Capitulo Dieciseis

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Día cuarenta y cuatro (otra vez):

Harry caminaba lentamente por las calles semi vacías de las afueras de Londres. Aun no era demasiado tarde, pero de igual manera la gente ya se había refugiado en sus casas, dándole a Londres un aspecto de ciudad desértica que la volvía aún más linda (si esto es posible).

Hace alrededor de una hora que Harry se había ido de la cafetería, pero había preferido caminar durante un rato y... enfriar los humos. Se sentía furioso consigo mismo por no poder controlar sus malditos sentimientos.

Ya no tocaba a Snape, apenas le mirada a la cara, ¿Qué más tenía que hacer? ¿Qué lograría apagar un poco todo lo que despertaba Severus en él?

No podía encontrar respuesta a su pregunta, y eso le enfurecía aún más.

Potter había decidido caminar hasta las afueras de la ciudad, a un restaurante que cocinaba la comida italiana favorita de Draco. Comprarle chucherías caras a Draco siempre le hacía sentir un poco mejor consigo mismo, y, además, estaba seguro de que al regresar a la casa se encontraría con Draco y Hermione viendo televisión.

Se metió en un lugar con un enorme cartel que rezaba "Fiddie's". Harry ni siquiera sabía porque llevaba ese estúpido nombre.

Entro al lugar, que rebozaba de personas, y se paró junto al mostrador. Esperaba que no tardaran demasiado...

—Buenas noches señor ¿Qué desea?—le pregunto cortésmente un mozo, listo para tomar su orden—.

"No casarme en dos semanas" pensó Potter, suspirando.

—¿Cómo?—pregunto el mozo, frunciendo el ceño. Fantástico. Al parecer Harry lo había dicho en voz alta—.

—Nada—contesto el ojiverde, sacudiendo la cabeza, y le dicto el pedido—.

El mozo le dirigió una cortés reverencia antes de prácticamente correr a la cocina a entregar el pedido. Todos conocían a Potter allí. Aportaba casi la mitad del dinero mensual de ese lugar, y todos los mozos le tenían prácticamente terror. Por alguna extraña razón, tenían la idea de que Harry les pedía a los dueños que echaran a los mozos que no le caían bien. Quizá fuera porque estaba a punto de casarse con Draco Malfoy, quien aportaba el otro 50% de las ganancias mensuales, y sí que les pedía a los dueños que echaran a los mozos que no le agradaban. Una vez hasta pidió que echaran a una chica porque pensó que le había hecho ojitos a Harry.

Potter se preguntó cómo aquello podía haberle parecido tierno en el pasado. Es decir, ¿Por qué en un pasado veía los celos del rubio como algo tan tierno y ahora le molestaban tanto?

Antes de que hallara una respuesta a su pregunta, un alterado pelirrojo entro al salón, echo un lio.

Harry fijo la mirada en su mejor amigo, preguntándose qué hacia allí. Antes de que siquiera pudiera comenzar a buscar la respuesta a esta pregunta, el pelirrojo se precipitó sobre él y le dijo, jadeando:

—¿Es cierto?

—¿Qué es cierto?—cuestiono Harry, frunciendo el ceño. Estaba por preguntarle a su mejor amigo que le pasaba cuando este siguió hablando y lo dejo helado—.

—¿Hermione realmente está enamorada de mí?

Posiblemente los ojos de Harry le quedaron enormes a su rostro en ese momento.

—¿Qu-que?—cuestiono, tartamudeando—.

—¿Hermione está enamorada de mí?—volvió a preguntar Ron, tomando a Harry por los hombros, como si quisiera exprimirle la respuesta—.

El Precio Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora