3 de noviembre, Macht.
De los altavoces del supermercado se escuchaba una suave y alegre melodía que me resultaba ridículamente animada.
El día era gris, la cajera le gritaba a todo el que pasaba por la caja y hacía unos minutos había comenzado a llover.
Por lo que no, no era un buen momento para escuchar musiquita feliz.
Continué caminando por los pasillos y cogiendo de los estantes alimentos solo lo imprescindible. Mi padre no solía comer en casa y yo tenía mejores cosas que hacer, mucho mejores que perder mi tiempo cocinando.
—Si es que estar en la cama sin hacer nada cuenta como una de esas cosas —murmuré para mí misma mientras pasaba de largo por el pasillo de bebidas alcohólicas.
Miré con cierto odio las diferentes botellas y llegué hasta la caja. La chica que apenas me sacaría un par de años, mascaba chicle mientras rizaba uno de los mechones de su pelo.
—¿Hoy no llevas cervezas? —se burló, haciendo alusión a un pequeño incidente que había ocurrido hace un par de años. —. Aunque seas mayor que la última vez... Sigues siendo menor de 18 y te verás obligada a dejarlas en su sitio.
—Que graciosa. —Sonreí de oreja a oreja. Dirigí mi mirada hasta su placa, siempre olvidaba su nombre—. Kelsey, ¿podrías seguir haciendo tu trabajo y cobrarme?
La chica me dirigió una mirada fulminante y pasó con rapidez los alimentos por el escáner. Yo los metí en una bolsa intentando mantener su ritmo.
—¿A la cuenta de siempre? —me preguntó tendiéndome el ticket de compra.
—Como siempre —asentí dándome la vuelta y marchándome.
Salí del supermercado a pasos largos y maldije por haber olvidado coger el paraguas al salir de casa. Caminé con rapidez y envolví con mi chaqueta la bolsa para evitar que la compra se mojara.
La calle estaba desierta pese a que el reloj de la farmacia indicaba que apenas eran las 8 pasadas. De repente, un ruido a mis espaldas me hizo detenerme y contener mi respiración un momento.
En el pueblo jamás había habido algún altercado, solo un par de robos al año... Nada de lo que alarmarse.
Di media vuelta en total silencio, manteniendo la respiración.
—Brrr
Dejé escapar un suspiro de alivio.
Un zorro. Era un pequeño zorro de pelaje rojo oscuro escarbando junto a un contenedor. Sus ojos eran de color naranja y se puso en posición de defensa cuando acerqué mi mano hacia él.
—Menudo susto me has dado —susurré. La punta de mis dedos acariciaron su hocico y eso pareció gustarle. Relajó su postura después de olfatear mi mano y se dejó caer panza arriba —. Eres precioso... O preciosa, aunque eso no es que importe... ¿Tú también estás solo?
El pequeño se levantó y dio una vuelta sobre sí mismo.
—Espero que no seas la mascota de esos imbéciles que se colaron en nuestra fiesta de Halloween.
Se sentó y rasqué su oreja.
—Eres un animalito salvaje bastante educado... Aunque supongo que tu casa está en el bosque y no junto a un apestoso contenedor.
Sus ojos naranjas me miraron fijamente y yo volví a hablar:
—Seguro que eres mejor que esos zorros del baile —acaricié su cabeza por última vez—. Más amable seguro que sí.
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Cicatrices
RomanceAsteria suele sonreír. La mayoría del tiempo, intenta aparentar ser risueña y estar conforme con su vida. Mas en su interior, cada sonrisa le cuesta un mal recuerdo y cada intento de ser feliz es una mordida del pasado. Hace creer que es una chica...