26. Nada más que mariposas

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El término ansiedad había adquirido un nuevo significado desde que Park Jimin había entrado en mi vida.

Sentía una particular sensación en la boca del estómago cuando él estaba cerca y pese a que habíamos pasado por todas las bases en un abrir y cerrar de ojos, mi corazón retumbaba contra mis costillas cuando lo veía esbozar esas sonrisas que estaban destinadas a ser solo para mí y eso era extraño, tan extraño como Hanna y Hoseok disfrutando de una película de terror.

Lo peor de todo, era que mi cerebro no funcionaba cuando se trataba de Jimin.

Por alguna razón mi cordura se iba a la mierda, al igual que el poco sentido común que aún tenía y me odiaba por ello, por no ser capaz de razonar como era debido.

Estúpida, Tara.

Existían una gran cantidad de razones por las cuales ir a un parque de diversiones no era una buena idea cuando se trataba de mí, y eso fue lo que no pude decirle al rubio cuando se me dio la oportunidad, porque me apresuré a contestar un ridículo "me gustaría ir contigo" sin siquiera comprender las palabras del mensaje que había recibido de su parte.

Siendo honestos, no había puesto un pie en un parque de atracciones desde hacía un par de años y la razón era bastante simple; las crisis de pánico. Estas me abordaban en cualquier momento a causa de la adrenalina que se desataba en mi torrente sanguíneo en las simuladas caídas libres, aquellas que llevaban mi mente de regreso al accidente en el que perdí a mi padre.

Para el momento en el que se había cumplido un año desde que Klaus y yo abandonado el hospital y estábamos sanos tanto física como psicológicamente, pensamos que la mejor forma de celebrar sería ir a un parque de diversiones para gritar y dejar nuestros pulmones ahí, sin embargo, una de mis tantas crisis de pánico se desató al momento en el cual nos encontrábamos en medio de una atracción de caída libre, en la cual la estructura del juego caía repentinamente hasta casi llegar al suelo.

Desde aquel momento, puse toda mi atención en otras actividades recreativas como lo era el boxeo.

— Deja de respingar la nariz, idiota, no puedo maquillarte – la voz llena de reproche de Hanna llegó a mis oídos y no hice nada más que rodar los ojos para ganarme un ligero golpe en la cima de mi cabeza.

Mi mente dejó de pensar en el pasado y volví al presente en ese instante, obligándome a ahogar un resoplido antes de buscar una explicación en los divertidos y juguetones ojos de Jeon Jungkook, quien se encontraba sentado en mi cama con sus brazos cruzados sobre su pecho mirándonos fijamente mientras que Hanna intentaba maquillarme, acercando los aparatos de tortura a mi rostro sin cuidado alguno.

— Quédate quieta, Tara – demandó la pelinegra, tirando un mechón de mi cabello para que le prestase atención a ella y dejase de mover mi nariz.

Me quejé en voz alta y mis ojos cayeron sobre ella, viéndola completamente concentrada al tomar un mechón de cabello oscuro y pasar las tenazas sobre este con la clara intención de alisarlo. Llevaba casi una hora así, sentada en un taburete que había traído de la cocina, en medio de mi habitación con Hanna tratando de arreglar mi cabello, con Kook mirándonos con completa entretención sin hacer nada más que brindarme miradas llenas de burla desde mi cama mientras que mi madre iba y venía, queriendo decirme algo que se quedaba atorado en su garganta al momento en el que intentaba pronunciarlo y que sabía exactamente qué era.

Cerré los ojos y suspiré, procurando no moverme demasiado para no recibir un golpe por parte de Kim Hanna, la que se dedicaba a peinar mi cabello y alisarlo, antes de poner una leve capa de maquillaje sobre mi rostro mientras discutía con Jeon qué clase de color de sombra haría resaltar mis ojos.

wingless [park jimin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora