Final Alternativo A

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Día cuarenta y siete (no, mentí, no se terminó):

En Harry cundió el pánico cuando las miradas de Snape y Malfoy se clavaron en él. No tenía ni idea de que hacer.

Miro primero a Draco.

Lo había amado durante tanto tiempo... ya ni siquiera podía recordar un momento donde no lo hubiera querido, mucho menos imaginar un futuro sin él. Se había acostumbrado a tenerlo del otro lado de la cama, ocupando el baño durante horas en la mañana, con su maldito cabello rubio perfecto a todas horas. Se había acostumbrado a ver películas animadas con él, junto a un sinfín de comida chatarra. Se había acostumbrado a la tierna inocencia que Draco mostraba mientras le había con emoción a la televisión, como si realmente pudiera cambiar la trama de la película con palabras. Se había acostumbrado a las constantes críticas del rubio y a su sentimiento de culpa cuando notaba que lo que decía afectaba a Harry. Se había acostumbrado a la forma en que acariciaba su labio antes de besarlo. Se había acostumbrado a los pucheros de Draco y a lo inmensamente tierno que se veía al hacerlos. Se había acostumbrado a su risa, a su sonrisa, a sus besos, a sus caricias, a sus miradas, a sus gestos inmensamente románticos, al ramo de flores que siempre reposaba en un florero en la mesa de noche, a los papeles de su trabajo que estaban por todo el apartamento, a su constante ensimismamiento, a su enojo, a sus miedos, a su tristeza, a sus lágrimas, a sus gritos, a sus lamentos, a sus cadenas, a sus limitaciones, a sus dudas. Todo de él le era familiar a Harry

Y Harry a ama cada una de esas cosas. Aun cuando lo lastimaban. Aun cuando las odiaba.

Él amaba cada parte de Draco, sin marcha atrás.

Entonces dirigió su mirada a Snape.

En muy poco tiempo se había enamorado perdidamente de Severus.

Se había enamorado de sus ocasionales sonrisas, de su risa, de sus comentarios sarcásticos, de su media sonrisa burlona, de su habilidad para hacer que siempre se sintiera idiota, de cómo se preocupaba de él, de cómo lo trataba con tanta ternura, como si pensara que Harry iba a romperse de otra manera. Se había enamorado de todo aquello que Severus no decía, de aquello que ocultaba en su interior, de aquello oscuro que lo atormentaba día a día. Se había enamorado de la calidez que podía demostrar Severus, de lo entregado que era en el amor. De cómo daría absolutamente todo para garantizar que aquellos a quien ama sean felices, hasta sería capaz de perderse a sí mismo para conseguirlo. Se había enamorado de la suavidad de sus besos, la ternura de sus caricias y lo despiadado de sus palabras. Se había enamorado de esos momentos que no fueron y esos actos que no cometieron con la misma intensidad que se había enamorado del momento que por fin fue, y los actos que por fin cometieron.

Se había enamorado de todo lo que era y no, de aquello que representaba, de aquello que ocultaba, de aquello que fingía.

Pero, ¿Lo ama? ¿Realmente lo amaba?

Lo quería, de eso no tenía duda. Las mariposas inundaban su estómago al tenerlo cerca. Su tacto era equivalente a una descarga eléctrica. Sus palabras podían ponerlo de buen humor o, por el contrario, hacerlo tocar fondo.

Pero ¿lo ama?

No. No lo ama. Aun no, al menos.

Quizá nunca lo hiciera. Quizá eso solo fuera un enamoramiento pasajero.

—Potter, por una vez en la vida hazme caso—pidió Severus—. No pienses en lo que podríamos haber sido, piensa en lo que tú y Draco fueron y son, y en lo que serán. No existe otra persona en el mundo que pudiera aguantar los comportamientos de Malfoy tanto como tú, ni ninguna otra que lo hiciera intentar ser mejor. Ninguna por la que hubiera rechazado su razón, su instinto, su educación y hasta su familia. Draco lo haría todo por ti. Moriría por ti, pero más importante, viviría por ti, lo que no cualquiera puede hacer.

Harry fijo su mirada en Draco ahora. Este se rascaba la nuca con la mirada fija en el suelo.

—Quiero que seas feliz—susurro—. Tú tienes que ser feliz esta vez, Harry. No quiero que intentes no lastimarme, ni que me mientas. Mereces ser feliz, sin importar que eso no me haga feliz a mí...

—¿Lo ves? Nadie en este mundo conseguiría unas palabras así de Draco Malfoy. Hazme caso una vez en la vida, Potter, y nunca lo dejes ir.

Snape salió del balcón con su elegante paso, dejando solos al rubio y al pelinegro.

Harry miro a Draco y dio un paso hacia él. Como este no retrocedió, dio otro, y otro, y envolvió al rubio entre sus brazos con fuerza.

—Draco Malfoy, te amo más que a nadie en este mundo—susurro Harry con ternura, aspirando el ahora tan conocido del rubio—.

Draco le devolvió el abrazo con desesperación y sollozo, como si la angustia hubiera formado un nido en su pecho en aquel momento.

Harry sonrio levemente y acallo el llanto del rubio con besos.

. . .

Harry estaba nervioso y no paraba de retorcerse las manos.

—¡Estate quieto!—le susurro Hermione, que por emergencias se había transformado en su padrino. Al parecer, trece días no son suficientes para encontrar un hombre que quiera ser tu padrino—.

—Está tardando demasiado. ¿Y si decidió que esto era una equivocación? ¿Y si se fue?—cuestiono el ojiverde, queriendo comerse las uñas para aliviar su nerviosismo—.

—¡Relájate! Estamos en hora aun, Harry. Espera un poco más para pensar en arrepentimiento y huida—le dijo su mejor amiga, intentando tranquilizarlo—.

—En cualquier caso, mejor ni lo pienses, a ver si decides que es lo que tú quieres hacer y ves que es demasiado tarde—acoto Ron, parado al otro lado de Harry, y recibió un codazo del mismo por el comentario—.

—Me asegurare de que no te dejen comer pastel—amenazo Potter—.

La cara del pelirrojo se pintó de espanto pero no pudo decir más nada, porque Draco entro por la puerta con su impecable traje blanco, al ritmo de la marcha nupcial.
Harry sonrio con alivio, sintiendo un nudo deshacerse dentro de él. Claro que Draco no había salido huyendo.

—¿Me extrañaste?—cuestiono en cuanto llego a un lado de Potter, agitando sus rubias pestañas—.

—No imaginas cuanto—contesto Harry, sonriéndole con ganas—.

Se escuchó el ruido de la puerta abrirse y ambos novios voltearon a ver. En la puerta estaba Snape, quien llegaba tarde.

Durante un segundo su mirada y la de Harry se conectaron, y Potter se inventó en pocos segundos toda una escena donde Severus gritaba "¡Yo me opongo!" y se armaba revuelo, como en las películas, pero Severus solo le sonrio y se fue a sentar a su lugar rápidamente para no interrumpir más.

Harry sonrio de medio lado.

Dejo las fantasías de lado y se enfocó en el hombre muy real que tenía a un lado, quien le sostenía la mano tan ansioso como él por lo que estaba a punto de suceder.

El Precio Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora