Cap 11: Llegó el turno de mover ficha

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6 de noviembre, Macht.

Pov: Asteria

—Vamos, ¿es en serio, Ast? —se carcajeó al otro lado de la línea.— Tienes que estar bromeando, ¿cómo una niña de tan solo 8 años podría lanzar una bola de bolos a la cabeza de alguien?

—Era una de esas para pequeños, apenas si pesaba un kilo...—una sonrisa amplia se extendió por mis labios—. Debería de haberlo grabado, su nariz comenzó a sangrar y él gritó tan alto que tuvieron que parar el juego de toda la pista. Estoy segura de que su nariz exageraba.

—Recuérdame que jamás vaya contigo a la bolera.

—¿Era eso una casi invitación? —le rebatí con diversión.

—¿Te refieres en plan cita, señorita Wade? —al instante sentí mi rostro enrojecerse.

—Claro que no —respondí a la defensiva. De repente, una figura apareció frente a mí e intenté disimular mi amplia sonrisa mordiendo mis labios—. Oye tengo que colgar. Puede que te llame luego... Pero solo puede.

Corté la llamada sin esperar respuesta de vuelta y miré al frente para toparme con la mirada pícara de Nina. Levanté mis cejas y esperé a que por fin articulara palabra:

—¿Quién te saca esa sonrisa, bribona?

Tomó asiento junto a mí en las escaleras y comenzó a comer de su desayuno sin apartar su mirada de mi rostro, que a cada instante también se desviaba hasta el teléfono en mis manos.

—Era Ethan.

—¿Ethan? —miró hacia arriba intentando recordar de qué recordaba ese nombre—. ¿Ese chico del parque que prometiste que solo era un conocido? 

—Y sigue siéndolo —la empujé con mi hombro.

—Los conocidos no te tienen sonriendo de esa forma —me devolvió el golpe.

Decidí callar y no responder, guardé mi teléfono móvil en el bolsillo de mi abrigo y dejé que mis manos se calentaran en su interior.

—¿Cómo puedes saber que los conocidos no te hacen sonreír así? —pregunté al cabo de unos minutos, cuando Nina había casi había devorado por completo su comida.

—Porque tu amiga aquí presente es una enamoradiza empedernida y sabe interpretar ese tipo de sonrisas... Esas que indican el comienzo —bebió el último trago de su zumo y lo lanzó a canasta, que en realidad era un cubo de basura, acertando—. Debería plantearme jugar al baloncesto.

—No es el comienzo de nada —negué esbozando una sonrisa de medio lado—. No sabías que te considerabas a ti misma una enamoradiza empedernida.

Y era verdad, jamás había visto a Nina demasiado ilusionada con ninguno de sus ligues.

—Bueno, la teoría es diferente de la práctica.

Un silencio se hizo entre nosotras y ambas nos perdimos en nuestros propios pensamientos.

Aquel día solo éramos Nina y yo.  No había sido ninguna sorpresa cuando Anna había vuelto a ignorarme, pero jamás esperé que Jota la siguiera. Chris se había quedado boqueando como un pececillo ante sus palabras cortantes y se convenció de que tan solo estábamos pasando por alguna especie de crisis.

Y que pronto se arreglaría.

—¿Tienes miedo de enamorarte? —inquirí con curiosidad.

Nina me miró de nuevo y estudió mi rostro, en busca de alguna pista que pudiera decirle por qué había decidido preguntar justo por eso.

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