Capitulo diecinueve

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Día cuarenta  y siete:

—No esperaba que me llamaras—dijo Snape, envolviendo su taza de café con ambas manos y sintiendo como el calor traspasaba la cerámica hasta su piel—.

—¿No creías que estuviera listo aun para decirte que termine con Harry?

Draco enarcaba elegantemente una ceja, en un gesto tan típico suyo que parecía ridículo pensar que el rubio estaba mal. Por eso, y porque realmente el rubio no parecía estar mal.

Cuando Snape recibió la lechuza donde su ahijado le pedía quedar, se había imaginado encontrarlo de otra manera. Completamente desarreglado, con ropa sucia, con el cabello despeinado y ojeras de no haber dormido en días.

En cambio, lo encontró limpio y arreglado, con una camisa blanca, un saco negro y el cabello perfecto. Lo único que no congeniaba con el aspecto normal del rubio eran las ojeras que se almacenaban bajo sus ojos.

De cierta manera, eso hizo sentir a Severus mejor, como si ahora que viera que Draco podía estar bien, podría estar con Harry sin sentirse culpable.

—La verdad, no—admitió Severus—. ¿Cómo supiste que ya lo sabía? La prensa aún no ha dicho nada.

—Han pasado tres días. Si él no se hubiera presentado durante tres días, ya hubieras llamado. A mí o a él, da igual, y él te lo hubiera dicho. Si él se hubiera presentado, te lo hubiera dicho, también. Pero, de cualquier manera, sé que no te has enterado así—dijo, encogiéndose de hombros. Parecía saber algo que Severus no—.

—¿Cómo, entonces?—cuestiono, procurando que no se le notara nervioso. ¿Qué podría saber Draco?—.

—Harry ha dado su primer golpe bajo—la sonrisa de Draco era casi escalofriante, y lo que Severus pensaba que era crueldad era en realidad masoquismo—. Es justo, después de todo. Se ha portado bien conmigo estos diez años, tenía que hacer algo malo alguna vez.

—No sé a qué te refieres—dijo Severus, controlándose para no tartamudear. ¿Sería aquella reunión solo una trampa del rubio para poder decirle que sabía lo de Harry y él?—.

—Oh, vamos. No finjas. Lo sé—dijo el rubio, muy serio—.

—Draco, en serio no quería que todo fuera así, solo... paso—se apresuró a justificare Severus, con el corazón latiéndole a mil. Podía imaginarse los gritos que Draco comenzaría a dar a continuación—.

—Lo entiendo, padrino. No tienes que disculparte—le aseguro Draco, muy sereno—.

Snape dudo.

—¿Ah, no?

—No lo culpo por buscar un poco de venganza— ¿Acaso Draco insinuaba que Harry solo estaba con Severus por venganza?—. Él sabía lo que tú significabas para mí, es lógico que quisiera quitarme por lo menos eso—Severus no terminaba de comprender si sus palabras eran antecesoras del cuchillo, o una afilada aguja aun peor—. No lo culpo por robarme mi consuelo.

—¿¿Tu qué??—Por supuesto que Snape no esperaba que su ahijado dijera eso—.

—Mi consuelo. El hombro sobre el cual llorar. Harry sabía que eras eso para mí, y no lo culpo por ir primero contigo.

—¿Cómo sabes eso?—cuestiono Snape, pasmado—.

—McGonagall me ha dicho que se queda contigo—dijo el rubio, encogiéndose de hombros, y luego titubeo—. ¿Cómo está?

Snape pensó unos segundos en el bello muchacho durmiente que había dejado hace un rato en su despacho.

—Él está bien—aseguro, casi con demasiada firmeza. Le hubiera gustado pensar que lo había dicho de tal manera para que Draco no se preocupara, pero no; fue por puro egoísmo, por no querer reconocer que había una parte de Harry para la cual Severus no era suficiente y lloraba la ida de Draco. No es que eso fuera malo, es decir, ambos muchachos habían salido muchos años, pero le hacía sentir Severus... menos. Por qué no importa cuántas cosas dijera Harry, Severus nunca se compararía a Draco Malfoy—. No creo que quiera verte.

—Está bien—aseguro Malfoy, aunque se le noto el dolor en los ojos—. No te llamo por eso.

—¿Entonces por qué?

—Quería pedirte que... lo cuides. Se lo merece.

Snape escruto a su ahijado.

—Está bien, lo cuidare.

—promételo.

—Te lo prometo, cuidare de Harry con mi vida.

. . .

—Hola—Harry esperaba a Severus semidesnudo, sentado en su sofá. El chico había despertado hacia cosa de media hora, y el ambiente del despacho era tan cálido que no se había molestado en ponerse más que sus calzoncillos—.

—Hola—el tono de Snape era mucho más lúgubre—.

Potter frunció el ceño.

—¿Paso algo?

—He... he ido a hablar con Draco—murmuro, sin mirarle a la cara—.m

—¿Cómo está?—cuestiono Harry, sin saber qué otra cosa decir—.

Noto ese estúpido escozor en su costado izquierdo, como cada vez que pensaba en el destrozado Draco que había dejado atrás.

—Él esta... bien—dijo Severus, sin saber que más decir—. Pensé que estaría mucho peor, aunque quizá solo quiera aparentar conmigo para que no te diga lo destrozado que estas y le tengas pena...

Oh, algo tan Malfoy. Draco no aceptaría su propio sufrimiento ni en circunstancias así.

Harry sintió ganas de reír y llorar al mismo tiempo.

—¿Pasa algo más?—cuestiono Harry, al ver que Severus mantenía la misma expresión—.

—Si—admitió, y Harry lo insto a hablar—. Pues con toda la charla de Draco he estado pensando y...—Severus titubeo, como si se estuviera convenciendo a si mismo de decir lo siguiente—. Creo que deberías volver con él.

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