Dos desconocidos

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Ella lo veía todos los días pasar frente de ella, cruzando con él un par de palabras, jamás podria aspirar a él y ella lo sabía, por eso callaría.

Pero qué podia hacer, solo mirarlo de lejos y nada más, ella simplemente atendía el café donde él todos los días iba a desayunar, ella no era más que una mesera, mientras que él, todo un empresario.

Pero a ella le gustaba, desde la primera vez que lo vio entrar con aquel traje corte Slim, color marino, aquella camisa azul cielo, un hombre alto, de mirada cálida, desde ese día supo que su corazón lo amaría.

Todos las mañanas a la misma hora lo esperaba llegar, todos los días a la misma hora le preparaba ese café que era especial para él, todos los días intentaba brindarle la mejor de las sonrisas, intentaba que él la volteará a ver por lo menos un segundo.

Le quería, le quería mucho, su corazón no pudo evitar enamorarse, se condenó, se arriesgó sabiendo qué no podria aspirar a nada con él. Sin embargo, así era feliz, verle cada día, no se sentía sola.

Habían días fabulosos, donde él levantaba la mirada y la veía, le daba los "buenos días" y en ese día no podía evitar tener una sonrisa por el resto de la tarde, se volvió su adicción. Pero también había días malos, en los que iba muy deprisa, solo pasaba por su café para llevar, y sólo podía verle por unos cuántos instantes, éso hacía que todo el día ella estuviera pensativa, triste y melancólica.

No eran amigos, ni siquiera conocidos, él ni siquiera sabía su nombre, tal vez ni siquiera notará su presencia.

Y sin embargo, ella era consciente de ello, sabía que tal vez nunca podria aspirar a su amor, pero aún así ella lo quería, no podía contener su amor, era peligroso pues podría enloquecer por ese amor.

Pareciese fácil, ustedes dirán, "que le hable", "que trate de llamar su atención", y tal vez ella podría hacerlo sino fuera tan tímida, pero ella lo era, así que sólo tenia fe, confiaba en que él algún día la volteará a mirar, iba perdiendo la cabeza lentamente cada vez, ¡cuánto daría porquee que él le sonriera!, tal vez su misma entera, era su deseo que él intentará hablarle. De hecho, aunque él no lo sabía ella preparaba el mejor café únicamente por él, le tenía lista su taza de una mezcla especial que ella preparaba únicamente por él y para él.

Pero esto era la vida real y no todo lo que deseamos es posible, en la vida real no todas las personas a las que amamos podemos conseguirlos. Y esa mañana ella lo esperaba como tantas veces pero él no llego, ella se preocupó, pero no podía hacer nada, no conocía donde trabajaba, no sabía donde vivía, y aún cuando lo supiera, ¿que podría hacer?, ella era solo una desconocida en su vida, no podría llegar e ir a su casa y preguntar por alguien del que ni siquiera sabía su nombre.

Y pasaron un par de días, un par de semanas, y cuando ella ya perdía la esperanza devolverlo a ver, él entro por esa puerta del café. Ella sintió que volvía a revivir, ella sentía que acababa de salir el sol.

Y por fin, fue valiente, fue valiente en nombre de su amor y le preguntó por él, diciendole que se habia preocupado al no verlo en tantos días. Él le sonrió, pues le llamó la atención que ella hubiese reparado en el detalle de su ausencia, y por fin alzaba la mirada para ver no a la mesera sino a la mujer, la cual era atractiva, de tez blanca, cabello castaño, ojos cafés y labios carmesí, era muy simpática, se había preguntado porqué no había reparado antes en ello, y le preguntó su nombre, a lo que ella respondió "Blanca", él se presentó como "Raúl Estrada", en esos minutos Blanca se sentía como en una nube, se sentía dichosa, por fin había conseguido qué él le hablará, por fín había conseguido llamar su atención.

Pero como no todas las historias de amor tienen finales felices Blanca cayó de su nube, cuando él le explicó el motivo de su ausencia, él se había casado y se había ido de luna de miel, con licencia laboral. La esperanza de Blanca murió, su fe se desvaneció, su rastro empalidecio, y su sonrisa se borró. Él se despidió de ella, le dijo que era un gusto conocerla y que se seguirían viendo, a lo que ella no pudo mas que asentir. Él salió por la puerta que minutos antes había entrado.

Por fin dejaban de ser un par desconocidos, pero ahora la esperanza que en algun momento llegará a abrigar Blanca, se había desaparecido, se esfumó llevándose con ella todo rastro de felicidad.

Al día siguiente ella presentó su renuncia en la cafetería, no podía soportar volverlo a ver, lo tenía que olvidar, su café nunca volvió a saber igual y volvieron a ser desconocidos...




Dedicado a todos los que se han enamorado pero han callado su amor.

Vidas marcadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora