Ƹ̴Ӂ̴Ʒ : Capítulo 2

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Ƹ̴Ӂ̴Ʒ  Capítulo { 2 } Ƹ̴Ӂ̴Ʒ 

Oliver

Se había pasado más de media hora buscando un accesorio como el que le había roto a aquella chica. Y como no encontró ninguno decidió elegirle algo que combinara con ella, aunque no tuviese muy claro lo que le gustaba. Esos pequeños libros plateados fue lo primero que vio, y aunque el negocio no se encontraba  bastante iluminado, le llamaron tanto la atención como a un niño pequeño.

Su madre se entretenía en la sección de collares mientras lo espiaba, y él estaba conciente de eso. Se trataba de una bella mujer, su cabello estaba poseído por los rulos castaños que se le formaban cuando tenía el pelo húmedo. Él jamás se atrevió a llamarla por su nombre, Nora, sino que siempre  dejaba en claro a todos que ella era su madre.

—¿Por qué estás comprando eso?

—Le he roto algo a una chica y quiero comprarle un accesorio para disculparme  —continuó Oliver mientras su madre se fijaba en la decoración—. ¿Tú crees que esto es bonito para una chica?

La mujer tomó entre sus manos el objeto y lo observó con una amplia sonrisa.

—Apuesto a que le encantará.

—Eso espero…

—¿Crees que a tu papá le guste esta billetera? Él sigue insistiendo en quedarse con la vieja, pero está rota y me da vergüenza verlo con esa. Mañana tiene una reunión de trabajo y quiero que cause la mejor impresión —le preguntó preocupada mientras revisaba los bolsillos de la billetera y murmuraba cosas.

—Está bien, le vendrá bien tener una nueva.

—Me alegra que estés de mi parte. Ven, vamos a pagar

 Cuando era pequeño había aprendido gracias a su padre a no sentirse diferente mientras caminaba por las calles, entre la multitud de personas que lo miraban curiosamente. Y ahora, con dieciséis años, no le molestaba tanto que los niños pequeños lo señalaran o que las chicas lo observaran de forma extraña.

—¿Cómo es ella? —dijo su madre con una sonrisa—. ¿Es bonita?

—¿Quién?

—La chica esa de la que me has hablado en el negocio… Nunca le compras cosas a las chicas.

—Ya te he dicho que es en forma de disculpa.

—Lo siento, es que cuando era pequeña me preguntaba cómo reaccionaría en este tipo de situaciones —rió y le dio un empujoncito a su hijo—. Ya eres todo un hombre, debes de tener a miles de chicas atrás.

Se quedó pensando, porque la verdad es que ninguna gustaba de él, simplemente sentían curiosidad. En su escuela, ser albino era como cuando uno se compraba un celular y deseaba mostrárselo a todos, así es, ellos solo querían verlo.  

Se concentraron en esquivar personas.

—Solo doy miedo —se atrevió a confesarle.

—¿Ah? ¡Eso es mentira! Tienes unos ojos hermosos, y tu cabello es…

—¿Sedoso como las flores que florecen en un campo? —le interrumpió  Oliver entre risas—. ¿Desde cuando me he convertido en un “princeso”?

—Desde que eres mi hijo.

Al llegar a su casa, las bolsas de su madre crujieron al estrellarse contra el suelo. Oliver guardó toda la comida en la heladera y luego rebuscó entre el lío, el sobre donde se encontraba el accesorio que se encargaría de darle a la chica sin nombre. Así que subió las escaleras velozmente y se encerró en su habitación, en su gran espacio personal.

Era bueno ser hijo único, porque lo que más quería era capaz de tenerlo y no debía de preocuparse en compartirlo. Por ejemplo, sus nuevos cómics quedarían en sus estantes y nadie, salvo sus primos o sus amigos, los tocarían. O su gran caja de lápices de colores, había sido un regalo de su padre, y seguían en su lugar y en perfecto estado.

Pero lo que más amaba en estos momentos era su cámara de fotos, porque allí, estaba todo su futuro. Allí estaba ella, la chica con la que se había chocado ayer, llevaba un hermoso vestido blanco y unos hermosos detalles en su cabello castaño. Le era imposible no emocionarse al verla embarazada, o al verse a él mismo tocando la panza de su amada.

Ella estaba en todas las fotos. Ella ya formaba parte de su vida. Y cuando al otro día se la encontró haciendo la tarea bajo la lluvia, su corazón quería detenerse porque estaba cansado de latir tan rápido. Cuando le entregó su disculpa, supo que era aquella agradable mujer de las fotos…. Y ahora conocía su nombre, Birdy. Ahora podría fantasear con decirle cariño todas las mañanas.

—Intentaré hacerlo para ver qué me dice —la escuchó decir—. ¡Lo siento, debo irme! ¡Estoy llegando más que tarde! ¡Muchas gracias por todo Oliver! —entonces ella empezó a correr.

Y él quiso correr con ella también. Quiso haberle preguntado más cosas, porque cuando encontró a la madre de sus futuros hijos, no quiso dejarla ir. Quiso abrazarla y besarla, ansió confesarle que la amaba, aun antes de saber quién era ella.  

Mariposas blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora