Capítulo 13, parte 1.
― Buenas noches, señorita Montclaire. ― dijo Francesco ― Será mejor que se cambie esas ropas ensangrentadas, tenemos que hacer algunas... tareas, si así se puede decir.
El vampiro estaba recargado contra la pesada puerta metálica de la celda de Amber, quien lo observaba con rabia. Odiaba al vampiro con toda su alma con todo y su aire superior en todo lo que hacía.
Amber resopló.
― ¿Era necesario que te comportaras otra vez como el perro faldero de mi hermana? Me sorprende que te jures el vampiro más poderoso de los Ángeles y sigas las órdenes de una mundana de dieciocho años.
Francesco se rio; bueno, no se rio, se burló del comentario de la chica. Mientras se reía, ella pudo notar que había sangre fresca en los colmillos del Subterráneo.
― Pobre niña tonta ― murmuró ―. Permíteme aclarar la situación: yo le pedí a tu hermana que organizara una reunión falsa para poder secuestrarte, pero ella decidió matar a diez personas y colgarlas en una viga, sin ningún remordimiento.
― Hiciste de mi hermana un monstruo, le apagaste el corazón ― y eso era cierto. Cuando eran niñas, Alexandra era una niña con coraje pero incapaz de hacer daño. Esa hija mayor que todo padre quisiera tener, pues era inteligente, bondadosa y sabía defenderse físicamente. Pero el día que traicionó a los del Instituto, la desconoció, y se dio cuenta que la vieja Alexandra estaba muerta y había sido reemplazada por un ser sin corazón.
― Y tú le arrancaste al corazón a una inocente, ¿recuerdas?
Antes de que Amber dijera algo, Francesco salió de la celda. Resoplando, tomó las prendas que el vampiro había dejado y se cambió, dejando la ropa ensangrentada en el suelo. Cuando terminó, dio varios golpes en la puerta para avisar que estaba lista, y al instante la puerta se abrió.
Ahí estaba Francesco, acompañado de la recién llegada Alexandra, que estaba vestida con su uniforme de combate, con su extraño metal transformable alrededor de la cintura. Mientras las hermanas Montclaire se dedicaban a lanzarse miradas entre sí, Vailati colocó un par de esposas en las muñecas de la Nefilim.
― Yo la llevo ― ladró Alexandra hacia Francesco, en cuanto empezaron a caminar por el pasillo de celdas. Todo estaba limpio y ordenado, y había uno que otro trabajador vestido como científico caminando por ahí.
Francesco gruñó.
― ¿Qué?
― No lo tengo que repetir, fui muy clara. Quedé de vender unos medicamentos a unos lobos, ve a dárselos tú. Sarah te dirá donde es.
Y Francesco se fue a su velocidad vampírica. Las hermanas siguieron caminando en un incómodo silencio. Seguramente estaban en el laboratorio de Francesco del que tanto se hablaba.
Amber no podía evitar pensar que unas horas antes su hermana había matado gente en la entrada del Consejo, y caminaba como si nada, e incluso se veía que se había duchado un rato antes. Sin rastro de sangre o culpa, solamente Alexandra.
― ¿Por qué me trajiste? ― preguntó Amber.
― Porque necesitas saber varias cosas que yo no te puedo decir. ― respondió Alexandra sin mirarla ― Son respuestas a todo lo que te está pasando.
― No recuerdo que te importara lo que me sucede.
Alexandra tragó aire y apretó los puños.
― Todo lo que soy, lo hice por ti, Maklovia.
― ¡¿Yo te mandé a matar a esos cientos de personas?! ¡No! ― La rabia corría por las venas de Amber como lava, y aunque una parte de ella sabía que podía salir herida, no se detuvo ― Yo quiero que te detengas, e irnos en este momento y que pagues tu condena por tres años de crímenes... ― y por alguna razón desconocida, las lágrimas comenzaron a salir.
― ¿Tu sabías de todas las veces que tuve que ser la perra de Francesco para que no te hiciera daño y pudieras seguir teniendo tu vida perfecta en San José? ― Alexandra se detuvo, la tomó del cuello y habló tan fuerte que todos los que estaban cerca se sobresaltaron ― No, no lo sabías, porque prefieres escuchar la versión de tu raza asquerosa. Me torturó por impedir que te hiciera daño, ¿o crees que todas mis cicatrices fueron porque me caí en un parque? No, Maklovia, lo hice por salvar tu estúpido trasero, ¿ya puedes cerrar la boca y dejar de comportarte como una Cazadora de Sombras correcta que no podrás ser en tu miserable vida? Gracias.
Alexandra liberó el cuello de su hermana, y esta empezó a toser por toda la presión que la otra había hecho. Le tenía miedo en esos momentos, y decidió no hablar hasta llegar hasta quien sabe a dónde iban.
Mientras iban avanzando, Amber pudo percibir un olor abrumante a sangre. Llegaba de algún lado que no podía identificar, hasta que llegaron a una puerta que tenía guardias y lector de huella digital. Seguro había algo realmente peligroso, como una criatura modificada con sueros de Francesco.
― Nadie en la zona hasta que me retire ― ordenó al par de guardias, y estos asintieron.
Alexandra colocó su dedo en el lector, este hizo un ruido extraño y la puerta se entreabrió. El olor a sangre se hizo más intenso y golpeó las fosas nasales de Amber tan fuerte que la dejó mareada.
― Escucha, Maklovia. Solo no grites ― indicó Alexandra.
Y ambas entraron.
En cuanto Amber entró, pisó un charco de sangre que abarcaba toda la diminuta sala, y al lado contrario de las chicas había una mujer de cabello rubio tirada en el suelo.
― Levántate, estúpida. Tienes visitas ― ladró Alexandra y disparó una bala justo a un centímetro de una de sus manos para alertarla.
La mujer gritó apagadamente y se sentó. Se veía demacrada. Al ver bien su cara, Amber se tambaleó y cayó al piso empapado de sangre.
Esa mujer era su madre.
N/A:
Tuve que dividir el capítulo en dos porque si no iba a estar muy largo, bai.
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Sangre Metálica ➳ Shadowhunters #2 (Sin editar)
FanficEscondida y victoriosa, Alexandra Montclaire sonríe; su traición hacia los Cazadores de Sombras ha sido todo un éxito, pero su plan no ha terminado aún. Amber está consiente de quién es, o al menos podría interpretarse así. Es una Cazadora de Sombra...