Cap 2: Los ángeles que habitan en la tierra

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31 de octubre, Macht.

Pov: Asteria.

Observé mi reflejo en el espejo y miré mi peinado desde varios ángulos, coloqué un par de horquillas más y, al final, sonreí sin mostrar los dientes.

—Lista —susurré.

Arrastré la silla del tocador hacia atrás y me pasé las alas de de plástico por la espalda. Volví a dar una vuelta más y me convencí de que todo estaba perfecto.

El comité de fiestas del instituto había estado toda la mañana corriendo de un lado para otro ultimando todos los detalles para la fiesta de esa noche. Y nosotros, como invitados, no podíamos ser la excepción.

Tenía el pelo recogido en una larga coleta de pelo rubio que caía por mi espalda, llevaba puesta una camiseta de manga larga blanca y pantalones rotos plateados y blanquecinos. Unas zapatillas níveas y por último, las uñas del mismo color, salvo por unos puntitos dorados. Y, por supuesto, las alas de plumas falsas a mi espalda.

Solo faltaba el último retoque.

Dirigí mi mirada hacia abajo, topándome con la caja encima de la cómoda, la abrí y cogí unos pendientes con forma de ala de ángel que habían pertenecido a mi madre y me los puse en mi oreja. Subí la mirada y sonreí al espejo.

—Hoy seré el ángel que siempre quise ser...

Entonces, el timbre sonó. Bajé las escaleras con rapidez y salí de la casa sin despedirme de nadie.

Sobre todo porque me encontraba sola.

—Estáis de... Miedo, chicas. —Solté un silbido—. Jota se va a perder toda la diversión.

Chris llevaba un atuendo destrozado de zombie "rockero" acompañado por una guitarra eléctrica manchada de sangre. Por otro lado, Nina vestía un tutú acompañado de un top raído, junto a unas alas oscuras y lentes de contacto de color blanco. 

Ella sí que daba repelús de verdad.

Ann era la única que había optado por algo más simple: un vestido blanco manchado de rojo simulando la sangre. 

—A ti, por el contrario, parece que se te ha olvidado la temática de terror —dijo Anna con cierto sarcasmo.

—Es un ángel de la muerte, al cuál se le olvidó hacer su trabajo. —Nina pasó un brazo por mis hombros y pellizcó mi nariz—. ¿Cuándo nos vamos?

(...)

Los encargados de decorar el gimnasio se habían vuelto locos y nada quedaba de las mohosas colchonetas o de los los balones atrapados entre las vigas del techo. El suelo estaba lleno de humo y del techo colgaban murciélagos de plástico, calabazas y telarañas. Aunque eso último probablemente no fuera obra de ellos... Había sangre falsa en las paredes y sobre los manteles raídos de las mesas había copas con ponche de un color rojo intenso.

Todos los alumnos del Great Hills, la mayoría de ellos de último y penúltimo curso, ya se arremolinaban en torno al centro del gimnasio, bailando al compás de música electrónica y riendo a carcajadas.

—¡Chicas! —gritó de repente Nina deteniéndonos en la puerta—. Necesito ir al baño, me estoy meando.

—Pero si acabamos de llegar —se quejó Anna, que ya se había hecho con un vaso de ponche.

—Yo voy contigo, tampoco puedo aguantar más —le respondió Christine tomándola de la mano y saliendo con rapidez del gimnasio.

Ann las miró y levantó sus brazos a un lado en un gesto de protesta. Abrí la boca para hablar, pero entonces alguien me empujó para salir y sentí como uno de los pendientes con forma de ala se caía de mi oreja.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora