Ƹ̴Ӂ̴Ʒ : Prólogo

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Ƹ̴Ӂ̴Ʒ  Prólogo Ƹ̴Ӂ̴Ʒ 

 Birdy

Cuando le preguntaban sobre su futuro, odiaba responderles lo que era más que obvio para Birdy; pues claro, cargaba con su futuro cada día de su vida, y que le preguntasen qué quería ser cuando fuera mayor ya era algo absurdo para ella. Le desagradaba fingir no saber que se casaría con un buen joven, o que sería obligada a seguir la carrera de abogacía.

Ahora mismo se encontraba en medio de un caótico griterío gracias a sus molestos compañeros; sin embargo, estaba al lado del chico que en unos cuantos años más luciría un bello traje negro en su boda, y teniéndolo a su lado, realmente no le importaba lo demás. Es más, con solo ver sus ojos azules ya se sentía más relajada.

—¿Mañana puedo ir a tu casa? —preguntó su mejor amigo, como si su casa fuese una iglesia, una casa donde todos podían entrar.

—Ya sabes que a mamá le agradas, así que puedes venir cuando quieras —le contestó la morocha a propósito, solo deseaba ver la sonrisa de su chico, y la consiguió.

—Ajá. Está demasiado claro que ella me ama —soltó con orgullo y colorado como un tomate. No agregó nada más y continuó comiendo su sándwich de jamón y queso.

Debía admitir que saber lo que le pasaría en el futuro era un tanto aburrido, pero Birdy trataba de llevarse lo mejor posible con ese enorme conocimiento. Pensaba que si se cansaba de su propia vida, entonces estaba en problemas.

—¿Qué es lo que te gusta de mi casa que siempre te invitas? —le preguntó entre risas, tratando de beber en paz su jugo.

—Tu gato.

Mentiroso, pensó. Él sabía muy bien lo que le gustaba, pero no quería decírselo.

—¿Mi gato? —dijo y trató de lucir sorprendida—. Martín,  ese gato el animal más aburrido del mundo, ¿cómo puede gustarte esa bola de pelos blanca?

—Me gusta porque es gordo y peludo —se justificó Martín e hizo un gesto con las manos, como si fuese a estrujar un peluche.

—Estoy segura que si te pregunto si te gusta una chica gorda dirías que no es adorable en absoluto —le dijo y Martín la miró, como si estuviese señalando el estómago de Birdy.

—Ey, también me gustan las chicas rellenitas —soltó colorado y revoleó la mirada.

Ya, demonios. Dilo. Di que estoy gorda, porque sinceramente el «rellenita» no sirve. Se dijo a sí misma.  Estrujó el envase de cartón y el jugo salió disparado fuera de la pajita. Birdy trató de disimular.

Se le ocurrió cambiar de tema.

—Oye, Martín… ¿Qué quieres ser cuando seas grande?

—Policía, ¿y tú?

Mentira, serás veterinario y salvarás a mi gato. Muchas gracias por eso. Volvió a pensar.

—Una chica Ninja, seguramente —le contestó y su amigo comenzó a reír.

Su conversación terminó cuando arrojaron sus mochilas al hombro y atravesaron por los pasillos, pero volvió a comenzar a la salida del instituto. El joven de cabello castaño le ofreció acompañarla bajo su paraguas azul. Birdy había logrado su objetivo otra vez, fingir olvidar su paraguas. Deseaba caminar bajo la lluvia con su mejor amigo, y futuro esposo, padre de sus dos hijas.

Creía que el olor a césped mojado y el sonido de las hojas crujir bajo la suela de sus zapatos acompañaba muy bien aquél momento. Se sonreían como idiotas y abrían sus bocas como si quisiesen empezar a hablar.

Mariposas blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora