dejado. Pateé el gabinete con fuerza antes de escuchar la risa de Samanta.

No desquites tu ira con el gabinete-. Se burló risueñamente antes de caminar hacia mi y posarse al lado de mi escritorio.

No abre-. Seguí jalando el gabinete en un intento porque le hiciera daño al seguro y lograra abrirse. Ella jaló el mismo gabinete y este con un click se abrió. La mire sorprendido.

¿Decías..?-. Me encogí de hombros observándola estupefacto mientras ella sonreía triunfante y batía su asombroso cabello pelirrojo-. En fin, venía a preguntarte si quieres salir después de terminar el trabajo, un café o algo ¿que dices?.

No me parecía una mala idea pero podría ser considerado como un cita ¿no?, comencé a sudar frío, ella era linda si, pero no había tenido una cita en años.
Enfoqué mi vista de nuevo y ella me observaba esperando mi respuesta así que simplemente asentí.

Bien, te espero cuando termine el horario.- y con eso salió de mi oficina. Seguí trabajando como de costumbre pero con un poco de nerviosismo en mi al saber que tendría un cita después. Bueno, no estaba seguro de que fuera una cita como tal, pero una salida también era emocionante.

Mientras terminaba la ultima carpeta observe el dorso de mi mano, había un moretón allí. Lo toqué esperando sentir dolor pero sorprendentemente no sentí nada. Coloqué mi atención en la otra mano y me fijé que también tenía uno allí pero en el antebrazo, e igualmente al otro no sentí dolor.

¿Listo?-. Mi atención se desvió a la pelirroja que aguardaba en mi puerta. Asentí y comencé a guardar todo, más no encontraba las llaves de mi auto por ningún lado, la miré a apenado de retrasar la salida aunque en cuanto los hice ella ya no estaba en la puerta-. ¿Buscabas esto?-. Me tendió las llaves y me jaló antes de que pudiera detenerme a pensar en como ella podría haber sabido que estaba buscando mis llaves.

Conozco un café delicioso a unas cuantas cuadras de aquí ¿te molesta ir caminando?-.

Para nada-. Respondí-. Sabes, ahora que lo pienso, no hemos hablado en realidad hasta hoy-. La mire curioso por su respuesta.

He estado observándote-. La miré con una ceja alzada-. No de una forma morbosa-. Rió-. Pero creo que necesitas relajarte un poco más respecto al trabajo sabes, hay muchas-. Su voz bajo un tono mas ronco-. Muchas-.Me miró a los ojos-. cosas más que eso-. La miré con el ceño fruncido. Eso fue raro... muy raro.

Entré al café observando las cosas que estaban en el menú y los postres que se ofrecían en la vitrina más ninguno llamaba mi atención, no tenía nada de apetito en realidad. Seguí la fila junto a Samanta mientras ella hablaba de cualquier cosa que se le venía a la mente, aparentemente, mientras yo solo asentía.

¿Qué van a ordenar?-. La cajera nos miró sonriente mientras que Samanta me observaba de reojo y le susurraba algo que sonó como un balbuceo para mi. Creo que Samanta tiene un problema, de verdad estaba comenzando a creerlo.

Emhh-. Hablé cuando por fin dejaron de susurrar-. Yo quiero un... Latte-. La cajera asintió y nos cobró a ambos antes de entregarnos nuestros pedidos.

Caminamos hasta una butaca encontrada en una de las esquinas del café y tomamos asiento uno enfrente de otro.

Y dime-. Mordió su extraño panque verde antes de seguir hablando-. ¿Cuantos años tienes?.

¿Veinticuatro y tu?-. Me removí incomodo en mi asiento mientras ella abría la boca para responder, más un carraspeo de garganta la detuvo-.

¿Que tenemos aquí?-. Volteé al escuchar la misma voz burlona con la que había hablado hace unos días en Canvas.

Aeglos-.

SaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora