Capitulo veintitres

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Día cuarenta y siete (vale, este día terminara pronto, lo prometo):

—Nada—contesto Harry casi automáticamente, clavando su mirada en Malfoy. Sentía como si lo hubiera descubierto engañándolo—.

Draco miro a Harry y luego a Snape, quien seguía apoyado en el barandal sin decir nada, y luego nuevamente a Potter.

—¿Mi padrino llora y dices que no pasa nada?—cuestiono Draco, enarcando una ceja—. Él no llora nunca. Cuando era niño, mi padre solía decir que mi padrino no tenía lagrimales—recrimino Malfoy, sintiendo que lo estaban tratando de idiota. ¿De qué se había perdido?—.

—Tu declaración me ha puesto sentimental—contesto Snape con la voz rebozando de sarcasmo—.

—Vamos, que ni siquiera ver mi muerte te pondría sentimental—recrimino Draco, rodando los ojos con exasperación—. Explíquenme que pasa.

Snape se limpió las lágrimas con el dorso de la mano con una gran elegancia antes de contestar.

Harry temió que fuera a decirle Snape a Draco.

Por un lado deseaba que Severus le dijera del pequeño romance que habían mantenido esos días, porque en ese caso Malfoy probablemente los odiaría y todo sería más fácil.

Por otro lado, quería que Severus se inventara cualquier excusa para explicar su comportamiento, porque Harry no quería que Draco lo odiara, ni quería que el rubio odiara a Snape; nunca se perdonaría ocasionar tal cosa.

No quería perder a ninguno, por muy egoísta que pareciera, pero sabía que las decisiones que tomara esa noche acabarían con alguno fuera de su vida. ¿De quién podría prescindir primero? ¿Qué buena vida podría vivir sin alguno de los dos? Harry no sabía que rayos hacer.

—Te confesare una cosa—susurro Severus, por fin respondiendo a la exigencia de Draco. El corazón de Harry comenzó a palpitar como loco—.

—¿Qué? ¿Qué cosa pudo ponerte así?—cuestiono Malfoy, frunciendo el ceño. Parecía genuinamente preocupado por el profesor—.

Snape miro a Harry y a Draco, y luego sonrio con melancolía.

—Me he enamorado de Potter—susurro, aunque las palabras parecieron resonar en todo el lugar—.

Malfoy clavo la mirada en la cara de su padrino, buscando algún indicio de broma en su rostro, de demencia, al menos, pero no encontró más que pura y dura honestidad.

A continuación miro a Harry, como si él tuviera respuestas para darle.

—Y... ¿Tu sientes lo mismo que él?—cuestiono Draco en tono cauteloso. Harry dudo durante un segundo. Podría negar sus sentimientos. Podría mentir y decir que al único que amaba era a Draco. Podría...—.

Entonces vio a Snape. Estaba recargado sobre el barandal, a la espera del rechazo de Potter. La luz del atardecer iluminaba su rostro dándole un aire poético, haciendo brillar las lágrimas que aun bajaban por su cara.

Claro que no podía.

—Si—contesto Harry con firmeza, con la vista clavada en el profesor—.

Draco asintió. Asintió, y luego apoyo una mano sobre la pared, como si de repente sintiera que se fuera a caer.

—Oh. Esto... esto explica muchas cosas—susurro el rubio, sin atreverse a mirar a ninguno—.

—Nosotros no lo quisimos así. No lo buscamos. Solo pasó...—se apresuró a explicar Potter, sintiéndose el típico esposo intentando justificar su amorío—.

—Lo entiendo. Se... se aman. No es algo que se pueda evitar—murmuro Malfoy en tono completamente decaído. Sin duda, no era la forma en la que Harry pensaba que reaccionaria el rubio—.

Joder, ¿Qué es lo que estaba haciendo tan mal? Porque algo debía estar haciendo mal, muy mal, para tener delante de él a las dos personas que más amaba, destrozadas.

—No es lo que crees. Yo te amo, Draco—dijo Harry, intentando con desesperación hacerse entender. Malfoy levanto un poco la cabeza para verle, mientras que Severus la bajó aún más, sintiéndose utilería—. Y a ti también, Sev... es... joder, es complicado de explicar—dijo Harry, pasándose las manos con el cabello, intentando desesperadamente ordenar sus ideas—. Los amo a los dos. Los amo por cosas en las que son completamente opuestos y por cosas en las que son iguales. Los amo por sus gestos, sus miradas, sus tonos desdeñosos, sus muecas burlonas, las sonrisas tiernas... Los amo por ser condenadamente condescendientes con todo mundo, hasta conmigo. Los amo por esa parte de ustedes, ese trozo de corazón tierno que tienen y que le muestras a muy pocas personas. Los amo porque nunca podría encontrar una persona igual a ustedes en ningún lugar, porque ustedes son inigualables. Y me odio a mí mismo por esta situación. porque... porque ustedes se aman, aun más de lo que yo los amo, aunque no sea de una forma romántica; ustedes serían capaces de morir el uno por el otro con tal de poder salvar al otro... y he llegado yo y les he metido en esta puta situación... lo siento. Nunca quise que nada de esto pasara—susurro Harry. El nunca había querido provocar todo eso. Solo había querido complacer a su prometido—.

—Harry... esta situación ya no es la misma y creo que... debería retirar mi propuesta—murmuro Draco por lo bajo, sin mirarle. ¿Draco ya no quería casarse con él? Harry sintió como si algo se rompiera en su interior—.

—¡No!—la voz de Snape fue tan repentina que tanto Potter como Malfoy se quedaron estáticos—. Ustedes... ustedes deberían casarse. Es lo que debía pasar, y no tiene sentido impedirlo.

—¿Qué no tiene sentido? ¡Él te ama, y tú lo amas a él! ¿No te parece eso suficiente motivo?—cuestiono Draco, estupefacto—.

—Olvidas que él también te ama a ti, ¿y tú no lo amas?—cuestiono el profesor, recibiendo de respuesta la mandíbula apretada de su ahijado—. Eso creí.

—¡Pero...! ¡Pero no es justo! ¡Deberías ser putamente egoísta una vez en la vida y ser feliz! ¡Alguien a quien amas te ama! ¡No lo puedes dejar ir!

—¿Y tú si puedes?—cuestiono Snape, enarcando una ceja—.

—¡Harry, díselo!—exigió entonces Draco, volteando a ver a Potter—.

Este se quedó estático. No había esperado que se acordaran de su presencia tan rápido.

Snape y Malfoy clavaron sus miradas en él.

Era el momento decisivo. Era el momento de decidir entre ambos...

¿Qué rayos debía hacer?


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