Cap 13: Considerada la octava maravilla

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21 de noviembre, Macht.

—¿Ethan? ¿De nuevo vas a salir con él? ¿Te está sobornando o algo por el estilo? —preguntó Chris a mi lado cruzada de brazos—. Porque eso no está bien, lo sabes, ¿verdad? Es coacción.

Me giré para mirarla mientras caminábamos. La observé extrañada.

—¿Qué? Claro que no me soborna, ¿estás bien, Christine?

—Es solo que... ¿Sabes cuánto tardamos nosotras en convencerte para que pasaras con nosotras una tarde? 

Blanqueé mis ojos y me encogí de hombros. 

—Lo siento... Es solo que —¿qué iba a decir? ¿Qué con Ethan era diferente? Eso me haría sonar como la peor amiga posible.

Aunque en parte, eso era verdad.

—No te preocupes —pasó una mano por mi pelo, en un gesto cariñoso—. Nosotras también tenemos culpa.

—¿A qué te refieres? —fruncí mi ceño.

—Ayer te dejamos tirada —me aclaró—. No somos de fiar... De hecho, si yo fuera tú, tampoco saldría con nosotras.

—No fue tu culpa, Chris —intenté consolarla al notar como su rostro se teñía de frustración.

—Estuve toda la tarde esperando a Nina para ir juntas a la cafetería... Pero jamás apareció.

Asentí en silencio y miré hacia el suelo. El recuerdo de Nina llorando entre mis brazos aún estaba fresco en mi mente. 

—Esto va a poder conmigo —me había dicho cuando me vio llegar a casa.

Me asusté al verla, no me la esperaba ahí, agazapada en mi porche con el rostro empapado en lágrimas. Sus sollozos lastimeros la hacían temblar y no dudó ni un segundo en lanzarse sobre mí cuando me vio. 

Tardó varios minutos en calmarse y cuando lo hizo solo me pidió que la acompañara hasta su casa y que no hiciera preguntas. Su comportamiento fue extraño pero respeté su silencio. 

No dije nada aunque me moría por hacerle preguntas.

—Habrá enfermado —pensó entonces en voz alta, sacándome de mis pensamientos—. Ni si quiera vino hoy a clase.

—Sí, será eso... —murmuraba cuando, de repente, el sonido estridente de una motocicleta se escuchó y ambas nos detuvimos en nuestro lugar.

Todos los alumnos que se encontraban en el aparcamiento a punto de irse, giraron a ver la entrada. Una moto roja azabache acababa de entrar y zigzagueaba entre los coches. Se detuvo frente a nosotras.

Mis compañeros comenzaron a susurrar y a comentar entre ellos, probablemente curiosos por la persona que se ocultaba tras el casco. Ésta se irguió desde el manillar y se colocó el casco en el regazo.

Su pelo negro estaba algo despeinado y sus mejillas, pese al frío que hacía, no estaban sonrojadas. En su rostro había dibujado una amplia sonrisa que al instante se me contagió.

Ethan siempre tenía ese efecto en mí.

—Sé que me dijiste que esperara fuera —murmuró al notar como Chris y yo aún seguíamos detenidas, totalmente perplejas—. Pero había demasiado tráfico.

—Esa entrada ha sido espectacular —chilló Chris—. Eres más atractivo de lo que Asteria nos quiso decir.

Abrí mis ojos muerta de la vergüenza.

—Joder, Christine —la empujé—. Ahora probablemente haga un comentario jodidamente egocéntrico, se lo has dejado en bandeja.

—Para tu sorpresa —suspiró él—, no era sobre mi belleza sobre la que iba a hablar.

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