Ave profuga

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El tío John pasa otro algodón con alcohol junto a las heridas de mi abuela. La anciana está llena de pequeñas incisiones en todo el cuerpo, especialmente en el rostro. Sin embargo, ni un solo músculo se digna a mostrar signos de dolor.

- Tienes este lugar hecho todo un vertedero.- Le dice al tío John. Pasa una mirada rápida a todos nosotros y le pregunta:- ¿qué? ¿Ahora también coleccionas pubertos? Creí que esa pasión tuya por coleccionar había muerto hace años.

- Para nada.- El tío John le sonríe. Me sorprende que sea capaz de mostrarle una sonrisa tan sincera.- Sólo he pasado a coleccionar cosas más grandes. Ahora en lugar de juntar conchas de mar, junto coches y pinturas.

La abuela vuelve a dirigir sus ojos apagados hacia nosotros, pero se detiene cuando se encuentra con Ludwig Thomas.

- Las malas hierbas nunca mueren. ¿No es así, muchacho?

Los ojos de Ludwig brillan. Si pones un cuchillo afilado junto a una luz, obtendrías el mismo resplandor.

- Lo mismo digo.- Le responde.

- Mírense. Han pasado por media decena de desgracias y siguen siendo unos bebés.- La abuela nos sonríe, el tipo de sonrisa confiada y llena de arrugas que te hace dudar de ti mismo y pensar quizás tiene razón.

- Mamá, déjalos en paz.- Le dice el tío John, al mismo tiempo que cierra los ojos. Es lo que suele hacer antes de intentar ver hacia el futuro. Me pregunto qué estará viendo.

Me pregunto si sería capaz de ver a Erick si le pido que lo busque...

- Decir la verdad no es un pecado, hijo.- La mujer se pone de pie, y Ludwig se aleja de ella con un brinco. Eso sólo hace que la abuela comience a reír.- ¿Ves? Son unos niños. Y no lo dijo porque tengan el miedo grabado en sus caras. Hasta los más valientes tienen miedo, de eso no cabe duda. Lo digo porque estoy segura de que si los observo directo a los ojos durante más de diez segundos entonces podré ver todo lo que sus corazones extrañan más. Esa, mis queridos nietos, es la verdadera debilidad. Extrañar podría matarlos un día de estos.

- Si ves a Luddy por más de diez segundos estoy seguro de que caerías muerta al onceavo.- Corroboro.- Así que, sinceramente, si yo fuera tú, no lo haría. Sólo digo.

- Oliver.- El tío John abre los ojos velozmente sólo para poder fulminarme con la mirada.

- ¿Qué?- Me encojo de hombros.- Estás curando las heridas de la mujer que dejó morir a Ludwig en una camilla de hospital. Mientras tanto, yo defiendo a mi hermano.

- No necesita que lo defiendas.- La abuela se lame sus labios secos.- De todos los que estamos en esta cocina, él es el que menos protección necesita.

Igual lo haré.

Porque si no lo hago yo, ¿quién más lo hará?

- ¿Porqué estás aquí?- La interroga Ludwig Thomas, apoyado sobre una de las paredes de la cocina. A su lado está Marlowe, vistiendo una capa que le cubre las alas. Es el único presente que no forma parte de la familia, y aún así desentona menos que mi abuela. Se siente como si hubiera estado al lado de Ludwig durante cientos de mañanas, no solo una.

En cambio, la abuela se ve tan extraña como una mancha de comida sobre un mantel blanco. Algo que no debería estar allí.

A él le gustan los chicos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora