CAPÍTULO 7

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S-sí, yo sólo tuve un mareo. No se preocupe, señor Park —respondió, seguido miré a Jungkook y alcé una ceja.

Espera aquí, Yoongi —ayudé a aquel chico de tez blanca a ponerse en pie, este volvió a sentarse en aquella silla donde perdió el equilibrio.

Mire a Jungkook y me acerqué a él, para que me diera una buena excusa del por qué Yoongi había desmayado.

¿Qué le diste? ¿por qué tiene malestares de la nada? —pregunté, con curiosidad y crucé mis brazos, esperando la respuesta de Jungkook.

No le dí nada, sólo lo invité a desayunar por el mal rato que lo hiciste pasar junto a tu caprichosa esposa. Él ordenó tostadas y té verde, dijo que su estómago estaba delicado, y que quería comer algo liviano. ¿No crees que fue negligencia de este local?

Qué descortés —reí al escuchar cómo hablaba de Eunha— quizás fue eso, encárgate de contactar a los confiscadores sanitarios. Y luego vuelves a la oficina, tienes mucho trabajo por hacer —le guiñé un ojo, mientras le daba dos palmadas suaves en el pecho.

¿Y Yoongi? ¿qué harás con él? —respondió, un poco nervioso.

Lo llevaré a casa, mi doctor lo examinará y llegará a un diagnóstico, permanecerá el tiempo necesario para su recuperación.

¿No volverá al trabajo? —su expresión era de molestia, ya que tendría que hacer todo el trabajo él, sin ayuda de Yoongi.

No, ¿crees que sería una buena impresión que la nueva empresa a la cuál pertenece no atienda sus enfermedades? Dios, Jungkook, debemos darle una buena impresión. Tú mismo dijiste que él nos haría subir nuestras inversiones.

Tienes razón...

Debo irme con Yoongi, nos vemos después.

Jungkook aún tenía su cara de molestia y podría jurar que se sentía celoso, ya que nunca me había preocupado por mis empleados, y nunca por él.

Éramos amigos, bastante cercanos, en la empresa me trataba con respeto, pero fuera los tratos que nos dábamos eran muy diferentes.

Miré a Yoongi, lucía cansado, me preocupaba el hecho de que no estuviera bien.

¿Puedes pararte? —pregunté amablemente, mientras que me acercaba a Yoongi.

S-sí, volveré al trabajo ahora mismo —respondió, sin mirarme a los ojos.

No es necesario, ahora te llevaré a mi casa y recibirás los cuidados correspondientes, Yoongi.

¿A su...casa? —sus mejillas se ruborizaron, tornándose a un delicado color rosa.

¿Tienes algún problema con eso?

No es necesario, ya me siento bien —sonrió, aún sin dirigirme la mirada.

¿Seguro?

Segurísimo.

Mírame —ordené—, mírame Yoongi.

Señor Park, de verdad estoy bi...

Tomé su mentón bruscamente y lo acerqué a mí, haciendo que me mirara a los ojos.

En sus mejillas habían lágrimas secas, tener a Yoongi tan cerca de mí, tan débil, me hacía sentir mal, y también sentía ganas de recostarlo, acurrucarlo y cuidar de él toda la noche.

Te cuidaré, Yoongi.

Sus pálidas mejillas se ruborizaron y su cara que tenía un tierno aspecto felino se sonrojó, puse mi mano sobre su frente y verifiqué si tenía fiebre.

Lo ayudé a ponerse de pié y tomé su mano, no entrelacé nuestros dedos para que no sintiera incomodidad.

Lo llevé hacia mi auto y delicadamente lo senté en el asiento copiloto, delicadamente ajusté el cinturón de seguridad a la medida de su pequeña cintura, sonreí y cerré la puerta para posteriormente trasladarnos a mi casa.

Espero esta sea la oportunidad de conocernos, Yoongi —hablé, él miraba por la ventana mientras el automóvil avanzaba.

Ojalá...—respondió, un poco desconcentrado, ya que toda la atención de sus cinco sentidos se posaba en una gigantesca tienda, donde habían peluches de Kumamon de distintos tamaños, distintas vestimentas y muchas cosas variadas.

Me interesas, Yoongi.

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