Capitulo trece

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Día treinta y cuatro (otra vez):

—Vera, señor Potter, estos—dijo la mujer que atendía al perdido salvador del mundo mágico, señalando un escaparate con alrededor de treinta trajes—son los trajes que su novio aprobó. Aunque dijo que usted podía elegir cualquiera de la tienda, personalmente le aconsejaría escoger de aquí. Esposo feliz, vida feliz—dijo la mujer, citando el dicho muggle. Harry estaba de acuerdo. Todos los benditos trajes le parecían iguales, así que lo más sencillo seria elegir uno de esos y hacer feliz a su novio—.

—¿Ya estuvo con él?—cuestiono Harry, preguntándose si su novio seguiría allí, en otra sección de la enorme tienda de trajes. ¿Quién necesitaba tantos trajes?—.

—El señor Snape estuvo aquí más temprano, sí, pero desafortunadamente yo no me encontraba. Lo atendió mi socia—dijo la mujer, encogiéndose de hombros—.

—¿Snape?—repitió Harry, pensando haber oído mal—.

—Sí, el señor Snape. ¿No es él su novio? Es quien paga—dijo la mujer, frunciendo levemente el ceño. Era sorprendente que aun quedara alguien en el mundo mágico que no supiera quien era el futuro esposo de Potter—.

Harry negó levemente con la cabeza, sin decir nada. Había olvidado que Snape pagaría los trajes como regalo de bodas, y el que lo hubieran confundido con su futuro esposo le producía demasiados sentimientos que no debería tener.

Miro los trajes. En serio, todos le parecían iguales. Pantalones y chaquetas negras, chalecos, camisas, corbatas y moños... todos le parecían iguales, tanto entre sí como al resto de los trajes de la tienda. ¿Por qué Draco había elegido esos?

—Perdonen la tardanza—Harry escucho la voz de Severus detrás de él, junto con sus apresurados pasos. El hombre se había quedado afuera fumando (Harry no tenía ni idea de que fumaba) —.

—No hay problema. ¿Debo suponer que usted es el futuro señor Potter?—dijo la mujer, con una amable sonrisa cuando Snape los alcanzo—.

La cara de Snape fue toda una obra de arte.

—Oh, no, yo no...—comenzó a negar el hombre, abochornado—.

—Él no es el futuro señor Potter—aclaro Harry ya que Severus apenas podía balbucear—.

—¿No? Oh, lo lamento...—comenzó a disculparse la mujer, y Harry sintió un estúpido impulso—.

—No hay problema. Hemos decidido que cada uno mantendrá su apellido—dijo Harry, con una diversión maligna que no se notó en su cara de niño bueno. Era relativamente verdad. Él y Draco habían decidido que preferían mantener cada uno su apellido—.

—Oh, eso—la mujer se sintió mucho mejor al ver que no se había equivocado—. Es algo común hoy en día, muchas parejas prefieren mantener sus propios apellidos—dijo la mujer. Miro a Snape y a Harry y volvió a sonreir—. Hacen una adorable pareja—agrego, antes de alejarse a comenzar a buscar trajes para que Harry se probara—.

Snape, cuyo rostro había sido una máscara de seriedad, dirigió su mirada a Harry. Estaba furioso.

—¿Se puede saber porque hiciste eso?—cuestiono en un gruñido—.

—¡Sera divertido!—prometió Harry. Ni siquiera sabía por qué lo había dicho. Solo... había sentido el impulso de hacerlo—.

—Yo no lo creo—gruño el profesor, aunque su enojo se aflojo un poco ante la sonrisa de Harry. ¡Maldito Potter!—.

—Solo tienes que llamarme cariño y fingir que entiendes más de trajes que yo—dijo Harry, muriéndose internamente por la posibilidad de que Snape lo llamara cariño. Luego le dio un codazo juguetón—. ¿Acaso tienes miedo?

—¿Miedo? Claro que no.

—Entonces vamos—dijo Harry y lo tomo de la muñeca para arrastrarlo hasta donde estaba la mujer que atendía. Severus suspiro. ¿En serio había aceptado eso?—.

—¿Hay alguno en particular que le guste, señor Potter?—cuestiono la mujer—.

—Eh...—Harry no tenía ni idea de que decir—.

—Ese te quedaría fenomenal, cariño—dijo Snape, señalando el tercer traje de la fila, mientras entrelazaba sus dedos con los de Harry. La mujer les sonrio, pero ninguno lo noto. Estaban demasiado ocupados fijándose en que el alocado ritmo de sus corazones no se escuchara y que en sus rostros no se mostrara lo bien que se sentían así, con las manos unidas y parados condenadamente cerca—.

—Pues me lo voy a probar—se las arregló para decir Harry. Tan rápido como pudo soltó a Severus, tomo el traje y siguió a la mujer a pasos agigantados hasta los probadores—.

En cuanto las cortinas lo ocultaron, se recargo en una pared, intentando calmar el ritmo de su corazón. ¿Cómo Severus podía ponerlo así solo con tomarlo de la mano? Draco no conseguía ponerlo así ni en medio de una mamada.

Draco.

Maldita sea, Draco.

Harry se sentía tan jodidamente culpable.

Potter dejo de lado su drama mental y comenzó a ponerse el traje. Quería terminar con eso tan rápido como pudiera.

El traje que Severus había elegido le quedaba bien, aunque Harry no veía nada especial en él. Seguramente se vería igual con cualquier otro.

—Tenía razón. Se te ve fantástico.

La voz de Severus sobresalto a Harry. Se dio vuelta de inmediato para enfrentar al hombre, con el corazón desembocado.

—¿Qué haces aquí?—cuestiono, casi jadeando—.

—Traje más ropa—dijo, levantando las manos, donde tenía varios trajes—.

Harry asintió, más tranquilo. Por un estúpido segundo había fantaseado con... no importaba con que había fantaseado. Lo importante era que no era verdad. Se limitó a tomar la ropa que Severus le había dado y a volverse otra vez hacia el espejo, esperando que el hombre se fuera.

—Te hace un fenomenal trasero—comento, ya dado vuelta y yendo—.

Harry cerró los ojos fuertemente y se apoyó en el espejo. ¡MADITA SEA! Harry no soportaba todo lo que estaba pasando en su cabeza. El nombre de Severus parecía repetirse una y otra vez.

Severus.

Severus.

Severus.

—¿Si?—Harry se sobresaltó al volver a escuchar la voz del hombre. Al parecer, había dicho su nombre en voz alta—.

Potter se dio vuelta para verle a la cara. Sentía su corazón latir contra sus costillas y su mano arder donde Severus la toco.

—¿Puedo preguntarte una cosa?—cuestiono Harry, casi sin aire—.

—Claro—dijo Snape, frunciendo levemente el ceño. ¿Qué querría preguntarle el chico?—.

—¿Me besarías?

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