Jaula de oro.

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En un pueblo cerca de Jalisco una chica debía tomar una decisión, entre irse con el chico al que decía amar, pero que no tenía dinero, o irse con un hombre que tenía fortuna pero se creía que era narcotraficante.

La decisión decía ella no era sencilla, pues aunque amaba a su amor no deseaba seguir experimentando pobreza, suficiente habían sido estos años de carencia, en donde habían noches que terminaba sin nada que comer, suficiente que no podía comprarse lo que ella quería, la ropa que le gustaba, sabía que con Jesús (el que al parecer era el narco) todo esto no le iba a faltar, no le haría falta dinero, comida, ropa ni a ella ni a su familia.

Por lo menos ella si podía elegir, mientras que sabía de chicas que sencillamente se las habían secuestrado o desaparecido porque a alguien le había gustado y ese alguien tenía el poder de fugarse en cualquiera y conseguirla.

Celeste veía la situación de su familia, habían meses que no llegaban a final de mes, y aunque ella era jóven, sabía lo que era la carencia. Pero eso podía cambiar si aceptaba la propuesta del Chuy, su madre no lo decía pero estaba preocupada, pues ambas opciones tenían finales trágicos en su mente. La madre creía que si este hombre se haga obsesionado tanto con Celeste podría desaparecer a su enamorado, o atentar contra la familia a fin de cumplir su capricho. No es que fueran hechos aislados, era el día a día, así que por más que pensará no había otra solución su hija tenía que irse con el Chuy.

El día "de la entrega", el Chuy llegó en su camioneta, trajo ropa y dinero a la que decía era "su princesa", dinero a su suegra, a la cual prometió que cuidaría de Celeste. Ese dinero en lugar de traer alivio a sus penas, lo único que consiguió fue que la madre se sintiera como si hubiera vendido a su hija.

Al principio todo iba bien, aunque Celeste se sentía mal por haber dejado a la persona que amaba, se consolaba al pensar en todo lo que tenía, una hermosa casa, con todo a su disposición, sirvientes dispuestos a cumplir cualquier orden, ropa, zapatos y dinero que jamás había imaginado. Pero aún así se sentía vacía, algo le faltaba, se sentía desesperada, encerrada, incluso sin privacidad. Cuando tenía que salir, siempre habían hombres custodiandola, el Chuy le decía que era por su seguridad y sin embargo ella pensaba que había otra razón detrás de todo.

No tenía muchos amigos, sus únicas salidas era para ver a su familia o para ir de compras, así que cada vez se sentía más sola, consolaba a su madre diciendo que todo iba bien, que era feliz aunque esto fuera mentira. Su madre hacía como que le creía, pero vivía preocupada, sabía que esa vida no la llevaría a nada bueno.

Celeste se sentía usada, comprada, pero no veía otra opción a su vida, en el pueblo había visto a su amado, ahora de la mano de alguien más, había escuchado que se casaría, sabía que ella debería estar en el lugar de la novia, pero no lo estaba. Tal vez todo sería más fácil si ella fuera una mujer interesada, como tantas aquellas que ven en lo malo la forma de salir de la pobreza, pero ese no era el caso de Celeste, su decisión no la tomo por avaricia, sino por proteger a los que más amaba. Pero eso no lo hacía más fácil, cada día el miedo en su pecho se hacía más grande, las ganas de salir corriendo de la que consideraba su cárcel, eran mayores.

El Chuy después de un tiempo se aburrió de ella, y sin embargo no la dejo ir, sencillamente se desaparecía por días, incluso semanas, eso en parte la tranquilizaba, pues comenzaba a sentirse mal con su presencia, le daba asco que la tocará y más con su aliento alcohólico, o si estado ido debido a las drogas. Aún así cada vez que pasaba el tiempo sin verle, se preocupaba porque algo le hubiese pasado sabía que muerto él, su vida podría correr peligro.

Una tarde, decidió salir de compras, era su único pasatiempo, así que fue a un centro comercial, custodiada por sus tres hombres de confianza asignados quién la vigilaban de lejos, pues ella así lo pido. Al salir supo que algo andaba mal, pero hizo caso omiso, sus hombres no estaban, pero sí otros que esperaban a que ella saliera, los reconoció al instante, eran enemigos del Chuy, la encañonaron al instante, el objetivo era secuestrarla, a fin de pedirle algo a cambio al Chuy, lo que ellos no contaban era que aquella mujer ya no significaba nada para él. Y así como llegó, tuvo que irse de la vida de él, lo que más le sorprendió es que la bala que acabo con su vida, provino no del enemigo, sino de uno de sus hombres de confianza, quienes habían recibido la orden de matarla si algo se salía de control. Lo interesante es que Celeste al ver esto sólo se limitó a sonreír, por fin había salido de su jaula de oro.





Dedicado a todas aquellas que viven en estados donde domina el narcotráfico.

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