Capitulo doce

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Día treinta y cuatro:

-Hoy en la tarde iré a buscar mi traje-le dijo Draco a Harry mientras ambos tomaban un café en el puesto de la esquina antes de irse al trabajo-.

-¿Iras?-cuestiono Potter, frunciendo levemente el ceño, aunque tenía un pequeño bigote causado por la crema del café que no dejo que Draco lo tomara en serio. Potter noto la sonrisilla burlona del rubio y se limpió el labio-. ¿No iremos juntos?

-Ya sabes que es de mala suerte ver el vestido de novia ante de la boda, o algo así de idiota dicen los Muggles-dijo Draco, dirigiéndole una sonrisa-.

-Tú mismo lo has dicho, son idioteces Muggle, y además no son vestidos de novia, porque para eso necesitaríamos una novia-le recordó Potter-.

-Oh, la novia, tienes razón. Casi se me olvida-dijo Draco, y depósito un rápido beso sobre la mejilla de Harry cuando este se enfurruño-. Quiero que te sorprendas con mi traje, y quiero sorprenderme con el tuyo.

-Te sorprenderás, pero posiblemente no sea una sorpresa agradable-dijo Potter, haciendo una mueca-. Sabe que tengo el peor gusto del mundo.

-Lleva a alguien, entonces-dijo Draco, sonriendo, mientras acomodaba el cuello de la camisa de Harry-.

-¿A quién precisamente? Sabes que mis amigos tienen el mismo gusto horrible que yo-replico Potter. Sabía que iba a decirle Malfoy a continuación, pero no quería escucharlo-.

-¿Por qué no vas con mi padrino?-cuestiono el rubio, acariciando con delicadeza la mejilla de Harry-.

-Vale, me retracto. No soy la persona con el peor gusto en el mundo. Esa persona, sin duda, es Snape. Lo único que sabe acerca de la ropa es que el negro combina con el negro-reprocho Potter. No quería ir de compras con Snape. No quería pasar más tiempo extracurricular con Snape, porque cuando estaba con Draco o con sus amigos o aunque sea solo, Harry olvidaba todo aquello que Snape le hacía sentir, pero la sensación se reactivaba en cuando los oscuros ojos del profesor de pociones se cruzaban con lo de él, arruinándolo todo otra vez-.

Draco le palmeo el pecho, sonriendo.

-tienes suerte de que tu traje tenga que ser negro, entonces.

-¿Mi traje? Claro, será negro. Y mis zapatos. Y mi camisa. Y mi corbata. Espero que disfrutes casarte con alguien en duelo-contesto Harry, haciendo una mueca-.

-No será tan malo. Nadie te venderá un conjunto netamente negro-le prometió Draco, riendo disimuladamente-.

-recuerda eso cuando te cases con Wednesday Addams.*

. . .

-Comprar un traje. Eso sí que suena divertido-Snape estaba parado en la puerta de su salón de clases. Harry estaba parado delante de él, tamborileando el pie contra el suelo. El chico no había tenido demasiados reparos en interrumpir a media clase de pociones, y escuchaba como los alumnos murmuraban dentro del salón. Primero, Harry Potter venía a cenar (aparentemente, con Snape). Luego, se aparecía por allí e interrumpía la clase de Snape, y este, en vez de gritarle, se plantaba a hablar con él en la puerta del salón. Sin dudas eso les daba suficiente de que hablar a los estudiantes-.

-Te recuerdo que tú aceptaste ese estúpido cronograma-le contesto Potter-. Pero vale, tenemos que aceptar que vamos a pasarnos la tarde viendo trajes que nos parecerán todos iguales y esas cosas para hacer feliz a Draco-Harry hizo una mueca. La felicidad de su novio en ese preciso instante no le preocupaba demasiado-. Además, me ha dado permiso para vestirme como Wednesday Addams.

-¿Quién?-cuestiono Snape, frunciendo el ceño-.

-Ya sabes, la niña de los locos Addams. Esa que siempre usa trencitas y es bastante escalofriante.

El Precio Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora