Ƹ̴Ӂ̴Ʒ Capítulo { 8 } Ƹ̴Ӂ̴Ʒ
Birdy
Al terminar la segunda clase, los demás estudiantes no tardaron en abandonar los salones e irse a casa. Sin embargo y por alguna razón, Birdy se había quedado sentada en uno de los escalones de la escalera, en medio del silencio.
No más pisadas, no más voces. Se hallaba sola, Martín se había ido a su entrenamiento. De su mochila sacó su cámara de fotos y comenzó a repasar una por una, y por un momento quiso llorar, y lloró. Dejó que su cabello funcionase como una enorme pared que la resguardaba del exterior, recién allí las lágrimas no tuvieron otra opción que deslizarse por sus mejillas.
Amaba a Martín, y estaba muy segura que lo que sentía por Oliver no era amor. Eso le daba miedo, le aterrorizaba porque no le importaba morir en sus manos. Porque aunque no lo viese de esa forma, quería estar para siempre a su lado, deseaba volver a sentir su piel y a verlo. Quería recordar sus sonrojos, sus ojos rojos.
El sonido de las pisadas volvieron a aparecer, intentó desaparecer pero no podía. No, ella no quería desaparecer porque lo que más necesitaba era que alguien la viese en ese estado. Que quisiese escucharla, no le importaba si era por lástima.
Una persona se sentó a su lado y la abrazó, sus pupilas se dilataron al sentir unos bazos masculinos rodeándola, jamás había recibido un abrazo tan cálido como ese. Su aroma era dulce y tan agradable que Birdy no era capaz de descifrar si realmente se trataba de un perfume. Cerró sus ojos por un momento y lo primero que pensó fue en un hogar, su aroma le recordaba al de su casa.
Sus ojos se encontraron. Y allí, sentado a su lado se hallaba un joven albino, pero no se traba de Oliver. No era él, aunque los rasgos que poseía eran idénticos. La única diferencia era que su rostro era más alargado, además de que sus ojos eran grises. A lado de su ojo izquierdo se podía apreciar un pequeño lunar que parecía querer pasar desapercibido. Justo como el lunar que ella llevaba en el mismo lugar.
—Gracias —se atrevió a decir Birdy. Él como respuesta, le regaló una maravillosa sonrisa torcida—. ¿Sabes? Me haces acordar a una persona que conozco.
—¿A él?
—¿Ah? ¿Cómo sabes que…?
El misterioso desconocido metió su mano en uno de sus bolsillos de su pantalón y sacó un par de fotos que además de viejas, estaban arrugadas. Se las entregó, como si le estuviese dando la respuesta a todas las preguntas que existían en el mundo.
Se acercó más a ella y señalando con su dedo índice a una foto le dijo:
—Este soy yo de pequeño y esta eres tú.
Los ojos de Birdy se dilataron al ver que solo había cuatro personas sonrientes delante de un pastel de cumpleaños. El joven que ahora mismo tenía a su lado se hallaba en el medio soplando las velitas, en los otros dos extremos una mujer y un hombre que parecían ser sus padres; el último sostenía a una pequeña niña entre sus brazos. Y la mujer era igual que ella. Y el hombre, sin dudas era Oliver.
En el pastel, el número 12 no tenía el deseo de camuflarse entre la crema.
—¿Cuántos años tienes ahora? —trató de detener el llanto llevándose la mano a la boca.
—Quince.
—Tú…Tú…
—Mi nombre es Ronan, y sí, soy tu hijo mayor —le respondió como si estuviese leyendo su mente.
—Es imposible… ¿Cómo es qué..?
—Les contaré todo a los dos cuando llegue el momento apropiado —sus labios se curvaron formando así, otra sonrisa. Birdy lo abrazó y se aferró a él para luego llorar desconsoladamente.
La persona que se encontraba a su lado… Era su hijo.
Comenzó a recordar todas las cosas que Oliver le había dicho.
«—¿Yo soy tu esposa?
—De hecho, esposa y madre.»
«—Eras tú. Yo estaba contigo. Tengo fotos de cuando estás embarazada. A ti te gusta mucho pintar ¿no es así? Tengo una foto en la que estas tu pintando a Ambar.»
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Mariposas blancas
RandomBirdy descubre todo su futuro gracias a extrañas fotos que aparecieron en su cámara: conoce al chico con el que se casará, y sabe con qué trabajo ganará un buen sueldo para mantener a sus dos hijas. Con quince años su vida se convierte algo aburrida...