3 de noviembre, Macht.
Los fines de semanas solían ser para descansar y dormir, para adelantar tarea o incluso para salir con tus amigos.
Yo no había hecho nada de eso, ni si quiera había salido de mi dormitorio sino era para picotear algo o ir al baño. Había ignorado los mensajes de mi teléfono y me había quedado metida en la cama viendo películas nefastas sobre amor y otras tonterías.
El lunes por la mañana, antes de salir de casa, intenté uniformar el color de mi cara y me di varias palmadas en las mejillas para espabilarme. Si eso no funcionó para despertarme, el bullicio en la entrada del instituto lo hizo.
Todos hablaban sobre la fiesta de Halloween. Más concretamente, todos rumoreaban sobre esos zorros enmascarados. Algunos se imaginaban que se trataban de verdaderos animales del bosque que una vez al año conseguían volverse humanos.
Y, curiosamente, habían decidido venir a nuestra fiesta de Halloween.
Los estudiantes del único instituto de Match, aún por mucho que se empeñaran en diferenciarlo con su nombre de los institutos privados de las ciudades colindantes, eran unos chismosos y cotillas. Y, de alguna forma u otra, yo siempre me las había arreglado para estar en boca de todos.
Al principio lo fui por ser la nueva, nadie sabía de dónde había aparecido y, más tarde: por todos los líos en los que me metía con los maestros. Sin embargo, aquel día había algo diferente en la forma que me miraban.
Me miraban como si yo tuviese la respuesta a todas sus preguntas.
Agaché la cabeza y aceleré el paso. Sin embargo, dos chicas me interceptaron en un giro cerrado y me acorralaron en la esquina.
—Hola, Asteria —dijeron al unísono con una amplia sonrisa.
—Tamara, Vivianne —saludé con una sonrisita nerviosa. Las encargadas del periódico escolar me veían como si fuera un exquisito manjar y ellas estuvieran súper muertas de hambre—. Decidme, ¿qué os puedo contar?
Desde que había llegado nueva a Great Hills, el par de amigas habían sido las creadoras y, después, las jefas del periódico. Sin embargo, no tenían demasiado éxito, no cuando la dirección no las dejaba cotillear sobre ningún alumno o profesor.
—Nos gustaría hacerte algunas preguntas, sino te importa —me dijo Tamara cruzando sus dedos para que aceptara.
—¿Déjame adivinar...? —mordí mi labio, fingiendo pensar—. ¿...los zorros?
—Sí —asintió Vivianne tomando su libretita—. Todos vimos que tú fuiste el desencadenante de la huida en masa del grupo enmascarado, ¿tienes alguna idea de qué pudo ocurrir? Oh, espera, tengo una mejor pregunta, ¿qué hablaste con el jefe para que diera la orden de retirada?
—Espera, ¿qué? —fruncí mi ceño—. ¿Cuándo se marcharon?
—Te lo he dicho. Justo después de ti —repitió—. El jefe te siguió y cuando volvió al gimnasio...
—¿Cómo sabes que era el jefe? —la interrumpí.
—Porque todos lo obedecieron: dio la orden de marcharse y se retiraron... Así, sin cuestionar absolutamente nada.
Estuve callada durante unos segundos, pensativa. ¿Qué grupo de amigos obedece a uno de sus miembros sin rechistar? ¿En una fiesta?
—No hice nada. —Largué una profunda respiración—. El chico, cuya identidad desconozco, me pidió bailar, acepté y me fui cuando terminó la canción. Sé lo mismo que vosotras.
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Cicatrices
RomanceAsteria suele sonreír. La mayoría del tiempo, intenta aparentar ser risueña y estar conforme con su vida. Mas en su interior, cada sonrisa le cuesta un mal recuerdo y cada intento de ser feliz es una mordida del pasado. Hace creer que es una chica...