Mi respiración agitada era lo único perceptible en medio de la habitación, junto con los golpes que impactan de forma directa en el saco de boxeo con el que intentaba desquitarme, hacer desaparecer la frustración que estaba comenzando a agobiarme lentamente.
Jadeaba por aire, mis músculos contraídos debido a las largas horas que había pasado ahí, exigiéndole a mi cuerpo por más mientras que mi mandíbula se encontraba tensa a medida que el sudor bajaba lentamente por mi frente.
Solté un pesado suspiro, acompasándolo al ritmo de mis frenéticas respiraciones y me detuve, sosteniendo el saco de boxeo para sujetarme a él, aferrándome para generar el soporte que mis piernas ya no estaban realizando.
Honestamente, no tenía idea de cuánto tiempo había estado encerrada ahí, golpeando repetidamente el saco de boxeo, pero ayudaba. Ayudaba a deshacerme de la ridícula frustración y del miedo irracional que estaba empezando a sentir.
Golpe tras golpe, sentía que el miedo se disipaba lentamente de mi organismo, aunque fuese consciente de que los días transcurrían y todo era, básicamente, un poco más de lo mismo.
Me mentía a mí misma, a mi madre, a mi hermano y a Hanna diciéndoles que estaba bien, cuando estaba hecha un desastre y terminaba por buscar problemas, salía de ellos y el ciclo se volvía a repetir solo con el fin de demostrarme a mí misma que sí podía defenderme.
La peor parte había sido la partida de Klaus, quien regresaba a la universidad, y mamá, la que se marchaba por un par de semanas a finalizar unos negocios en Nueva York.
Pese a que me insistieron para irme con ellos, no pude hacerlo.
Era difícil admitirlo, pero estaba aterrada por primera vez en mi vida y mi orgullo me obligaba a actuar de la manera más ilógica que fuese posible.
Desde que abandoné el hospital, me prometí a mí misma vivir sin privarme de nada. Realizar las locuras que quisiera, saltar de edificios, correr por mi vida, escalar montañas, y, por sobre todo, volar.
Pero todo aquello se estaba viendo alterado por una persona, una persona ante la cual había mostrado mi parte más frágil y se podía aprovechar de ello, como sucedió la noche que Yoongi le disparó a mi hermano en su prótesis y pudo haberme lastimado a mí o incluso a Hanna.
La culpa me consumía y me sentía como una verdadera idiota. Mi cabeza era un desastre, no podía controlar mis propios temores y eso me convertía en una persona completamente irracional.
Durante el día dormía en algún motel de mala muerte y por las noches entraba a algún gimnasio en la zona para golpear cosas hasta el punto de no poder moverme. Terminaba corriendo hasta que mis músculos se fatigaran, golpeaba el saco de boxeo hasta perder la sensibilidad en mis nudillos y, lo más importante, rogaba por ser capaz de poder defenderme a mí misma en caso de que la situación volviese a repetirse.
No ayudaba para nada saber que Park Jimin se había rendido en la pelea en el pentágono porque eso solamente me aterraba un poco más gracias a la incertidumbre que me provocaba; ¿podría defenderme contra él?
Terminé por arrastrar mis pies lastimosamente hacia las duchas.
El agua fría me despertó, me hizo temblar y me obligó a moverme con rapidez.
Al cabo de quince minutos abandoné el gimnasio cerca de las tres de la mañana y mis pies comenzaron a moverse hacia el frente, siguiendo la huella de la acera.
La noche estaba apenas iluminada por los faroles en la calle, la música proveniente de los clubes y cafés nocturnos comenzaba poco a poco a retumbar en mi cabeza y el frío de la noche parecía calar mis huesos. Estaba temblando y mi cabello húmedo no ayudaba en la situación.
ESTÁS LEYENDO
wingless [park jimin]
FanfictionTara no es la clase de persona que se queda atrás cuando recibe una amenaza, es por ello que cuando pone un pie en su nueva escuela, en un nuevo país, comprende de inmediato que ella y el temido Park Jimin se verán enfrentados en más de una ocasión...