CAPÍTULO 29

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Despertó nuevamente, esta vez mirando al alrededor como todas las mañanas no se topó con una habitación vacía, si no que con un Jimin mirándole de lejos, cubriendo su cuello y boca con una bufanda color rojo carmesí, y con otra en su mano del mismo color. Una silla de ruedas a su lado y a Young Mi colgando sobre su hombro derecho.

Arriba cielo, tenemos algo pendiente...

¿Qué hora es?

Eso no importa, ven —se acercó y cuidadosamente cubrió su pálido cuello con la bufanda, quitándose su chaqueta y poniéndosela al mayor, abrigándole.

Pero... tu c-chaqueta...

Es lo de menos, ¡Se nos hará tarde!

Este niño...

Esta vez se puso de pie por sí solo sin sentir mareo alguno, e igualmente se sentó en la silla, para facilitar las cosas y no sentir dolor en las clavadas que había pasado el día interior.

Pasaron por el mismo camino de siempre, pero esta vez todo estaba oscuro, ninguna luz estaba prendida iluminando el pasillo hacia el elevador. Jimin notó miedo en él y entrelazó sus dedos, mientras que prendía el flash de su celular, pues era una imagen aterradora.

Un camino de besos, caricias en sus dedos y risas risueñas los llevó hacia el piso más alto del edificio, hacia la azotea, el sol aún no salía, hacía un frío terrible y sólo eran los dos en aquello lugar. No sabía lo que Jimin quería hacer, sin embargo le miraba embobado con cada uno de sus movimientos, con cada una de sus respiraciones y cada una de sus quejas sobre el frío enfriando sus rodillas. 

¿Alguna vez has visto en las películas que las parejas cantan canciones viendo el amanecer?

No.

Tonto —miró hacia el suelo y la mano del mayor alzó su rostro, sus manos sobre sus mejillas e hizo que le mirara.

Sí lo he visto, Jiminnie.

Pues eso haremos ahora mismo...

¿Sí?

 Sacó su delicada guitarra, negra como la madera de ébano, reluciente como la luna sobre el mar y delicada como si se tratase de una flor de cerezo.

De su bolsillo sacó un par de velas que estaban incrustadas en pequeños vacitos, las cuales las posó sobre una mesa que tenía la azotea y las encendió con un par de cerillas. Entregándole luz a sus rostros, Yoongi le miró fascinado, adoraba las velas, y más adoraba el ver el fuego moviéndose a la par del viento.

Jimin llevó un sofá de por ahí y lo situó frente a la mesita, tomó con sus brazos a Yoongi y lo posó sobre el diván, y se preocupó de abrigarle bien, asegurándose que ninguna parte de su cuerpo recibiera el frío. 

Se sentó a su lado con Young Mi en sus manos, algo inseguro aclaró su garganta y le miró.

Yo, se muchas canciones... pero no sé, he olvidado la mayoría hoy —río—. Sólo recuerdo una y es muy especial...

¿Cantas?

Creo que sí... no te rías, nunca he cantado en público...

¿Seré el primero?

Lo serás...

Enternecido le miró y acarició su mejilla, mirándole con atención y expectante a cada uno de sus próximos actos. 

Aclaró su garganta y le miró a los ojos, mientras que sus dedos comenzaban a moverse hábilmente contra las cuerdas, creando una melodía hermosa.

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