Cap XxXIV

200 26 5
                                    

Abrí los ojos abruptamente al escuchar el timbre de mi teléfono. Fruncí el ceño al sentir las nauseas azotarme nuevamente y retuve la arcada que amenazaba por salir. Aún escuchando el irritante zumbido del teléfono intenté sentarme rápidamente, aunque aún así me sentía demasiado agotado todavía para apresurarme demasiado. Tomé la cubeta que estaba al lado de mi cama y tomé bastante aire antes de sentir una potente arcada atacarme. Empujando todo el contenido de mi estómago mientras sostenía la cubeta me sentí asqueado de que ya no fuera comida lo que salía si no que  era solamente acido de mi estómago. Una vez terminé intenté tomar aliento rápidamente sintiendo como mi garganta se sentía rasposa por el contenido que acaba de salir. ¡Odiaba vomitar! Miré con anhelo mi cama. Bufé. Ya no quería dormir.
Recordando lo que me había levantado tomé el teléfono notando una llamada perdida de un número desconocido. Me encogí de hombros. No me gustaba marcar de nuevo a número que no conocía.
Suspiré adolorido al levantarme, había olvidado los efectos secundarios de la quimioterapia, y lo peor es que esta vez serían peores. Tomé la cubeta dirigiéndome al baño y deposite su contenido en el inodoro mientras echaba agua. Una vez terminé de lavar la cubeta la dejé boca abajo para que se secara para después comenzar a lavar mi boca, y quitarme ese horrible sabor que había quedado.
De forma lejana comencé escuchar de nuevo el timbre del teléfono así que rodé los ojos tomándolo y suspiré.

¿Aló?-. Mi voz sonaba ronca y somnolienta.

¿Adrián?-. Se escuchó una voz femenina.

Si, el habla-. Hablé cautelosamente.

¿Dónde has estado?-. Fruncí mi ceño confundido y alejé mi teléfono para ver si de verdad no conocía el número.

Disculpa, ¿quién eres?-. Hablé algo molesto.

¡Soy Samanta! Ayer no viniste, esto de faltar se te está haciendo recurrente-. Gruñí sobando mi frente. Había olvidado que debía ir a trabajar, aunque hoy no iría tampoco.

Si, si lo sé-. Bufé.-

Entonces, ¿por qué no has venido? ¿Te tienen guardado?-. Rió en la otra línea haciendo que un pinchazo de dolor apareciera en mi cabeza.

No estoy de ánimos para esto Samanta, enserio-. Bajé mi cabeza derrotado, lo que me hizo notar una mancha de vómito sobre mi pijama. Hice una mueca de asco-.

Oww, era una broma. Hey-. Se detuvo un momento con una risita-. ¿Quieres salir de nuevo?-. Gruñí frustrado de forma callada. No entendía que sucedía con Samanta y estas salidas, pero definitivamente no quería salir con ella.

Creo... creo que no es buena idea-. Hablé de forma apenada, tampoco quería lastimar sus sentimientos. Escuché un silencio incómodo en la línea y suspiré sin saber muy bien que hacer.- yo... te miro otro día Samanta, tengo que- tengo que irme-. Aclaré nervioso y colgué rápidamente.

Tirando mi teléfono hacia la cama, fijé mi vista de nuevo hacia la mancha de mi playera. Arrugando mi nariz me quité la parte superior de ella y tiré a la bañera. Muy perezoso como para en realidad lavarla. Miré mi torso desnudo preguntándome si debía colocarme otra camisa, aunque realmente no había necesidad

Salí de la habitación rascando mi abdomen levemente y caminé perezosamente hasta llegar a la cocina. Paré de forma estática notando que Ered y Aeglos no se encontraban solos, en pánico me quedé en el borde la puerta.

SaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora